CAPÍTULO 10: AMARGURA

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Tao despertó, abriendo los ojos en cuanto los rayos del sol filtrándose a través de la fina cortina de la ventana en su habitación le dieron directo en el rostro. Parpadeó un par de veces, tratando de acostumbrarse a la luz, y se giró para apartar el rostro de un haz que le pegaba de frente justo en uno de los ojos.

Permaneció sentado por un largo rato, mirando hacia algún punto fijo en la pared, mientras el apenas perceptible pitido en sus oídos empezaba a disiparse y su vista adquiría una mayor claridad para con lo que le rodeaba.

Perezosamente se levantó, dejando a sus pies entrar en contacto con el frío suelo, provocando así que su cuerpo se erizara, antes de dirigirse hasta el baño. Después de mojarse el rostro y cepillar sus dientes, se vistió con ropa cómoda, deshaciéndose por fin del horripilante traje que no se había molestado en cambiar la noche pasada, y sustituyéndolo por algo mucho más cómodo esta vez.

Miró a su rostro reflejado en el espejo y trató de sonreír, aunque el gesto no mostró nada más que al joven cansado y demacrado en el que se había convertido en un lapso de una sola noche. Desde los recientes sucesos hasta la gota que había colmado el vaso y terminara por destruir los pocos y casi imperceptibles hilos que aún los mantenían unidos como a una familia. O a lo que ellos querían creer que eran.

Una familia que tristemente, y por más que odiara admitirlo, tal vez nunca había existido.

Viendo la facilidad con la que esta se había derrumbado, incapaz de soportar algunos secretos guardados. Era obvio que nunca fue tan sólida como a Tao le gustaría presumir.

Deslizó uno de sus dedos por sobre las bolsas oscuras que se habían formado bajo sus ojos, estos estaban también rojos e hinchados por todo el tiempo que había estado llorando, eso por no mencionar el infernal dolor de cabeza que le martilleaba los sesos.

Captando el delicioso aroma que empezó a filtrarse a través de la puerta cerrada, Tao fue atraído por su olfato hasta la cocina.

Sus hermanos ya se hallaban sentados a la mesa y comían sumergidos en un completo silencio cuando llegó.

El Omega que se había unido a Sehun, Luhan, les daba la espalda mientras revolvía algo en el recipiente puesto a la estufa. Él era quien probablemente había cocinando lo que sea que sus hermanos estuvieran ingiriendo, o fingiendo que ingerían, ahora mismo.

Tao tomó un lugar al lado de Kyungsoo. Su hermano, quien mantenía los brazos cruzados contra el pecho, era el único que no había probado bocado hasta ahora. Su plato estaba lleno y humeante aún, desprendiendo un exquisito aroma.

De acuerdo, tenía que admitir que eso lucía bastante bien.

Suho y Chanyeol, quienes no podrían ser tan ingratos u obvios en cuanto a su descontento, comían de mala gana, aún y si sus rostros ligeramente incómodos no pasaban desapercibidos para él y para nadie en la cocina.

Por otro lado, Kyungsoo estaba en un nivel completamente diferente de mal disimulo. El Omega emanaba enfado por cada uno de sus poros.

Optando por ignorar aquello, Tao se giró al sentirse observado, encontrándose con su hermano Sehun, quien le miraba por sobre la taza de café que bebía. Tao apartó la vista en seguida. Él aún no se había olvidado de su indignación.

Y pese a que le hubiera gustado renegar, la comida que Luhan preparó para ellos sabía muy bien. Sumado al hambre, no es como si estuviera siendo débil, pero él definitivamente se acabó lo que le fue servido.

Durante el desayuno, llevado a cabo con apenas el sonido de sus respiraciones haciendo eco, Tao se dirigió a un Suho que no había parado de bostezar y de masajear su cabeza como si esta le doliera. Eso no hizo más que aumentar su curiosidad y le llevó a preguntarse si es que acaso él también había llorado más de la cuenta.

El Tratado《EXO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora