F I N A L.

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Amés se encontraba sentada sobre la mesa de la cocina, observando a Björn preparar el desayuno, mientras usaba una de sus viejas camisas. Lo que pasó luego de ese beso puede dejarse puramente a la imaginación, esa noche fue realmente productiva. Había algo diferente en ambos, ¿se podía denominar como amor? Quién sabe. Pero estaban bastante cómodos el uno con el otro, en sus borrosos recuerdos estaba aquel donde él la acariciaba mientras le susurraba palabras dulces y ella trazaba círculos imaginarios sobre su cuerpo. Fue un acto altamente íntimo pero valió la pena.

—Me gusta la forma en la que te mueves por este lugar. —Dijo la pelirroja cuando lo tuvo enfrente. —Sé que es tu departamento. Lo conoces bien. Sin embargo hablo de la confianza con la que te desplazas, la he visto en pocas personas.

Las manos del muchacho volaron a su pequeña cintura, estrechandola y acercandola a su cuerpo, llevando su rostro al cuello de la chica, aspiró su olor por unos segundos, tomando distancia luego para verla a los ojos.

—Cuando sientes que estás en el lugar indicado todo se siente bien. 

—¿A qué te refieres con lugar indicado?

—A ti. Tú llegaste a darle vida a mi errada existencia.

—¿Qué soy para ti, Björn? —La pregunta  escapó tan rápido que no fue capaz de pensarlo.

—Es algo difícil de explicar. Eres la chica que en menos de un mes puso mi mundo de cabeza. Por ti, quiero ser mejor persona.

—No hablo de eso sino de las etiquetas. No soy tu novia, ni tu mujer, mucho menos tu amiga. Cuando te conocí pensé que seríamos amigos... pero resultaste ser mi verdadero amor. Al menos quiero pensar eso. 

El chico la inspeccionó un momento. Desde los ojos hasta el mentón. Antes de si quiera hablar medito todo en su cabeza.

—Amés, quiero hacer las cosas bien contigo. —Y eso implicaba ir muy, muy lento.

—Lo sé.

—He estado a nada de pedirte que seas mi novia.

—Deberíamos arreglar eso.

—Tú me pides ser tu novio y yo te pido matrimonio. ¿Te parece?

—No es un trato justo. Posiblemente terminemos hartos el uno del otro antes de llegar si quiera a casarnos.

—¿Eso crees?

—No exactamente, deseaba evitar el tema.

Ambos rieron. Sus narices se rozaron, sus miradas chocaron entonces ella cortó la distancia uniendo sus labios en un beso bastante dulce, de esos que sólo le daba a él. La chica hundió sus dedos en el cabello rubio, dando un leve masaje sobre su cuero cabelludo a ojos cerrados, pudo sentir su corazón acelerarse. En el momento que sus respiraciones se mezclaron y profundizaban el contacto, deseosos de más, el olor a comida quemada de hizo presente, Björn se separó de golpe y Amés saltó de su lugar, buscando dramáticamente un extintor, el humo se extendió por la estancia, haciéndolos toser.

El Schröder lanzó agua sobre el sartén que comenzaba a encenderse. La pelirroja le tendió el artefacto y empezó a abrir las ventanas. Sus ojos se pusieron llorosos, mientras se abanicaba con la mano y esperaba que la manta blanca se disipara por completo.

—Dios, ¿Qué mierda fue eso? —Preguntó cuando todo había pasado. Casi lo vio rodando los ojos ante la palabrota.

—Se llama efecto efecto Romanov. Sino me hubieses distraído nada de esto hubiera pasado.

—Distraído, dice.

—Sí, vienes con tu carita preciosa, tus besos, tus insinuaciones. Yo soy humano, ¿sabes?

Indignada abrió los labios, dispuesta a discutir. Björn la acerca rápidamente a su pecho pegando sus labios con los propios y haciéndola callar, Dios como amaba besarla. Cuando fue demasiado de aquello se separaron, su mejillas rojas por la sorpresa.

—Eres ese alguien que no quiero que se vaya de mi vida. Y a quien no quiero lastimar, jamás. —Le susurró la chica, le besó la frente tomando distancia luego del acto. —Y espero ser algún día lo mismo para ti.

—Eres muchísimo más que eso, Amés.

—Björn Schröder, de la forma más cursi que puede venir de una romántica empedernida como yo quiero pedirte algo...

—¿Qué?

—¿Quieres ser mi novio?

—J-O-D-E-R.

—Responde, luego te paso lo que había preparado hace unas semanas para este momento.

—Puede ser...

—¡Dios! ¿Nunca has sentido que deseas a una persona muy desesperadamente? Que necesitas sentir su olor, escuchar su risa, mirar sus ojos. No hablo solamente de un ámbito sexual.

—Hmmm...

—Porque si es así debes decir que sí.

El repiqueo de la lluvia contra las ventanas del edificio donde se encontraba el departamento le dio un tipo de aura romántica. Por primera vez en mucho tiempo aquel lugar le pareció bonito, sus paredes pintadas de un azul marino, la falta de adornos, la habitación principal por donde sólo habían pasado tres personas pero que ella pensó que eran un mundo, el olor a quemado, el techo forrado con reglillas, la vainilla, creando el momento justo donde ambos recordaron a la chica entrando en él, el acantilado, los besos en cualquier parte de la ciudad, la forma en la que solía meterse en problemas deteniendose en el segundo exacto de la publicación.

—Björn... si hubieses sabido que enviarme ese mensaje luego de esa publicación nos llevaría a esto. ¿Lo hubieses hecho?

—Mil veces sí.

—Hablo de todo. Incluso esas veces en las que te hice enojar. Posiblemente seremos un caos.

—Lo sé, Amés.

—¿Qué hicieron contigo?

—Me jodieron por completo, cielo...

—Te lo pido nuevamente. Déjame hacerte bien, curar esas heridas, pulir las imperfecciones. Tienes que saber que soy nueva en esto del amor pero si me lo permites te daré lo mejor de mí.

Le habían dicho tantas veces eso que ya no sabía que creer. Ella era eso que había deseado pero con lo que no sabía como lidiar. ¿Valía la pena arriesgarse?

—Amés.

—¿Si?

—Sí. Quiero ser tu novio. Solo ten presente que soy experto cagandola, pero me gustas, me gustas demasiado.

—Supongo que podemos hacer de este mundo el nuestro.

Algunas veces el caos crea más destrucción de la que se puede imaginar. A ciencia cierta no sabemos el impacto que tiene una persona en nuestras vidas, hasta que estas se incluyen sin permiso en la rutina. Entre esos casos especiales estaban América y Björn. Dos polos opuestos que se fundieron en un intento desesperado por conocerse. Una historia demasiado rápida. Con juegos, con demonios, sin una estalidad de por medio. En un limbo. Intentando sobrevivir al diario vivir.

A través de una fotografía.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora