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No muy lejos de la mansión apareció el mago.

Por alguna extraña razón su cuerpo estaba débil, no lo suficiente para matarlo, pero si lo suficiente para atraparlo, algo estaba sucediendo y no sabía que era, nada durante la pelea lo había golpeado, así que era imposible que su estado fuera obra de Draco.

Sin perder un segundo más, convoco la marca en el cielo, en espera de que su séquito llegara y le explicaran que demonios estaba pasando.

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El banco de Gringotts estaba hecho un desastre, ¡la bóveda de Bellatrix Langester había sido saqueada y nadie daba merito a aquel acto!, cuando la bruja se enteró del robo su mirada fue suficiente para saber que muchos de ellos no regresarían a sus hogares esa tarde, ¡los impostores habían pasado frente a sus narices y ellos ni lo notaron!

Si Bella no hubiera llegado minutos después del saqueo, habrían jurado que la auténtica bruja había sacado la espada de Godric.

Tan pronto la mujer noto el objeto faltante las alarmas fueron activadas, ella sabía que los ladrones no estaban muy lejos y como un perro de caza comenzó a buscar en las calles cercanas al banco, ¡esas malditas ratas no se saldrían con la suya!

Cruzo cinco calles hasta que logro alcanzar lo que ella creí, eran aurores, pero vaya sorpresa la que se llevó al ver como un pobretón Weasley desaparecía con otros cuatro magos a través de un traslador, maldita su suerte, de todos quienes la podrían asaltar, tenía que ser un traidor a la sangre, alguien que no tenía ni siquiera en que morir.

— Lo vas a pagar muy caro comadreja inmunda...— susurro al viento.

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Las marcas de los Mortifagos que aún estaba en la mansión comenzaron a arder, aquello era una clara señal de que su señor estaba ileso y los necesitaba.

¿Pero cómo desaparecer de la batalla sin salir heridos en el intento?, primero tendrían que deshacerse de esos mocosos y Lucius no tenía ningún impedimento para acabar con Luna, a diferencia del señor Zabini que aun con toda la ira que corría por su sangre, le temblaba la mano ante el hecho de efectuar un Aveda Kedavra contra su hijo, ese debilucho aun creí que podría convencer a Blaise de cambiar de bando, tanto Lucius como Draco sabían que eso era imposible, una vez que el chico de ojos castaños decidía algo, era imposible hacerlo cambiar de opinión, de ello podía dar fe Ginny.

Lo que desgraciadamente Lucius no sabía, era que a quien la mano no le había temblado para efectuar la maldición imperdonable contra su propia sangre había sido a Blaise, que había acabado con la vida de su progenitor y que ahora se disponía a acabar con otro perro faldero de Lucius.

Theo estaba exhausto, ya casi no podía defenderse y el estar preocupado por su novia hacia las cosas aun peor, si Luna no salía viva del enfrentamiento con el Malfoy mayor, ardería algo más que Troya a manos de su desesperación por perder a quien tal vez, sería la única persona a quien había amado de verdad en lo que llevaba en este mundo.

Blaise seguía forcejando con su atacante, en medio de amenazas y calumnias los puños iban y venían, su violento encuentro había pasado a más que hechizos cuando el Mortifago soltó un maleficio imperdonable mal pronunciado que más allá de matarlo lo habría dejado en el limbo.

Los Mortifagos que habían ido tras Ginny desaparecieron tan pronto el llamado de su señor se hizo presente, dándole así una gran ventaja a ella y a Draco de salir vivos, el problema estaba, ¿en si Draco había sido protegido con su hechizo o Voldemort había acabado con su vida con tan solo dos palabras?

De Amortentia y Otros MalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora