Tras toda la noche viajando a caballo, Jean d'Aulon sintió una agradable sensación de tranquilidad al entrar en Orleans. Eran apenas las seis de la madrugada pero toda la ciudad, civiles y soldados, estaba en pie para recibir aquellos refuerzos de militares desde Blois y una aún más grande cantidad de hombres enviados por el rey Charles desde algunas poblaciones importantes del bando armañac.
Jehanne, empuñando su estandarte blanco bordado con ángeles, flores de lis y los nombres JHESUS MARIA, iba al frente de una pequeña comitiva desde Orleans para servirles de guardaespaldas, de la misma forma que habían hecho al salir hacía cuatro días.
La joven y d'Aulon se vieron de lejos, cada uno sobre su caballo, y se sonrieron. Al entrar en la ciudad todo fueron vítores y alabanzas. Confiaban en que todos aquellos hombres y su lideresa vencerían pronto y que Orleans sería liberada al fin del enemigo inglés.
Fue tanto el tumulto de gente que se agolpó alrededor de ellos, que incluso había quienes aporreaban la puerta de la casa del señor Boucher para intentar hablar con La Doncella. Ella lo hubiera hecho de buen grado, pero su humildad se lo impidió; ella no era más que ningún otro soldado, ni superior a cualquier humano, hombre o mujer.
Al fin y al cabo, todo lo hacía de parte de Dios y del Señor de los Cielos, ella pensaba que solo era su enviada y que nada de lo que hacía sería posible sin su inspiración divina.
Pero los que la apreciaban y conocían sabían que aquellos eran pensamientos demasiado modestos viniendo de una mujer tan fuerte, inteligente y capacitada.
Al bajar de su caballo, Jehanne estrechó entre sus brazos a su hermano Pierre con mucha dulzura y lo besó en la frente.
—¿Estás bien?
—Mejor que nunca –Pierre la besó también en la frente—. No temas, he aprendido mucho en estos días separados. Ya sé empuñar la lanza tan bien como tú y la espada aún mejor.
Jehanne rió con muchas ganas.
—¿Jean y la Hire también están aquí?
—Sí. D'Aulon está dentro de la casa, Jeanne está a punto de servir el desayuno.
Al oír aquello, Jehanne corrió rápidamente hacia el comedor de la casa, donde se abalanzó sobre Jean d'Aulon para abrazarlo con fuerza. Ni siquiera el que él llevara su armadura completa impidió que sintiera la ternura de ese gesto.
—¡Gracias a Dios has regresado! –Jehanne se separó un poco de él y lo miró a los ojos, sonriente— Siéntate, debes estar agotado.
—Gracias, Jehanne –el hombre acarició su mejilla y se sentó como le había dicho—. Yo también te he echado de menos.
—Es que he pasado unas noches horribles... Llenas de pesadillas incomprensibles. Y creía que eran un mensaje de que tú estabas en peligro...
—Estoy bien, ya lo ves –Jean se quitó su armadura rápidamente y volvió a sentarse—. Solo muy fatigado.
—Ayer San Miguel me mostró su lanza que brillaba más que nunca. Creo que pronto habrá una gran batalla. Mucho más larga y sangrienta que las anteriores. Él me lo mostró.
—¿Tienes miedo?
—No lo sé. No temo por mí, mis santas me protegerán. Pero temo por la gente de Orleans. ¡Y no debería hacerlo! Porque Dios y Jesucristo están también protegiéndoles.
—Toma –Jean sacó el rosario que le había entregado Jehanne días atrás y se lo devolvió—. Tu cruz me ha dado la paz que necesitaba.
—¡D'Aulon!
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Lluvias y flores sobre Francia (Completa)
Historical FictionLa historia de Juana de Arco (Jehanne, en francés de su época) empezando por el inicio de su leyenda en la corte del Delfín, pero también sobre el sacrificio por Francia y su trágica muerte. 💠 La novela también está disponible en físico y ebook en...