Capítulo 0

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El Coliseo del Perdón era una arquitectura inmensa que terminó su construcción en el año cinco después de la caída de los humanos, fue la gran obra entre enanos y elfos para mantener a la raza perdedora esclavizada.

Los enanos accedieron a tal petición con el trato de que les fuera regalado ganado y tierras que tuvieran ricos minerales, los elfos aceptaron sin rechistar. Usando a los humanos esclavizados, se pudo realizar este inmenso bastión con el material Dvergar gracias a la ayuda de Veir, el enano que poseía la sabiduría de moldear el metal sagrado y que tuvo que transferírselo a su familia debido a que en el año tres después de la gran guerra una dura enfermedad le atacara, tanto que no pudo seguir con su trabajo y al año después falleció. Fue muy duro para los enanos, tanto que su luto retrasó la creación del coliseo unos seis meses.

Su colosal estructura era más de la mitad de lo que ocupaba los reinos de Evadan, fácilmente la mitad de un pueblo podía ver las grandes batallas que se hacían para divertir a las dos razas potenciales. Pero lo principal de este coliseo era la parte baja, el subterráneo donde miles de calabozos, en forma de caracol, se extendían por las húmedas y oscuras cavernas. Cada cinco plantas tenían una superficie plana, después de eso se seguía extendiendo hacia abajo en donde la luz de sol no llegaba, sino que era iluminada por algunas antorchas.

Tras cada barra de Dvergar había una familia de humanos, como máximo de cinco, ya que siempre que el número crecía, sacaban a la madre embarazada y la colocaban en los pisos más altos para cuidar de ella. Esto se debía a la misericordia que les tenían los elfos, porque sabían que el número descendía muy rápido si se dejaba a la mujer en las condiciones de las celdas más subterráneas que tenían problemas de humedad, enfermedades y ratones topo—les decían así por las grandes garras que tenían—que eran la causa principal de las muertes de los humanos, esto se debía a que se los comían cuando el hambre era insoportable y los incautos se los tragaban vivos. La raíz de la muerte siempre era la misma: desangramiento y algunos órganos destrozados.

El Coliseo del Perdón fue llamado así para la redención de los humanos, eran la esperanza para que, quien ganara los diez desafíos impuestos por el rey, recibiría el perdón y podría ser libre. Todos los hombres no pasaban el sexto desafío, morían al enfrentarse a un terrible ser: Un vampiro.

Pero en la historia del Coliseo del Perdón hubo un humano que pudo sobrepasar la sexta contienda e incluso enfrentarse con el monstruo más temible que le esperaba el décimo desafío: Su nombre era "Número cero".

Nombrado así por el rey de los elfos, número cero fue el primer humano en ser eterno, a causa de que durante la gran guerra mató a un elfo y se comió su corazón. Al lograr la gran hazaña que fue vencer a la bestia llamada Soulchi, un ser demacrado parecido a un vampiro, con la singularidad de no absorbía sangre, sino el alma, nuestro querido ganador prefirió quedarse como esclavo, cosa que el rey aceptó con la única condición que no lucharía más y quedaría atrapado eternamente entre las rejas de la gran arquitectura.

Número Cero fue condenado a vivir en las partes más bajas del coliseo, en donde las antorchas eran el sol que iluminaban, calentaban el cuerpo y la soledad de muchos de sus hermanos de raza, en varias ocasiones, se transformaba en su mejor aliada. La comida era escaza, para sobrevivir cazaban ratas y algún otro animalito que se infiltraba hacia su muerte, los más comunes eran las ratas topos, que antes de comerlas le arrancaban las garras. Esto nunca le importo mucho al viejo, que a su avanzada edad aceptaba todo lo que venía y lo asimilaba con sabiduría, pues su propósito era siempre uno; conservar las historias y las culturas de la raza humana. Él era quien le contaba las historias de lo que había pasado a sus hermanos, para mantenerlos lejos de la ignorancia y que ningún elfo viniera a contarles mentiras, porque la verdad duele, más aún con el conocimiento de que su gran líder fue quien cometió un garrafal error que los llevó a un futuro cruel y una vida miserable.

Número XXXIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora