VIII

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No solo Dean no quería estar en este lugar, sino que odiaba salir con los colegas del trabajo de su esposo en la mayoría de los casos, por no decir siempre. Pero esta noche se sentía demasiado inquieto por alguna razón. La mano de Azazel yacía, posesivamente, sobre su rodilla y el impulso de golpearla era casi demasiado fuerte como para ignorarlo. Y Dean podría haber jurado que el anillo de oro en su dedo pesaba una tonelada. Jugueteó con el metal, apenas resistiendo el impulso de simplemente sacar esa maldita cosa y tirarla a la basura.

Lo que era doblemente extraño era que Dean no podía estar quieto, sabía que no tenía nada que ver con su marido, que estaba sentado a su lado, o con el hombre de la izquierda, cuya mano rozaba su pierna con tanta frecuencia que el contacto era claramente intencionado. No, él tenía una extraña sensación en el estómago, como un presentimiento

Dean se retorció de nuevo en su asiento y sintió que la mano de su rodilla se tensaba. Miró a los ojos entornados de su esposo y rápidamente agachó la cabeza, avergonzado. Dean no estaba seguro de si Azazel era consciente de la razón su inquietud, probablemente no, ya que Azazel nunca se preocupaba de los sentimientos o emociones que él pudiera tener.

-Creo que tienes que salir y tomar un poco de aire fresco, cariño- Sugirió Azazel, su voz sonaba más fuerte y su mano se apretó fuertemente en la pierna de Dean. Eso no auguraba nada bueno; Dean no estaba del todo seguro de lo que había hecho mal, pero asintió de todos modos, con la esperanza de que el aire fresco le hiciera algún bien.

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Castiel se sentó en el bar con Gabriel; él y su equipo habían sido llamados a San Francisco para trabajar en un caso que había dejado totalmente perpleja a la policía local y Gabriel y Rachel habían decidido ir a la ciudad con él. Habían logrado resolver el caso y el asesino estaba ahora sentado en una celda de la cárcel esperando su juicio. Castiel estaba bastante seguro de que el hombre se iría de por vida; era la única satisfacción que tenía hoy en día.

Pero había algo que no se sentía bien, Castiel tenía el presentimiento de que había algo mucho más grande detrás de este caso. Descubrir el paradero del asesino había sido muy fácil para su gusto y casi yodo pareció armado. Existían rumores que decían que esta zona estaba bajo la mafia, pero Castiel no estaba seguro. Así que una vez que regresara a Lawrence se aseguraría de seguir investigando.

Castiel iba a tomar otro trago de su cerveza, solo para detenerse de repente, con la botella a escasos centímetros de su boca. Un presentimiento lo atravesó, no sabía sobre qué, pero empezó a sentirse inquieto así que arrojó la botella sobre el mostrador. Se puso de pie rápidamente queriendo salir del bar y respirar un poco, y terminó saltando cuando sintió una mano en su brazo.

-¿Cassie? ¿Qué pasa?- Los ojos de Gabriel recorrieron el cuerpo de Castiel con preocupación, claramente buscando una explicación para el comportamiento extraño de su amigo. Al no poder encontrar nada, Gabriel suspiro y negó antes de que su rostro se transformara en una sonrisa maliciosa -¿Sabes? Lo que tú necesitas Cassie es una noche de desenfreno, ve y encuentra alguien y saca toda esa tensión acumulada-

-No... No Gabriel, es... no puedo...- Castiel se negó siquiera a pensar en traicionar a su amado –Dean...- Dijo, finalmente, susurrando las palabras.

La expresión de Gabriel pasó de lascivo a triste en un instante; Castiel sabía que su amigo también echaba de menos a Dean –Cassie, hombre- Agarró el brazo de Castiel jalándolo para que se siente en uno de los taburetes –Sabes que no es mi intención lastimarte, pero no puedes seguir haciéndote esto, Dean se ha ido. Sé que lo extrañas, todos lo hacemos, pero debes dejarlo ir. Así que ve y encuentra a un chico o una chica y llévalos contigo. Dios sabe que Dean querría que fueras feliz-

No me olvides... | DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora