Hace mucho tiempo, existían tres grandes reinos que vivieron en paz y armonía, estas monarquías se conformaban de tres razas; humanos de las tierras de Evadan, Lunaia de los elfos y por último Dvergar de los enanos.
Estos reinos contribuían con el equilibrio de la naturaleza, teniendo cada uno un punto fuerte y entre ellos minimizaban sus vulnerabilidades. Gracias a esto, ninguna de las otras razas era capaz de enfrentar a la triple alianza.
El reino de Lunaia se caracterizaba por tener una fuerza militar inteligente y astuta a la hora de pelear contra monstruos que invadían sus territorios, también sus alimentos eran exquisitos y su agricultura era extensa. Pero su objeto más preciado era la fuente del destino, un artefacto mágico capaz de ver el futuro y predecir hechos catastróficos que, gracias a aquello, eran evitados por los elfos.
Por otro lado, las grandes tierras de Dvergar a pesar de no tener una fuerza militar tan estratégica como los elfos, poseía el mayor comercio de armas rúnicas, armaduras resistentes, artesanía avanzada: un arsenal con el que se podría abrir el estómago de un dragón con mucha facilidad. El objeto más preciado era el "Dvergar sagrado" nombre que pusieron en honra al primer dios enano de su civilización. Un metal extremadamente resistente, a tal punto de ser indestructible y tan maleable que solo un enano era entrenado para saber sus secretos. El único problema es que era demasiado pesado, cosa que para los enanos no era una dificultad por su gran fuerza, por eso solo ellos tenían el lujo de usar aquel metal que se encontraba en sus minas subterráneas.
Y por último el reino de Evadan, nombre que se le da a los dos primeros humanos de la civilización Eva y Adán. Era una comunidad equilibrada e inteligente, que tenía potencial en varios ámbitos, contribuía al apoyo entre naciones, a la creación de una gastronomía única, a la crianza de ganado, a la construcción de defensas impenetrables que se decía que solo los mismos dioses podrían haberlas hecho con sus manos y muchos elementos más que fueron forjando en el transcurso del tiempo.
Los humanos no tenían nada especial, pero su fortaleza de crear nuevos métodos, experimentar el libre comercio y su expansión de territorios los hizo una nación fuerte y nombrada por todo el continente, hasta que los elfos se dieron cuenta del peligro que se avecinaba.
La evolución del hombre intimidó mucho al reino de Lunaia, tanto que tuvieron que consultar a la fuente del destino para saber qué sucedería a futuro; la sorpresa que se llevaron el rey y sus altos consejeros no pudo pasar inadvertida.
Para preservar la paz, los reinos hicieron una asamblea conocida como "A los ojos de los Dioses", en donde se discutió la visión y el futuro que los humanos planeaban tener; su ambición crecería tanto que su dominio de territorio los llevaría a causar una guerra, la derrota inminente de Lunaia y Dvergar a manos de Evadan obligaría a los elfos al destierro a los bosques bajos y los enanos a las montañas altas, perdiendo básicamente todo lo que habían logrado.
El rey humano juró en esa asamblea que eso no pasaría, que la alianza entre las grandes potencias se mantendría como siempre lo había sido y escribió un acta de juramento para validar sus palabras, cosa que duró muy poco.
El descendiente de la primera civilización de humanos sabía que era peligroso el artefacto mágico que manipulaban los elfos, por lo que encargó a Sir Rodrick, un caballero que él nombró su mano derecha, a destruirlo en una visita en la cual se le regalarían tributos a la reina de Lunaia.
Rodrick tenía una enfermedad crónica, sabía que pronto la diosa de la muerte vendría por él, por lo que ideó un plan para salvar su vida y también el imperio de Lunaia: le contaría los planes a la señora de los elfos, con quién tenía un mayor grado de confianza que su propio señor.
El objetivo era claro y él lo consiguió: la reina se apiadó de él y su compasión fue tan grande que le dio de beber sangre élfica, por lo que Rodrick pudo curarse y volverse un eterno como los elfos. Gracias a la advertencia, la reina ordenó a Lain, una joven elfa guardiana con dos hijas recién nacidas, Lyn y Aellyn, a que viajaran junto a su esposo muy lejos de estas tierras para esconder la fuente del destino; temía que, por la perseverancia de los humanos, el artefacto fuera encontrado y destruido.
Luego de eso, los acontecimientos fueron explicados al rey de Lunaia, por lo que una contra estrategia se realizó siendo el punto importante informante, Sir Rodrick, el que les daría los planes militares que Evadan haría.
Sir Rodrick—quien para entonces ya había cumplido su misión— propuso los planes de ataque, los puntos vulnerables del reino élfico y cómo acabar con todo de una vez. Toda esta información una trampa, una vil mentira que el rey de los humanos no pudo prevenir debido a que creía ciegamente en su mejor guerrero.
Ese día fatídico, las tropas humanas cayeron como moscas. Fue una masacre inigualada en la que ningún elfo perdió la vida, por la infalible estrategia que tuvieron. Esa gran victoria fue guiada gracias al traidor del reino humano; las muecas de dolor, la rabia, la traición presente en ese día, marcó en la historia del mundo un hito que dejó una huella de rencor entre razas para siempre.
Se dio inicio a una gran guerra—en la que el reino de los enanos se mantuvo neutral—que se alargó por más de un siglo y finalizó con la captura del viejo rey junto a su familia. Vio ante sus ojos con lágrimas, la cruda realidad de la traición, mientras era ejecutado en la plaza central de Evadan. Pero antes de que la guillotina cayera en su cabeza, dijo sus últimas palabras:
"Ningún imperio es eterno, menos el de los elfos. La profecía de un hombre que nacerá bajo la estrella más brillante del séptimo día, que caerá como bola de fuego en sus pastos, que inundará sus almas, que quebrantará su voluntad; él volverá a Evadan a lo que era y ustedes tendrán que sufrir el destino que quisieron cambiar. Se volverá realidad lo que quisieron negar de su fuente del destino".
El reino de Evadan desapareció, los humanos se rindieron quedando a merced de los elfos. Para controlar a la población, destruyeron gran parte de la capital para construir un gran coliseo, una especie de cárcel en donde enfrentarían a los humanos por su sobrevivencia, esto aseguraría que el ser que profetizó el rey muriera. No obstante, para que los elfos no fueran condenados por los dioses, el rey hizo que las madres humanas embarazadas tuvieran impunidad y cuidaran los niños hasta los doce años. De esa manera apelarían a la justicia divina.
Por muchos años esperaron que llegara la profecía: nunca apareció la condena que dijo el rey antes de morir, por lo que Sir Rodrick y su nuevo amo pudieron respirar en paz.
El reino de Lunaia era feliz. Al fin habían obtenido la paz que tanto era anhelada por ambos reinos. El objetivo ahora era mantener un control de población de los humanos y seguir con el ritmo de vida. tal como los dioses lo decidieron lo impusieron para ellos o eso creían.
Lo que el rey nunca presagió fue que Sir Rodrick y su propia mujer, tuvieran una relación secreta, solo muy pocos cercanos de la reina sabían esto y el problema fue cuando nació la primera primogénita del rey. La pequeña creció, sembrando dudas a los altos consejeros si era una elfa pura o no, ya que se veía como cualquier otro elfo del reino. No obstante, su crecimiento fue demasiado acelerado por lo que muchos empezaron a sospechar su descendencia.
Casi un siglo más tarde, en el calabozo de los humanos, un hombre pereció en combate y su mujer murió pariendo a su segundo hijo. El niño, tomó el número de la madre, y su hermana, el del padre: él sería nombrado Número XXXII y ella, sería el XXXIII.
El niño de la profecía, junto a la princesa estaban destinados a una aventura, comprender la verdad y descubrir que el mundo no era solamente su ciudad, sino era más inmenso y bello que todas las paredes impuestas por el imperio.

ESTÁS LEYENDO
Número XXXII
FantasíaEn un mundo medieval gobernado por tres reinos, la traición causó que dos de ellos se enfrentaran y solo uno resultara el ganador. Por culpa de la avaricia del rey, los humanos fueron condenados a ser esclavos de los elfos por toda su existencia, n...