Las primeras noches en su celda del palacio de Beaulieu fueron unas de las peores experiencias de su vida hasta entonces. Solamente superaba aquel sentimiento terrible el haber visto tantas muertes durante su año en el campo de batalla.
Le habían despojado de su armadura, su casco, sus armas e incluso sus anillos y su adorada cruz.
Estaba completamente sola, sin saber qué harían con ella, cuándo ocurriría tal cosa y recibiendo las visitas de los guardianes más próximos a su edad, que la insultaban y humillaban. Ella les respondía con inteligentes argumentos o algunos puñetazos, pero eso solo conseguía que sus carceleros tuvieran más interés en vejarla.
Ni siquiera dormía, pues aquellos hombres la visitaban a cualquier hora. Reprimía el llanto ante ellos pero en la soledad de su celda, cuando todos descansaban, oraba a su Dios y sus santas con las lágrimas brotando de sus grandes ojos, tan intensamente que incluso dolían.
Hasta que aquellos ataques comenzaron a ser de tipo sexual, con palabras inapropiadas y tocamientos en el trasero y los pechos.
Después de varios días con aquellos abusos, aun estando siempre vestida, Jehanne consiguió romper la tabla de madera que había en un lado de su habitación de la prisión y, burlando a sus guardianes, consiguió escapar por el pasillo, hacia el exterior.
Corrió lo más veloz que pudo por el prado que separaba la prisión del resto del edificio. No había apenas comido en las últimas semanas pero, acostumbrada a comer poco, tenía todavía energía en las piernas para aquella huida.
—¡La prisionera se escapa!—alertó de pronto una voz tras ella—. ¡La francesa está huyendo!
El portero del castillo de la propiedad de Jean de Luxembourg la había descubierto y, al dar la fuerte voz de alarma, todos corrieron hacia allí, sin que la guerrera pudiera alcanzar la libertad.
La volvieron a encerrar, esta vez en una celda más resistente.
—¿Dónde están mi hermano y Jean d'Aulon?—preguntó ella mientras la encadenaban por primera vez. Solo las piernas, con una cadena atada a una argolla de hierro en la pared.
—Eso no es de tu incumbencia, puta.
—¡Sí lo es! Pierre es mi hermano y Jean mi intendente y mejor amigo. ¡Por mi bastón! ¿Dónde los habéis encerrado?
—Te repito: no te interesa.
Jehanne gritó de rabia, intentando no golpear a aquellos hombres para evitar un mal mayor.
Aun así, tanto los carceleros como el propio Philippe el Bueno se dieron cuenta de que aquella pequeña prisión no era un lugar adecuado. La Doncella era una prisionera demasiado importante, por lo cual, su cárcel debía ser más resistente en muros y personal.
Lo sabían todos, franceses e ingleses, nobles y clérigos, e incluso los teólogos de París y los inquisidores de la zona.
—¡Uno de vuestros soldados me robó el anillo que me regalaron mis hermanos! ¡También mi rosario!—le espetó la guerrera al primer noble de la familia de Borgoña que fue a visitarla a su mazmorra del castillo de Beaurevoir, la residencia de Jean de Luxembourg donde había sido trasladada a finales de junio.
—Los botines de guerra están permitidos, señorita. Así que deja de quejarte de una vez.
—¿Dónde están Pierre y Jean d'Aulon?—insistió, en aquella eterna pregunta que nadie quería responderle.
Sabía que d'Aulon estaba cerca, pues él mismo estaba llevando sus asuntos legales, continuando con la intendencia de su amiga.
—¡Basta ya! No les debemos explicaciones a ningún prisionero de guerra y menos si es una mujerzuela como tú.
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Lluvias y flores sobre Francia (Completa)
Historische RomaneLa historia de Juana de Arco (Jehanne, en francés de su época) empezando por el inicio de su leyenda en la corte del Delfín, pero también sobre el sacrificio por Francia y su trágica muerte. 💠 La novela también está disponible en físico y ebook en...