D I E C I O C H O.

145 10 2
                                    

La caída libre dentro  del portal la hizo dudar, titubear y temblar. Su corazón ahora si parecía dejar su pecho. Tocó la puerta incontables veces, una, dos, tres veces, con desesperación, fue la pelirroja de ojos esmeralda quién abrió. Valeria nunca lloraba, pero verla de aquella manera tan débil, vulnerable y asustada le sorprendió. Una enorme mayugadura adornaba su mejilla, supo quien era el responsable en menos de lo que deseó. Quiso echarse a llorar en ese mismo instante. En todo el tiempo que los había conocido, el albino nunca la había tocado, era protector, amable y estable. ¿Hasta que punto había perdido el control de sus actos? 

  —Val, ¿Donde está?—Le tomó las mejillas con tanto cuidado de no lastimarla y limpio las lagrimas que descendía de las mismas, la otra chica no se conformo con ese simple detalle, la rodeó con sus brazos pegando la cabeza a su pecho.

  —Amés. —Se sorbió la nariz gangosa intentando volver a hablar, pero el llanto le dificultaba la tarea. —Está en el Gimnasio... él, él no es así, Amés... le dije que te dejé sola con el chico ese pero al parecer fue un grave error.

Mientras acariciaba el cabello de tono naranja pensó en los futuros pro y contras que vendrían luego de esto. Se alejó con suavidad de la muchacha, haciéndola a un lado y caminando hacia su destino, cruzó la casa completa y bajó al sótano.  

Los puños del chico impactaban sin piedad contra un saco de boxeo, en una secuencia dolorosa, llevaba tanto tiempo haciendo aquello que la sangre se deslizaba desde sus nudos sobre el saco, cayendo en líneas carmín al piso. 

  —Jonathan. —Él la ignoro. —Jonathan, Joanthan, Jonathan.  ¡Detente! ¡Por el amor de Raziel! Debes parar. —La suplica abandonó sus labios de forma dolorosa. Notó con horror como el Iratse tenia días sin ser activado, él dio un ultimo golpe y abrazó el saco. 

  —¿Por qué siempre es así, América? —La rabia haciéndose presente en cada nota. —Siempre hay alguien o algo en medio de ambos, cuando no eres tú con tus malditos muros, soy yo tomando distancia, cuando no es ninguno de esos dos fue Scarlett y ahora es él...  —Las manos le palpitaban de dolor, los nudillos tomaban poco a poco un color morado, rojizo y podrido. Al menos eso fue lo que ella logró observar entre la sangre desbordándose como un río. 

  —Jonathan, esto...

  —¿Lo quieres, Mare?  —Esa pregunta le sentó como una total y rotunda patada en el estomago. ¿Lo quería? ¿Podía llamar cariño a todo lo que la hacia sentir? Al fuego que subía poco a poco sobre su cuerpo cuando él le decía cielo, la manera en la que sus sentidos se agudizaban cuando se acercaba, muy pocas cosas lograban abrumarla pero entre ellas estaba el hecho de quererle sin medida y sin limite. Sin embargo la chica no fue capaz de responder, no sin sonar cruel. No quería lastimarlo. Ante su silencio el joven continuó. —Es igual a mí, mientras lo observaba esta mañana descubri muchas cosas. Dice las cosas que yo diría, hace las cosas que yo haría, es igual de inexpresivo... incluso lo miras de la forma en la que yo he deseado que me mires durante mucho tiempo. Siempre que logro captar tu atención no es de esa forma. 

Dios, como dolía decir aquellas palabras. ¿Era amor lo que esperaba de ella? Hasta ahora cada intento de querer a América Romanov fue un fracaso, no dejaba que nadie la quisiera, se alejaba, te rechazaba o huía. ¿Quien era ese chico? ¿Cuando se había colado en cada poro de su piel? Prácticamente se había quedando con la única chica que deseaba proteger. 

