También hubo una tragedia artística en el hundimiento del Titanic. Lo dijo de forma exagerada, a modo de boutade, el escritor franco-libanés Amin Maalouf en su novela «Samarcanada»: «Cuando el Titanic se hundió en la noche del 14 de abril de 1912 su víctima más eminente fue un libro». Y qué libro. Y qué joya. Era el libro más lujoso del mundo.
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