Capítulo III: Hogar, dulce hogar.

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La reina había vuelto con diez bolsas, haciendo que a Emma casi se le salieran los ojos de sus orbitas. Regina no había querido decirles qué había comprado y luego de una pelea en que la reina no cedió ni un centímetro de terreno, Emma se había dado por vencida, decidiendo ignorarla el resto del trayecto, que se lo pasó sacando fotografías con su analógica.

Tres horas después, la camioneta se internó en una calle sin asfalto y deshabitada. Lo único que se veía a través de las ventanillas eran los grandes pinos que iban dejando atrás. Si los cálculos de Emma no fallaban, habían tardado veinte minutos en divisar una cabaña de campo. La alcaldesa guio el automóvil hasta la entrada, apagando el motor luego.

-¡Hogar, dulce hogar! – Sonrió, viendo a su hijo por el espejo retrovisor.

-¡Me encanta! Le hiciste muchos cambios a la casa, mamá – Habló Henry, bajándose del coche y cerrando la puerta tras él.

Emma se bajó igual de embelesada que su hijo, la casa que tenía en frente de sus ojos podía ser la portada de cualquier magazine de decoración. Era impresionante, la combinación justa entre rústica y moderna.

-Sí, bastante falta le hacía, Cora la tenía abandonada por completo – Comentó a su hijo - Tenía muchas ganas de que pudiésemos venir a disfrutar las nuevas refacciones – Sonrió con ternura, acariciando la cabeza de Henry. Luego, se encaminaron a la puerta conversando sobre los cambios que les esperaban dentro. Recién al llegar, se dieron de cuenta de que faltaba cierta cabellera rubia.

-Señorita Swan, ¿Piensa honrarnos con su presencia o se quedará afuera todo el día? – Emma daba vueltas sobre su eje, observando todo a su alrededor.

-Todavía no me acostumbro a que la otra madre de mi hijo sea multimillonaria – Se encogió de hombros, dirigiéndose hacia los dos morenos.

-No exagere, señorita Swan – Regina rodó sus ojos.

-¿Exagerar? ¿Viste el pedazo de casa que tienes? No podría comprarme algo así ni ahorrando todos mis sueldos de sheriff de una vida.

-¿Me está pidiendo un aumento?

-No, pero ya que lo mencionás, no me vendría mal – Puso su mejor sonrisa, recibiendo un bufido en respuesta.

-¡Lo que me faltaba! – Negó con la cabeza – A parte ¿Recuerda que es heredera al trono, verdad? Su fortuna es también elevada.

-¿Podemos entrar? – Henry ya se había cansado de estar viendo a sus madres cual partido de tennis – No sé qué se me pasó por la cabeza cuando quise venir de vacaciones con las dos.

-Henry, más respeto – Lo cortó Emma, ante la sorprendida mirada de Regina.

-Bienvenidos – La reina abrió la puerta y la sostuvo con su brazo para que los otros dos pudiesen pasar – Vayan a acomodarse, yo prepararé algo rápido para almorzar. Henry, acompañá a tu madre a la habitación de invitados.

Y con todo organizado, Regina se perdió camino a la cocina. Emma y su hijo bajaron todos los bolsos y los acomodaron en las habitaciones correspondientes. La casa por dentro no era tan ostentosa como se esperaba la rubia y eso la había sorprendido gratamente. Se sentía un lugar cálido a pesar de no contar con personas que la habitaran permanentemente.

-Ma, hay gimnasio acá, vas a poder seguir entrenando – Henry sonreía mientras sacaba su ropa de la valija - ¿Sabías que mi madre también entrena?

-¿En serio? – La rubia lo observaba curiosa – No debería sorprenderme, una reina debe tener buen estado físico siempre, ¿No? – Ambos rieron.

-Sí, eso creo. Tal vez pueden entrenar juntas. Y darme un hermanito de paso.

-Si, podría ... ¿Qué? – Se exaltó, ciertamente no se esperaba ese comentario repentino – Creí que Regina ya te había dejado claro ese punto.

Vacaciones Magicas (SwanQueen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora