Capítulo 3

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- Lamento la tardanza

Su voz, esa voz que Sirius no había escuchado en años, muchos años, ya no estaba el niño que una vez vió, ni siquiera estaba el joven desmejorado por Azkaban, el dolor de haberlo dejado ir a ese horrible lugar volvió a él, Harry no había tenido una forma de animago para refugiarse como la había tenido él, el remordimiento volvió con la misma intensidad que del día en que se supo la verdad, el día que se dió cuenta que lo había traicionado, había traicionado a su propia familia de nuevo.

Sabía que la vida lo estaba tratando bien, siguió las pequeñas noticias que aparecían sobre él, como sus resultados de ÉXTASIS que conmocionaron a todos, el breve tiempo que jugó para un equipo Búlgaro en Quidditch como buscador enfrentándose a Víctor Krum y superandolo por mucho, o que estuvo enseñando en Beauxbatons, Durmstrang e Ilvermorny un año cada una como profesor de Defensa y Artes Oscuras, como se le vió rodeado de diferentes Ministros de Magia que alababan su ingenio y humildad con sus propuestas inclusivas de hombres lobo y el progresivo trabajo que hacía para crear escuelas que recibieran a los nacidos de muggles como niños de padres mágicos para una educación pre escuelas mágicas para educarlos en las tradiciones e historia del mundo al que pertenecían, así como orfanatos como el que logró producir en Inglaterra para los pequeños perjudicados por la guerra.

Cómo lo fue él - le recordó una voz en su mente que empujó, no necesitaba recordar sus errores

- Tuve un contratiempo que atender

Fue su voz que lo sacó de sus cabilaciones, se oía tan suave y dulce pero también llena de madurez y gravitud, estaba enojado, Sirius podía decir eso, lo conocía muy bien

No tanto - volvió a hablar la voz en su cabeza haciéndolo gruñir mentalmente

Sus pasos seguros y fuertes le indicaron que atrás había quedado el niño inseguro de 13 años que conoció, aquel que no sabía qué pasos dar pero aún así los daba con fuerza y el fuerte deseo de prosperar pero deseando que alguien estuviera ahí para guiarlo, apoyarlo y amarlo; él debió al menos ser capaz de darle los dos últimos. Ahora parecía tan independiente, sin necesidad de nada y nadie para lograr sus objetivos, parecía tan fuerte que le dolió no estar con él en su fortaleza.

La mayoría miraba al hombre que tenía los ojos fijos en los encapuchados que parecían temblar ligeramente, los nacidos y criados de muggles miraban sin comprender el porqué el hombre entabló tanta conmoción, los que lo reconocieron del orfanato sonreían a gusto y alegría, los profesores no sabían que sentir de ver a su ex alumno, la amenaza de él hace tantos años colgando de forma silenciosa en sus mentes.

Para cuando alcanzó a los aún primeros formados éstos se abrieron para darle paso menos los encapuchados que giraron a verle de forma pausada. Los escaneo de forma ligera y el dragón en su hombro rugió en su dirección.

- Espero no haber llegado tarde - dijo mirando a su mejor amiga

- Solo unos cuantos años - recriminó Hermione mientras se paraba con una sonrisa en su rostro, la sonrisa en respuesta no se hizo esperar

- Las lechuzas se habrán perdido - respondió descaradamente - No le importará que participe ahora ¿No?

- Éste es su lugar - respondió aplaudiendo, la mesa se amplió y los profesores se movieron adecuándose a la nueva posición, una silla igual a la de ella apareció a su lado derecho - Es un gusto tenerlo con nosotros Lord Gryffindor y Slytherin

- El gusto es mío Lady Hufflepuff - se inclinó levemente recibiendo lo mismo de ella - Es bueno estar en casa

- Al fin estamos juntos - las miradas fueron a parar al fantasma de la casa Ravenclaw que estaba al inicio de la mesa luciendo una sonrisa alegre

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