La madre de Christiane

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LA MADRE DE CHRISTIANE.

La jornada había sido muy dura. Estaba enferma y a punto de desmoronarme. Por fin había podido llorar durante el vuelo de regreso. Estaba triste y aliviada a la vez: triste por la separación con Christiane, aliviada de haber logrado por fin alejarla de la heroína. Por primera vez, estaba segura de haber tomado la decisión adecuada. El fracaso de la experiencia de Narconon me confirmó que la única solución para Christiane era trasladarla a un ambiente en donde no hubiera heroína. Era su única oportunidad de sobrevivir. Cuando su padre se la llevó a vivir con él, me dio la oportunidad de juzgar el pasado en forma analítica y meditar profundamente sobre el problema de Christiane. Llegué a la conclusión de que si se quedaba en Berlín, estaba condenada. Mi ex-marido tuvo la buena idea de asegurarme que ella estaba desintoxicada. No lo creí. Hacía mucho tiempo que temblaba por la vida de Christiane y jamás pensé que podía empeorar. Pero después de la muerte de Babsi no tuve nunca más un minuto de tranquilidad.

Decidí enviar a Christiane junto a mi familia sin importarme la decisión de su padre. Como Christiane vivía bajo su techo, el había obtenido temporalmente su tutela. Me dispuse a convencerlo. El no podía comprender el motivo. Quizás no había pasado por mi experiencia. También, quizás, porque no quería reconocer su fracaso. Mientras tanto, recibí una notificación con la culpabilidad de Christiane por infringir la ley de estupefacientes. La señora Schipke, de la Brigada de Estupefacientes, me advirtió por teléfono. Me aconsejó no culpabilizarme sobre lo ocurrido. "¿Qué puede hacer usted si ella insiste en inyectarse... y volver a inyectarse sucesivamente...? Cada toxicómano decide su suerte" Ella conocía muchos drogadictos que provenían de familias con apellido distinguido como Christiane, que debían comparecer ante un tribunal. "Usted no debería atormentarse", me aseguró.

Me tenía choqueada ver que figuraba un bolso de heroína en su cuarto entre las pruebas retenidas en contra suya. Fui yo la que lo encontré y en mi locura llamé por teléfono a la Schipke. Cuando ella me preguntó —la muy hipócrita— si podía enviárselo para analizarlo, no sospeché evidentemente que mi descubrimiento sería utilizado algún día en contra de mi hija. La misma señora Schipke añadió: "No indique el remitente, así no se podrá probar nada". No considero justo desde mi punto de vista, condenar a niñas como Christiane por su toxicomanía. Christiane no le había hecho daño alguno a nadie. Ella se destruyendo a sí misma. ¿Quién podría juzgarla? Sin mencionar el hecho que, por lo que me he enterado, la prisión jamás ha logrado curar a un drogadicto.

La lectura de aquella Acta de Acusación reforzó aún más mi decisión. Recogí lo que me iba quedando de coraje dentro de mi espíritu, luego fui en busca de los Servicios de Tutelaje y les expliqué toda la situación. Por primera vez, después de frecuentar las oficinas administrativas, me escucharon con mucha atención. La visitadora social que estaba a cargo de mi caso, la señora Tillman, juzgó preferible alejar a Christiane de Berlín. Mientras esperaba el traspaso de la tutela de Christiane —lo que tomaría algún tiempo, ella se ocuparía de encargarle una vacante en un Centro de Terapia. De este modo, mi marido no tardaría en dar su aprobación. Estaba segura de ello. Por primera vez sentí que él no actuaba prometiendo castillos en el aire. La señora Tillman tomó realmente en serio el caso de Christiane.

En una ocasión, poco después de la entrevista, sonó el timbre a mediodía. Era Christiane. Había regresado de un Consultorio Anti-Drogas. Estaba extenuada y atiborrada de heroína, hablaba de suicidio y sobredosis. Después de calmarla, la acosté. Luego llamé a la señora Tillman, la que llegó de inmediato. Y entre las tres, incluida Christiane, decidimos hacer un plan de acción. Ella se iría por algunos días al Hospital Psiquiátrico para desintoxicarse físicamente. Luego se reuniría directamente con una comunidad terapéutica (había que encontrarle una vacante allí a través del consultorio Anti-Drogas o a través de la Señora Tillman).

Los niños de la estación Zoo - Yo, Cristina F.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora