Flores de tinta

II

Se sintió un poco intimidado al entrar a una tienda tan oscura en colores y luces con sólo un bambú entre manos. Había otro chico lindo con una rubia que le charlaba, pero no los buscaba a ellos.

Encontró con la mirada al protagonista de todos sus futuros sueños, sentado en un banquito dibujando en la mesa muy concentrado.

―¡Hola! Uh, disculpa si interrumpo, pero quería presentarme. Soy de la tienda de al lado y...

―Estoy ocupado.

Ni siquiera levantó la mirada. Oikawa apretó la mandíbula e insistió.

―Les traje un regalo. Es un bambú de la fortuna: atrae suerte y dinero ―dijo con una amplia sonrisa.

Él ni siquiera levantó la vista. Estaba muy entretenido boceteando un pájaro bastante genial, que seguramente lo distraería si no estuviera tan ofendido por la falta de atención ajena.

―Gracias pero si lo dejas aquí, se va a morir. No sé cuidar plantas.

Oikawa estuvo a punto de reventarle la maceta en la cabeza, pero unas manos la tomaron antes de cometer el delito. Levantó la vista y se encontró con el otro chico que estaba ocupado segundos antes.

―Gracias por el regalo. Soy Matsukawa Issei y este bruto es Iwaizumi Hajime. Si algún día necesitas una perforación o un tatuaje, no dudes en pasar.

―No, gracias, mi cuerpo es un templo ―respondió con cierta ironía, porque religioso no era pero tampoco tenía planeado pisar este lugar con intensiones de ser un cliente―. Soy Oikawa Tooru, es un placer.

―El placer es mío.

Estrechó su mano con la de Matsukawa y lo siguió con la mirada para verlo acomodar el bambú al lado de la caja del mostrador y luego cobrarle a la chica.

Se dio cuenta que Iwaizumi lo estaba mirando. Oikawa le puso mala cara, pero supo que enseguida debía cortar el contacto visual porque eran tan bonito que le daba rabia y sentía que se iba a morir de amor. Pero era un maleducado y debería estar enojado. Debería.

Así que le dio la espalda y salió de la tienda luego de despedirse de Matsukawa.