—Lo siento tanto. Simplemente pasó. Cuando hablamos en el metro te pregunte como enamorar a alguien como tú pero estaba hablando de él... siento no haberte dicho de qué se trataba y ahora estoy segura de que piensas que hablé de ti. Mi sueño es que él me quisiera como yo le quería.

—Cuando te hablé de mis sentimientos por primera vez, sin miedos o frenos. Dijiste que no estabas lista para tener algo con una persona como yo, ¿A qué te referías?

—La verdad es que no quería perderte. Involucrarme contigo de forma romántica era igual a eso, yo... no lo quería. Si te aceptaba en algún momento todo terminaría y si te rechazaba ibas a irte. Iba a perderte de alguna manera. No podía permitirme eso.

—¿Qué tiene ese chico, Ams? —Se giró dejando a  la vista su rostro, al parecer ambos habían tenido una pelea porque este mantenía una aboyadura en la ceja. Era obvio que Val no iba a quedarse tranquila después del golpe. —Te he visto de tantas maneras, en tantos momentos. He dado lo mejor de mí para no lastimarte... —Se acercó, le rodeó con las manos las mejillas combinando las lagimas de la muchacha con el color rojizo. Se acercó a su rostro y jugueteo con las narices de ambos, en un roce íntimo y personal, por un momento creyó que iba a besarla pero no fue así, se alejó al instante. —¿Qué tiene él? ¿Acaso es más lindo? ¿Listo? ¿Qué viste?

—Para, por favor... solamente te haces daño a ti mismo.

—Sé que soy difícil, incluso imposible. Pero yo hubiese dado mi vida por ti. —La inspeccionó mientras miraba la forma en la que sus enormes manos se quedaron pintadas en sus mejillas a causa del líquido—, Hubiese levantado el infierno sobre la tierra para protegerte.

Se quedó viéndolo con preocupación. Mientras ella se hundía en sí misma. Si lo que deseaba era lastimarla, muy bien, lo había conseguido con creces. Si esa era la reacción de Jonathan, ¿Cual seria la de los demás que no tenían ni puta idea de Björn?

Podemos hablarlo... —Murmuró. —Es un mal entendido.

—Lo has arruinado, América. Lo has arruinado. Sabías que iba a dolerme. Y ni iquiera eso te detuvo. —Estaba siendo egoísta con ella.

—Pensé que te haría feliz que yo lo fuese.

—Pues felicidades, América. Que seas muy feliz. Pero lejos de mí.

—Jonh...

—Ve a ser feliz con él, en un lugar donde yo no pueda verte.

—Por favor, escuchame.

—No. No quiero hacerlo porque no voy a creerte ni una sola palabra.

—Estás siendo injusto conmigo.

—Para que dos personas sean felices una tercera tiene que sufrir, lamentablemente no quiero pagar ese precio.

Pasó de ella yendo hacia la salida del lugar. Era difícil ver a una persona sufrir de aquella manera, más cuando lucía como alguien tan fuerte, un tipo irrompible, inquebrantable, como lo era Jonathan Morgenstern.

Aquel día se denominaba caos andabante.

Su huida del aeropuerto, el encuentro con el Schröder, la plática en casa y la pérdida del Morgenstern. Había entendido que a ese chico siempre lo iba a perder de alguna manera, siempre iba a escaparse como arena entre sus dedos sin que pudiera detenerlo. No, no lo amaba.  Pero lo quería, tanto que su pecho dolia en ese momento. Lo único que deseaba con todo su ser era el reconfortante calor que emenaba del  cuerpo del chico se ojos claros, que la estrechara en sus brazos mientras ella lloraba como una niña. Pero aquello nunca iba a ser posible.

¿Cómo había terminado así? Sin Jonathan, sin Björn. Sin sus amigos, sin su familia.

— xx —

Fin.

Ahre, es broma.

A través de una fotografía.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora