Azul como el cielo

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Azul como el cielo

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En términos simples, su infancia había sido una mierda.

Nunca supo quién era su madre y si lo supo, probablemente no valía la pena recordarla. Su progenitor había sido un cerdo alcohólico que solo sabía golpearlo cuando no lograba llevarle dinero, objetos de valor, licor o comida. Cuando se cansó de él lo vendió por una mísera valija con billetes.

La persona que lo "recogió" ese día, fue Jigen.

Ese malnacido que había arruinado su vida y de paso, junto con sus perros falderos, habían convertido su cuerpo en una aberración.

Pasaron años hasta que finalmente logró encontrar la oportunidad perfecta para liberarse de ellos.

O eso pensó...

Porque tan pronto escapó, terminó topándose con esa peste de Konoha. Y ahora estaba ahí, en una casa en la que no quería estar, con un imbécil gallito mimado que tenía una marca maldita como la suya. Pero esto había sido por decreto de un adulto con cara de idiota.

Un idiota contra el que sabía no tenía oportunidad.

― ¡Con una mierda, enano descerebrado! Yo estaba aquí antes

― ¿A quién llamas descerebrado, Yankie? ―protestó Boruto.

― ¡Oigan, ya les dije que está prohibido usar malas palabras en casa!

*****

Desde la puerta que daba al comedor, Hinata suspiraba con resignación y preocupación mezcladas.

Hacía una semana desde que Naruto había llegado a casa con una sonrisa calma diciendo que aquel chico llamado Kawaki viviría con ellos. Semana en la que se estaba comenzando a hacer habitual ver a Boruto y Kawaki pelear por cualquier cosa, siempre llevándose la contraria. En ese sentido, suponía que a su esposo le recordaban sus días de infancia con su equipo, en especial con su mejor amigo.

Naruto le había comentado en parte las situaciones de aquel chico, así también el por qué había tomado su decisión, la cual apoyaba. Ante sus ojos aquel niño parecía haber tenido que pasar por muchas cosas, la forma en que se ponía arisco por cualquier cosa, él estar alerta ante el menor movimiento, siempre vigilando a su alrededor como si temiese que en cualquier momento alguien fuese a atacarlo, eso era indicio que su tierna infancia no había sido agradable, por tanto, ella también creía que un hogar era lo menos que se merecía.

Sin embargo, había algo que le preocupaba.

― ¡Imbécil!

― ¡Gamberro!

― ¡Oigan, no peleen! ¡Auch! ¡Ese es mi pie 'ttebayo!

Otro suspiro escapo de sus labios.

De ahí derivaba su preocupación actual...

Él léxico de Kawaki era algo... especial.

Y su hijo parecía que también comenzaba a desarrollar el propio.

No obstante, su mayor preocupación era otra persona, se dijo al ver como Himawari regaba un par de macetas en el exterior, aparentemente ajena a todo. Ella aún era pequeña para ser expuesta a tal vocabulario. En ese sentido había pedido el apoyo de su esposo para que los otros dos evitaran en la mayoría de lo posible, decir malas palabras.

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