Mujeres Tortuga

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Matt


Ella había llegado, desde la ventana de mi habitación logré divisar su figura observando la casa desde el portón. No sabía mucho de ella, tampoco me importaba, lo único que sabía era, que es muda, antisocial, y que viviría en la habitación al lado de la mía.

El timbre sonó y segundo después el portón se abrió; observé como el chofer arrastraba las maletas de la chica, sonreí para mis adentros, ninguna chica con dinero estaría contenta ante ese gesto, compartieron unas palabas y él se marchó, no sin antes recibir algo de la mano de la pequeña mujer. Tomé mis visores y observé mejor de cerca; ella le había dado una buena cantidad de dinero, que el chofer no quería aceptar, pero ella solo le sonrió. Eso me desconcertó, sabía por experiencia propia que ninguna persona con dinero era así de amable, menos una mujer, y menos con personas a su "servicio". La miré un momento para poder mirarla bien, pero no funcionó, estaba demasiado lejos como para poder verle bien.

.- Matt ¿Qué estás haciendo?-. La voz de mi madre justo detrás de mi me hizo pegar un enorme brinco y soltar un prominente grito.

.- Me diste un susto de muerte, madre-. Le dije agarrando mi pecho.

Ella rodó los ojos y se reclinó contra el marco de mi puerta.

.- ¿Podrías salir y ayudar a Agnes con su equipaje?-.

.- ¿Quién es Agnes?-. Fruncí el ceño.

"Muy bien, hazte el tonto" Pensé para mí.

.- La chica a la que espiabas desde tu ventana, escucha se amable con ella, su situación no ha sido fácil-. Los ojos de mi madre me miraban con tristeza, mi corazón se ablandó un poco.

.- ¿A qué te refieres?-.

.- Ve a ayudarla y en cuanto se esté instalando, te explico-. Rogó.

Yo le sonreí y salí de mi habitación, bajando por las escaleras. Me molestaba vivir con una mujer, pero en específico con las mimadas niñas ricas, eran las peores y había tenido suficiente de ellas.

Salí por la puerta principal y me quedé congelado en mi lugar.

En el lugar en donde momentos antes había estado la chica erguida, ahora se encontraba una lánguida niña en posición vergonzosa.

Su cuerpo estaba boca arriba con la espalda en arco, producido por la enorme maleta que yacía por debajo de ella; sus manos y piernas se encontraban en el aire intentando movilizarse, pero no podía.

Se parecía a las tortugas, o los escarabajos; de esos que cuando caen de espaldas les es imposible pararse por mérito propio, sus manos y pies hacían el mismo movimiento que el de las tortugas, y la maleta simulaba bien el caparazón.

Comencé a reír histéricamente.

"Una tortuga, mi madre adoptó una jodida tortuga" Y me reía más y más fuerte, pero no lo suficiente como para que ella me escuchara.

La dejé sudar un poco, mientras me reía en el piso del descanso de la entrada, eso era denigrante.

Después de poder tranquilizarme y ponerme de pie sin echar a reír, caminé hacia ella; había parado de intentar ponerse de pie. Me acerqué lo más silencioso que pude y poniendo el rostro inexpresivo.

Pude observar con aprecio su delicada figura, probablemente media entre uno sesenta y dos, era delgada, tal vez no tanto como quisiera, pero no estaba mal, su cabello rubio estaba escondido bajo un feo gorro tejido color café. Su pequeño pecho se levantaba con cada inhalación, respiraba muy rápido.

No debes hablar...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora