James se despertó en la cama de su habitación.
Estaba vivo. Había vuelto al pasado, a pesar de todo. Pero eso no le hizo sentir ningún alivio. ¿Por qué iba a hacerlo? Había perdido otra vez. Otra vez, tendría que pasar por esa pesadilla.
Se levantó de la cama, agarro la lámpara que había sobre su mesita de noche y lo estrello contra la pared con todas sus fuerzas.
Se le escapo el grito salvaje de un animal moribundo y volvió a golpear la pared con la lámpara, que se había doblado por la mitad por la fuerza del primero impacto. La bombilla estallo, desperdigando trozos de cristal por todas partes.
—¿Qué pasa?—pregunto Pyrrha, saliendo del baño apresuradamente.
Cuando lo vio allí, encogido apretando la lámpara destrozada con tanta fuerza que sus nudillos se habían puesto blancos, apretó los labios en una fina línea.
Ren le miraba con los ojos muy abiertos. Nora estaba callada, por una vez.
Jaune dejó caer la lámpara. ¿Qué se creía que iba a conseguir con eso? No podía rellenar el hueco en su corazón destrozando cosas así.
Había perdido el control de sí mismo. Lo que acababa de hacer no era algo que pudiera explicar, ni algo que ellos estuvieran dispuestos a dejar de lado.
—¿Jaune?—Pyrrha se acercó y extendió una mano hacía el, lentamente. Casi como si tuviera miedo de él. Como si esperaba que se lanzara encima de ella con la misma violencia que había demostrado con la lámpara—¿Qué te pasa? Háblame.
Se dio cuenta de que estaba llorando, porque todo estaba demasiado borroso.
—¡No te acerques a mí!—grito, cuando la mano estuvo a punto de tocar su hombro.
Pyrrha se echó hacía atrás. No supo cómo responder a eso, y no la culpaba. No podía entender lo que le había pasado, porque no era la misma persona que había conocido. Ya no. Había pasado una eternidad desde que entro en Beacon como capitán del equipo Juniper.
—¡No te acerques!
Salió de la habitación a la carrera, tambaleándose como si estuviera borracho.
Oyó que gritaba su nombre, pero no se echó atrás.
Sus pensamientos daban vueltas en su cabeza y estallaban al chocar unos con otros. Tenía los trozos rotos de esos pensamientos clavados profundamente en su mente.
Quería liberarse de ese dolor inescapable.
Como controlados por una voluntad distinta a la suya, los pies le llevaron a la azotea. El lugar donde casi había perdido todo lo que había ganado en sus primeros días en la academia. El lugar donde solía entrar con Pyrrha.
En cierto sentido, era irónico que hubiera acabado en ese lugar, entre todos los lugares. Si las circunstancias fuesen distintas, se habría puesto a reír.
Se acercó al borde.
La distancia del tejado al suelo no sería suficiente, por supuesto. Como mucho se rompería si saltaba de Beacon a la tierra, nada ni nadie podrían salvarlo. Sería un final rápido, indoloro.
Mucho más rápido e indolora que si seguía como hasta ahora. Después, era inútil, todo lo que pensaba y se le ocurría.
Jaune se cayó de rodillas.
Después de un instante, o puede que después de una eternidad, alguien irrumpió en la azotea. El ruido de pasos. Ese alguien se arrodillo detrás de él, pero no le toco ni dijo nada durante un rato.
Cuando empezó a pensar que esos sonidos solo habían estado en su cabeza, oyó algo más:
—Por favor, dime que te pasa.
La voz de una mujer. La voz de Pyrrha.
—Si lo haces, es posible que te pueda ayudar. Hare todo lo que este en mi mano. Odió verte así, Jaune.
—No tendría sentido—respondió, su voz apenas más que un susurro.
—¿Por qué no? ¿No confías en mí?
—No me creerías.
—No puedes estar seguro sino lo intentas—le rodeo con sus brazos y le apretó contra ella—Ten fe en mí.
—Incluso a Ozpin, con los años que ha vivido y todo lo que ha visto, le cuesta creerme. Es inútil.
—¿Ozpin? ¿Lo sabe el director?
—No. No este director.
—¿Este director? No... entiendo lo que quieres decir. ¿El director de Atlas? ¿Él es quien lo sabe?
—Pyrrha. Eres una de las personas que más me importa. Lo sabes, ¿verdad? Así que escúchame con atención. Deberías de irte y dejarme a mi suerte, porque...
—¡Jamás!—le sujeto con más fuerza—Jamás te abandonaría. Tu... también me importas. Mucho.
—No es un problema normal, como que me sienta inadecuado o algo parecido. ¿No entiendes qué esa advertencia iba en serio?
—Más razón para echarte una mano.
—Pero...
—¡Pero nada! ¡Ya basta! No vas a disuadirme. No me moveré y no dejare que te muevas hasta que estés listo para contármelo todo.
Jaune estaba anonado. Nunca había visto ponerse así a Pyrrha, incluso al borde de la muerte. Enfadada de verdad, no solo siendo estricta.
—No quería decirlo así—le susurro. Ahora que lo pensaba, estaba demasiado cerca de él—. Estoy muy asustada. No sé qué está pasando, pero es evidente que no puedes enfrentarte a ello solo. Somos un equipo, Jaune. Tenemos que mantenernos juntos.
Cerró los ojos.
Puede que tuviera razón.
Él no era un héroe, ni nunca lo había sido. Necesitaba a otros consigo para luchar sus batallas. Como líder tampoco era gran cosa, pero quizás podría convertirse en alguien digno del papel que le habían asignado.
Podría acabar con Cinder y sus planes, y recuperar las cosas que había perdido por el camino sin darse cuenta.
Nunca se lo había contado a Pyrrha. Lo que supo, lo supo por Ozpin, no por él.
Era una decisión llena de posibilidades ilimitadas. Una página en blanco. Probablemente llevaría a una muerte diferente, y no a un final, pero la esperanza que ardía en su pecho con una intensidad alarmante no le permitía entrar en razón.
—Vale, hablare. Pero espero que no lo lamentes.
—Asegurémonos de eso después.
—Sí.
Así que abrió la boca y se lo contó todo. Mientras hablaba, la oscuridad que se había escondido en las grietas de su corazón salió de su cuerpo. Mientras hablaba, sintió que volvía a la vida.
Aunque estaba lanzando una lanza de esperanza hacía los cielos, esperando que volara.
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Escudriñando las tinieblas [RWBY]
FanficCada vez que Jaune muere en la batalla de Beacon, despierta una semana antes del festival Vytal. Solo el recuerda lo sucedido, así que el destino de todos está en sus manos. ¿Quedara atrapado para siempre en ese laberinto temporal, o podrá evitar la...