Dios de dioses

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Cuando los pasos dejaban huellas en los blancos copos arrimados del norte, los lobos guiarían al caminante más allá de las trivialidades mundanas. Dispuesto a dejar todo lo que fue atrás, no voltearía jamás. Hombre cansado, despectivo de la vida marchaba a su muerte a pleno entendimiento.

Por los negros y helados dejaría sus pensamientos al olvido. Su cuerpo volvería a la tierra de donde vino, su conciencia emprendería rumbo al cosmos y así, develar los misterios del universo, donde somos sólo una pequeña partícula: vagar más allá de las estrellas y estrellarse contra el infinito.

A su encuentro salió la muerte y preguntó: buen caminante, ¿por qué marchas a tú fallecimiento cuando aún no es tú momento ?
-la mirada vacía y profunda del hombre daría un preámbulo; a lo que responde: no pertenezco a estos parajes ni menos a las gentes, ahora sólo la ignorancia y lo pedestre reina estas tierras. Donde quiera que vayas, la menudencia, oscurantismo y egocentrismo son las bases del hombre corrompido. Los días de dicha han pasado, y así es como decido morir: congelado para luego trascender.

El interlocutor del hombre entonces le dio paso, y dejó al alma caminar mientras el frío comenzaba a apoderarse del mártir. A unos metros de él, un árbol grande completamente blanco, sería el cómplice de sus últimos suspiros. Más aliviado que triste, se dormía y enterraba por la gélida tormenta. La manada de lobos que antes le cantaban, se sentaron frente al ser en pena y con una mirada apenada, le daban la despedida a lo que alguna vez fue un ser humano. Ya, a segundos de su muerte, los lobos le entonaron la última marcha fúnebre para luego subir al vasto universo.

Asciende y se eleva revelando los enigmas del hombre: la luna, que aguarda extraños dentro; llena de edificaciones colosales y naves son los hechos que se ocultan al hombre común. A la distancia divisó un cometa, y la conciencia se montó en éste para ser transportado más allá... los cuerpos celestes que dicen están muertos, jamás lo estuvieron. Mucho antes del nacimiento del sol, las civilizaciones adoraban a las estrellas; viejos ancestros que se reunían a cuidar las negruras de las fuerzas extranjeras invasoras.

El pensamiento de lo que alguna vez fue un hombre llegó a una zona completamente negra, sin estrellas o planetas. Comenzó a divisar un vórtex y de éste, poco a poco comenzaron a salir tentáculos del porte de 5 montañas: 3, 5 y hasta 15 lograba ver. Un pulpo dantesco con alas se movía en el vacío.

De pronto, la bestia se revela al intruso que apenas logra y en su mente escucha: "Yo soy el amo y señor del universo y las profundidades, dios de dioses. El gran atractor que se alimenta de galaxias. Lo que alguna vez fuiste, se les permitió vivir para luego servir a mis entrañas. Lo que alguna vez fue tu hogar, me pertenece"...

La vida del hombre entonces es sólo un suspiro, el sonido de la caída de un árbol en medio de la nada, un grano de arena en la inmensidad del mar.

El bar de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora