Sobre Orleans, el cielo había amanecido despejado, el azul era tan intenso y el sol brillaba tanto, que al fin, después de tanto tiempo, apreciaban el verdadero clima primaveral.
Todo parecía sonreír aquella mañana del seis de mayo de 1429, desde la gente que ya veía cada vez más cercana la hora de la liberación de su ciudad, hasta el tiempo agradable.
Pero en el corazón de Jehanne había una tormenta oscura y terrible. Tronaba su enfado y quien la viera en aquel momento, podría asegurar ver rayos abrasadores que brotaban de sus ojos.
Lo habían vuelto a hacer.
A pesar de todo lo conseguido y de que ya parecían confiar en ella plenamente, los capitanes habían hecho una reunión de guerra a sus espaldas.
Ni siquiera Gilles de Rais había podido advertirla, aunque lo habría hecho de buen grado, porque ya se habían ocupado aquellos hombres de ocultárselo también a él sabiendo que se lo diría.
El plan de ataque de Jehanne era claro y lógico.
El de los otros capitanes era claro pero tan intangible que incluso después de haber conseguido recuperar los bastiones de la orilla derecha(8) de la ciudad sin que La Doncella lo supiera.
Horas después, ya después de mediodía, se encontrarían con la realidad de la estrategia y su poca fiabilidad.
El día anterior se celebró la fiesta de la Ascensión del cinco de mayo y la guerrera había tenido que ceder ante ellos y no luchar aquel día porque la habían convencido de que era un día sagrado y, por lo tanto, no podían ofender a Dios faltando a las misas, la procesión y la comunión.
Y para colmo, con esa celebración, se dio cuenta de que había calculado mal la fecha de Semana Santa, ya que había tenido lugar hacía cuarenta días, durante su estancia en Chinon, y no hacía una semana. No se culpaba de ello, ya que después de meses sin tranquilidad en su vida ni siquiera había tenido tiempo de dedicar el tiempo a ir a misa dos veces al día ni de tener referencias de las celebraciones consagradas; ya ni sabía en qué día vivía.
Su prioridad era, sobre todo, su carrera militar, así que Jehanne, además de seguir con gran rigurosidad todos los momentos religiosos del día, se había ocupado de informar a todos sus soldados y capitanes de cómo sería la campaña militar al día siguiente.
Pero todo había sido en vano. Los capitanes se las ingeniaron para engañarla, una vez más, y ella descargó toda su rabia contra Dunois en cuanto lo vio aparecer por la puerta de Renard.
—¿De verdad lo habéis hecho? ¡Habéis luchado sin mí!
—Jehanne, por favor, cálmate...
— No puedo calmarme, ¡me habéis ocultado información! ¡Y me habéis engatusado para que no sea participe de vuestra batalla! ¿Por qué? ¡Yo soy un soldado como todos vosotros!
—No tuvimos ocasión de contártelo— explicó el Bastardo Dunois intentando mantener la calma ante aquella mujer tan dura de fuerza como de carácter—. Lo improvisamos todo esta mañana temprano... Sin pensar...
— ¡Mentís!— la joven a punto estuvo de agarrar al hombre por el cuello de su túnica y éste dio un paso hacia atrás, temeroso—. D'Aulon y De Rais tampoco lo sabían, y son oficiales.
—D'Aulon vive contigo...
—¡Pero no Gilles de Rais!— la joven estaba tan irritada que el Bastardo se la llevó de allí para evitar a varios de los allí presentes, que empezaron a observarlos discretamente—. No os creo. Bastardo, Bastardo, decidme la verdad.
—Está bien. Lo siento, Jehanne. Mis hombres y yo tuvimos que llegar a un acuerdo con Gamaches y ya sabes cómo es él. Pero ya está todo resuelto. Hemos ganado tres boulevards más y todo en una mañana. Ahora nos dispondremos a atacar la orilla izquierda. De verdad, no miento.
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Lluvias y flores sobre Francia (Completa)
Ficción históricaLa historia de Juana de Arco (Jehanne, en francés de su época) empezando por el inicio de su leyenda en la corte del Delfín, pero también sobre el sacrificio por Francia y su trágica muerte. 💠 La novela también está disponible en físico y ebook en...