Hoy podría ser una gran noche si todo salía según lo planeado, claro que con tan poco margen de error mil eran las cosas que podían fallar.
- Es que pusieron al más incompetente de los guardias- solté en un suspiro intentando aumentar la tensión.
- Ni que tú fueras fácil de controlar- podía notar su tono cada vez más alterado. Había pasado de juguetear con su navaja a apretar con fuerza el mango, buena señal.
- Yo creo que más bien te estoy protegiendo yo a ti, estoy mucho más preparada que tú.- el plan iba bien, ahora debía acertar donde le doliese.- Aunque no me debería meter con personas tan inestables, podrías deprimirte todavía más.- En realidad no quería hacerle daño pero debía quedarme sola y esta era la única forma.
- Bajo la protección y el cariño de Roy es fácil meterse con la gente- murmuró con los dientes apretados
- ¿Cariño? ¡A menos atrévete a decirlo mirándome a la cara!
- ¡Vamos por favor, todos vemos las miraditas que os hacéis!- ¿De qué miradas estaba hablando? Bueno daba igual, ahora parecía estar dispuesto a dar un golpe bajo y era lo que necesitaba.
- A menos yo tengo a alguien, nadie se preocupa por ti- me inquietaba haberme pasado con esto último, su mirada había cambiado. En un arrebato de furia Alan se levantó poniéndose a solo un palmo de mi cara.
- A menos yo todavía no lloro por las noches- prácticamente escupió la frase moviendo sus gruesos labios en cada una de las palabras.
Esto era lo que estaba esperando, salí corriendo de la habitación fingiendo mi llanto. Corrí lo más rápido que pude hasta un cuarto de almacenamiento de material de farmacia. Según mis cálculos a esta hora no debía haber nadie, y así era. Tuve que abrir la puerta con mi navaja mariposa previamente cogida del entrenamiento con Roy. Un click fue todo el ruido que hice antes de escabullirme hacia el interior. Allí encontré un uniforme constituido de bata y pantalones blancos, me colgué una mascarilla en el cuello y me puse unas gafas de protección para disimular mi apariencia.
Sabía que el Dra. Wright siempre dejaba su tarjeta de identificación en la mesilla de su despacho, grave error. Toda el ala médica estaba despejada y con ello mi objetivo. El cajón que custodiaba la identificación estaba bajo llave pero mi entrenamiento previo me permitió abrirlo con la misma técnica que la puerta. La tarjeta me permitiría acceder a la siguiente fase y otros lugares restringidos.
Salí disparada hacia el ascensor que me acercaría a la fuente de información. Los pasillos estaban desiertos a excepción de algunos trabajadores que se dirigían a sus habitaciones. Desgraciadamente cuando ya estaba en el interior del ascensor otro de los médicos de planta entró. Al entrar saludó y respondí con un ligero movimiento de cabeza. Subí discretamente la mascarilla, allí todos se conocían y esto me podía costar la misión.
- Vaya desmadre de día hemos tenido, menos mal que ya nos vamos a descansar- afirmó el médico. Al voltear a mirarme me di cuenta que era el mismo que había estado atrapado conmigo cuando los rebeldes entraron.
- Cierto, una locura- contesté carraspeando para que no pudiera reconocer mi voz. Este entrecerró los ojos y yo me anticipe diciendo entre toses.-No debería acercarse, tengo algo vírico, se lo contagiaré.
Pocos segundos después bajé del ascensor en la planta -13, un lugar prácticamente desconocido para mí. Unos cuantos guardias rondaban por el lugar por lo que debía permanecer con la cabeza gacha. Llevaba el paso acelerado y en un crucé de pasillos choqué contra un guardia. Automáticamente nos disculpamos y cuando ya me disponía a retomar mi camino dijo:
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Soldado
General Fiction¿Qué pasa cuando una niña es entrenada para convertirse en una máquina perfecta? Lexa nunca fue una persona normal, sin conocer el mundo exterior es obligada a exponerse a pruebas imposibles a diario sin cuestionar sus obligaciones. Pero cuando esa...