La madre de Christiane

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LA MADRE DE CHRISTIANE.

Fue un domingo. Aquel domingo en el que vi el piso del baño salpicado con gotas de sangre y luego examiné el brazo de Christiane. Casi se me cayeron los ojos. Fue un golpe muy duro. Christiane me había demostrado lo absurda que había resultado la educación que le di y de la cual yo me sentía tan orgullosa. Me di cuenta que lo había hecho todo al revés porque quería repetir una sola idea: no repetir los errores educativos de mi padre.

Por ejemplo, cuando Christiane comenzó a frecuentar la "Sound" a mí no me agradó la idea. Pero su amiga Kessi y las chicas del "Hogar Social" iban. Entonces me dije: ¿Y porqué negárselo a Christiane? Pensaba en todos aquellos placeres inocentes de mi juventud de los que me privó mi padre cuando era muchacha. Y persistí en mi permisividad cuando Christiane me presentó a su amigo Detlev. Se habían conocido en la "Sound". Me causó muy buena impresión. Tenía buenos modales, un aspecto agradable y era simpático.

En fin, era un muchacho encantador. Y encontré totalmente normal que Christiane se enamorase. Me dije:" Está justo en la edad del primer amor: lo importante es que sea un buen muchacho". Y yo veía que el amaba de veras a mi hijita. Si en esa época alguien me hubiera dicho que es par se inyectaba, habría pensado que estaba demente. Aparte de sus sentimientos por Detlev, no reparé nada especial en Christiane.

Por el contrario, me parecía calmada, más equilibrada. Con anterioridad había pasada por una etapa en que andaba peleando hasta con los muros. Lo mismo sucedía en el colegio, daba la impresión de que todo marchaba bien.

Se hablaban por teléfono a diario después de clases y ella me contaba lo que hacía: iba a la casa de una compañera e iba a esperar a Detlev a la salida del taller. Nada de aquello me parecía reprensible.

Durante la semana generalmente cenaba en casa, Si se retrasaba me llamaba para avisarme. De vez en cuando iba por las tardes al "Hogar Social" a juntarse con sus amigos. Al menos, eso era lo que ella me decía...

También había comenzado a ayudarme con el aseo de la casa y yo la recompensaba obsequiándole alguna que otro pequeño obsequio: un disco o le añadía un marco a su mesada. Mi amigo Klaus no estaba de acuerdo en lo que yo hacía. Me aconsejaba que de vez en cuando me preocupara más de mí porque Christiane no hacía más que explotarme. En cierto sentido, quizás el tenía algo de razón pero yo siempre pensaba que debía hacer algo especial por Christiane, que debía resarcirla de alguna manera. Sólo que en esa época yo no tenía las cosas tan claras.

Mi amigo también opinaba que me excedía en los permisos para autorizar a Christiane a quedarse a dormir afuera en casa de sus amigas. De hecho, el no le creía cuando ella decía que se alojaría en tal o cual casa. No podía espiarla porque es una modalidad que se riñe con mi personalidad. Mi padre me había espiado siempre y nunca tuvo un motivo para reprocharme.

Y después Christiane me contó que se había acostado con Detlev. "Mamá" me dijo "el fue tan cariñoso conmigo como no te lo puedes imaginar". Comprendí entonces, al menos eso creí, porque quería alojarse siempre en la casa de la amiga los sábados en la noche.

Bueno, cuando eso sucedió, no me pareció tan espantoso y le di permiso dos o tres veces para dormir en casa de Detlev. ¿Cómo podía impedir que se acostaran juntos?

Los psicólogos repetían constantemente— tanto en la televisión como en los diarios— que los jóvenes de hoy eran muchos más maduros y que no se debía reprimir su sexualidad. Y yo compartía esa opinión.

Christiane al menos, tenía una relación estable. Eso, me tranquilizaba. Veía a tantas jovencitas del vecindario que cambiaban de pareja como quién se cambia de ropa.

Los niños de la estación Zoo - Yo, Cristina F.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora