Epílogo.

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Epílogo.

Un año después.

Chloé.

—Apresurate abejita, estamos retrasados.

Nathaniel subía las escaleras del museo de Arte nacional de París con rápidez mientras que Chloé lo seguía a menor paso.

—Chloé Bourgeois nunca llega tarde a ningún lado —dijo con altanería.

Escuchó a Nathaniel chistar y hasta se lo imaginaba rodando los ojos.

—Si hubieras arreglado tu cabello antes como yo te dije, no tendríamos que estar teniendo esta discución.

Ahora Chloé rodaba los ojos y le sacaba la lengua a sus espaldas.

—La belleza lleva tiempo.

Llegó al final de las escaleras con la respiración entrecortada, los tacones le lastimaban los dedos de los pies, pero al igual que la belleza lleva su tiempo tambien conlleva un poco de dolor. Y ella estaba dispuesta a pasarlo para verse bien.

Nathaniel abrió la puerta del edificio y la dejo pasar para posteriormente entrar él.

La respiración de Chloé se le atoró en la garganta por la impresión que se llevo.

—¿Valió la pena? —preguntó Nathaniel besando su sien.

Asintió.

—Cada minuto —susurró.

Estaban en la primera exposición de arte de Nathaniel Kurtzberg y era sobre ella.

Sobre Chloé Bourgeois y ella recién se estaba enterando.

Había pasado las últimas semanas preguntándole el tema de la exposición, sin tener respuestas de su parte.

Ahora sabía el motivo de su negativa a contarle.

—¡Sorpresa! —exclamó tomándola de la cintura—. ¿Te gusta?

Chloé se giró entre sus brazos y lo abrazó recostándo la mejilla en su hombro.

—Me encanta, es lo más lindo que me han hecho en la vida.

Nath la alzó unos cuantos centimetros del piso soltando una carcajada.

—Te prometo que esta no será la última vez que recibas cosas así, abejita.

Chloé sonrió y besó sus labios con ternura.

—Los estaré esperando con ansias.

—Ven, te lo enseñaré —la tomó de la mano y la llevó ante los primeros retratos.

Ante cada imágen Chloé quedaba más anonadada, el talento de Nathaniel era único y hermoso.

Miles de retratos pasaban frente a sus ojos. Chloé durmiendo, Chloé intentando cocinar. Chloé jugando con Pam, vigilando a Rosquilla y la lista seguía sin detenerse.

Se detuvo en el siguiente, la sonrisa de Pam mientras jugaba con rosquilla era tremenda. Ella lo tenía en sus brazos y reía con inocencia. Ese día habían organizado un picnic y la niña lo llevo al parque a escondidas de Nathaniel. Después en medio de la comida se habían escuchado sus maullidos y Pam fue castigada, sin embargo la niña estuvo alegre toda la tarde.

Era un recuerdo hermoso, uno de esos que solo pasan cuando menos te los esperas. Y nathaniel logró plasmarlo en el lienzo tanto que al mirarlo se te contagiaba la alegría de la pintura.

—¡Chloé! —llamó una voz infántil.
Al voltearse vió a la pequeña pelirroja correr en su dirección vistiendo una jardinera rosa con dos coletas en su cabello. Pam sonreía mientras la saludaba con la mano.

Corazón De Hielo [Nathloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora