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Semanas habían pasado y el pronóstico de Hermione era el mismo. Estable sin ningún cambio.

Tan pronto Draco pudo salir de la enfermería había ido a ver a la chica, le era inimaginable proyectarse a la ratona en una cama con poco o nada de conciencia sobre su estado, sin embargo cuando llego aquella visión se hizo realidad, al tenerla frente a él sintió como se le rompía el corazón. Ahí estaba ella, conectada a un monitor, con una sábana blanca y una bata del mismo color sobre su cuerpo, tan pálida que le asusto verla así, la marca sobre su brazo había sido cubierta y daba gracias Merlín que lo hubieran hecho, paso su mano por los rizos de ella y luego acaricio levemente su rostro, estaba muy fría, y si no fuera porque el monitor emitía un bip, habría pensado lo peor.

Al final, antes de irse, había posado su mano sobre el vientre de la chica y así se había quedado un buen rato, hasta que se dio cuenta de que ya era demasiado tarde y debía regresar al castillo.

Por días repitió la misma rutina, hasta que al fin tuvo que dejar de verla, pues tenían que seguir con la búsqueda y ayudar a los demás, no podía quedarse allí a convalecerse, mientras Harry y Neville custodiaban día y noche la copa y el guardapelo que guardaban en la Mansión. No se podía entregar al dolor cuando Luna y Theo estaban tan cerca de encontrar la Diadema. No podía ahogarse en la desesperación cuando Blaise, Ginny y Pansy habían terminado de organizar su pequeño ejército dentro de Hogwarts. No podía rendirse cuando Dumbledore lo había contactado dándole a conocer que tenía el anillo Marvolo Gaunt en su poder.

Con la determinación suficiente para moverse había desaparecido e ido en busca del director de Hogwarts, si era cierto lo que le decía, luego de obtener el anillo podrían comenzar a destruir los Horrocrux de un solo tajo.

::::

— ¡La tengo! — grito Luna al borde de las lágrimas cuando la sala de Menesteres por fin escucho su deseo y le permitió encontrar la Diadema.

No lo podía creer la tenía en sus mano, al fin, después de tanto tiempo buscando había dado con ella. Los ojos se le llenaron de lágrimas y las manos comenzaron a temblarle, ¡parecía una maldita visión! De pronto sintió como sus mejillas eran bañadas por sus lágrimas, estaba feliz, al fin las cosas parecían mejorar un poco.

Cuando escucho los pasos de Theo tas si, se giró y le tendió el Horrocrux, el joven le sonrió y tomo la diadema, la envolvió en su saco de Slytherin y luego tomo la mano de la chica.

— Estoy muy orgulloso de ti, Looney.

— ¿Por qué?

— Por esto— señalo el saco— La encontraste tú sola.

Lo hicimos los dos— rió.

— No seas modesta, linda. Tú hiciste todo el trabajo.

Los dos chicos comenzaron a caminar en dirección a la salida cuando Luna hablo de nuevo.

— ¿Ahora que vamos a hacer?

Él la vio confundido.

— ¿La llevaremos a la Mansión o la destruiremos aquí, en el castillo?

— No los sé. Supongo que lo más conveniente sería ir a la mansión, Draco y Potter tiene un plan para destruir todos los Horrocrux, de forma que si tenemos tres en un solo lugar, los destruiremos mucho más rápido, ¿no crees?

La chica asintió.

Cuando salieron de la Sala de Menesteres, la noche ya había caído y hacía un frío de los mil demonios. Theo abrazo a la chica durante su camino a la sala común de Ravenclaw donde se despidieron.

De Amortentia y Otros MalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora