VI | La historia de Mandy

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| Capítulo VI |
La historia de Mandy

16 de enero de 2023

Pese a las protestas y a las quejas de los dos jóvenes, Madam Pomfrey les impidió visitar a Mandy hasta la mañana siguiente.

Cuando por fin pudieron pasar a la enfermería, la bibliotecaria estaba medio incorporada en su camilla. Tenía un libro abierto entre las manos, pero su mirada estaba perdida.

— Hola, Mandy —le saludó Al, sentándose en una silla que la enfermera había colocado junto a la camilla—. ¿Cómo estás?

La joven no contestó, pero el chico vio una pequeña lágrima deslizarse por su mejilla.

— Sabes que puedes confiar en nosotros, Mandy, contarnos cualquier cosa —le recordó Scorpius—. Somos tus amigos.

Ella parpadeó y se volvió para mirarle fijamente a sus ojos grises.

— Eso es lo que decís ahora, pero algún día cambiaréis de opinión. Algún día me abandonaréis, como acaba haciendo todo el mundo cuando ya no le puedo beneficiar...

Su voz había sonado firme, pero había acabado por romperse. Mandy empezó a sollozar, tapándose el rostro con las manos.

— Mandy, eso no es cierto —trató de tranquilizarla Albus—. Nosotros no te abandonaremos. Nosotros estaremos contigo, aunque nadie más lo esté.

— Exacto —corroboró Scorpius—. Queremos ayudarte. Pero si no nos cuentas lo que te pasa, si no nos dices qué es lo que te preocupa, no podremos hacer nada.

La joven se sorbió la nariz y se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

— Q-Quiero contároslo —murmuró con un hilo de voz—, pero no sé si podré seguir mirándoos a la cara después de hacerlo.

— Sea lo que sea lo que tengas que decir, te apoyaremos siempre.

— Te lo prometemos.

— Está bien —Mandy suspiró profundamente, tratando de decidir por dónde empezar—. Cuando era niña, era una squib. Mis padres me llevaron a toda clase de poderosos magos para que trataran de hacerme normal. Lo que era, o más bien, lo que no era, avergonzaba profundamente a mis padres. Pero el tiempo pasaba, y ninguno de sus intentos daba resultados.

» Pero todo empezó a ir realmente mal cuando cumplí los once años. Pronto tendría que llegarme la carta, pero todos sabíamos con certeza que no llegaría. Los squibs no van a Hogwarts, eso lo sabe todo el mundo. Mis padres lloraban todas las noches, pensando en la humillación que sufrirían cuando nuestros vecinos magos o sus compañeros de trabajo supieran que su pequeña hija era una squib. Así que a mi padre se le ocurrió una idea.

» Un día, mis padres me llevaron con ellos a la playa. Alquilamos una caravana muggle para pasar allí una semana. Aquel fue el mejor día de mi vida. Comimos helados y dulces, hicimos castillos de arena y recogimos conchas. Estuvimos rodeados de muggles y mis padres fingieron ser como ellos, así que no utilizaron su magia en ningún momento del día. Sentí que me gustaba esa vida. Que podría encontrar la felicidad en algo distinto a la magia.

» Pero por la noche, mi padre me sacó de la cama y me llevó hasta un acantilado desde donde se veían unas preciosas vistas del mar y de la arena. Estaba distraída, recogiendo flores durante el camino, y no me di cuenta de que mi padre sacaba su varita. Me apuntó con ella y me inmovilizó. Si poder hacer yo nada, me hizo levitar hasta que a mis pies había una gran caída que acabaría con mi vida.

» Mi padre, con lágrimas en los ojos, me pidió perdón por lo que iba a hacer. Pero cuando iba a soltarme, llegó alguien. Era un hombre, vestido con una larga capa blanca y una capucha que le cubría el rostro. Sacó su varita y consiguió ponerme a salvo. Se sentó junto a mí, en el borde del acantilado y me acarició la mejilla. Me cerró los ojos con dos dedos y una luz brillante y pura salió de sus manos.

» Sentí una oleada de poder cuando abrí los ojos por fin. El hombre de blanco había desaparecido, y nunca más volví a ver a mi padre o a alguien más de mi familia. Pero lo sabía. Tenía magia.

» Poco después, llegó mi carta de Hogwarts. Y quedé en Ravenclaw. El resto es historia.

Albus y Scorpius intercambiaron una mirada. Ninguno de los dos sabía que decir. La historia de Mandy les había dejado sin palabras a ambos.

— Es...

— ...Imposible —terminó Mandy, encogiéndose de hombros—. Lo sé. Por eso no se lo había contado a nadie hasta vosotros. Por eso es imposible que yo haya perdido la magia. Hubo un tiempo que podría haber vivido una tranquila vida muggle, pero ahora prefiero morir a no tener magia.

— Mandy...

— El hombre de blanco me regaló su magia. La he utilizado incorrectamente y se me ha sido arrebatada... es el castigo que merezco...

Siguió murmurando cosas sin sentido.

Albus iba a preguntarle algo más, pero Madam Pomfrey llegó en ese momento.

— ¿Seguís aquí? —les preguntó, con los brazos en jarras—. Tendríais que haberos ido hace un buen rato. ¡Fuera! ¡Venga, marchaos y dejadla dormir!

Así que a regañadientes, Albus y Scorpius salieron de la enfermería, no sin antes hecharle una última mirada a su amiga, que seguía balbuceando.

— Mañana volveremos a verla —comentó Albus—. Está muy mal, Scorpius, necesita nuestra ayuda y...

— Al —le cortó su amigo—. Creo que Mandy sabe más de lo que nos ha contado. Creo que si alguien sabe por qué las personas están perdiendo su magia, es ella.

— No puede ser. Ella confía en nosotros, ¿por qué nos mentirías?

— ¿No has oído lo que murmuraba todo el tiempo? Hablaba de un castigo. Mandy ha hecho algo malo. Algo que si no me equivoco tiene que ver con el fin de la magia. Y por eso le han arrebatado sus poderes.

Albus iba a replicar algo más pero calló al instante.

Ambos habían llegado a la habitación que compartían, que ya no parecía su habitación: las cortinas de las camas estaban rasgadas, las camas deshechas con las mantas por los suelos, los baúles estaban todos abiertos y la mayoría de sus contenidos estaba esparcida por el suelo.

Sobre su cama, Albus encontró una nota:

El fin de la magia está por llegar y tu no podrás hacer nada para evitarlo. Quédate al margen y podrás salvarte. Si intervienes, ella lo pagará caro.

R.

Albus S. Potter y el fin de la magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora