{7} Mi corazon siempre vuelve a ella. MAMBAR.

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Mi mundo estaba literalmente caído a pedazos, pero ¿como Matteo Balsano iba a mostrarse tan débil delante de todos? Claramente no iba a hacerlo. Cuando quise contárselo a Luna, no me escucho y salió con alguna de sus cosas, así que simplemente sufro en silencio.

Para empezar, mi problema de siempre: mi padre. Parece que su mayor deseo es que yo no sea feliz. Por otro lado, mi carrera musical: no hay ni una oferta para mi. Y el patinaje perdió sentido para mi cuando me enfoqué en la música... me gusta pero ya no es mi mayor pasión.

Si sigo con mis problemas, mi mejor amigo Gastón vive en la otra punta del planeta y la chica que quiero no me presta atención y parece nunca creerme. Ya estoy harto de buscar a Luna y darle pruebas de que la quiero, si no confía en mi, no hay nada por qué luchar.

Me puse mis patines y comencé a patinar en el parque al que siempre iba, estaba seguro que Luna no iba a aparecer pues tenía una cita con Michel y el resto de los chicos ya no frecuenta tanto este parque. Comencé a patinar como solía hacerlo, con todas mis fuerzas y toda mi concentración, sentía mis mejillas llenas de lágrimas pero no me importaba. Nadie me estaba viendo y ya no podía disimular mi angustia.

Sentía una mirada sobre mí pero estaba esforzándome por ignorarla, hasta que llegó un momento que no pude hacerlo más. Frene y busque esa mirada que no se apartaba de mi, y me asombré al verla.

-Matteo... no quería desconcentrarte.- Me dijo sinceramente y me sorprendí gratamente.

-No te preocupes, Ámbar. ¿Que hacias por acá?- Pregunte fingiendo que yo estaba perfectamente.

-Matteo, venimos del mismo mundo.- Comenzó a decirme y la mire extrañada.- La mentira y la tristeza reinan en nuestras casas, y lo único que queremos es sentirnos queridos.- Me miraba fijamente, tanto que mis ojos terminaron perdidos en su mirada.

-No quiero hablar del tema.- Le dije unos segundos después, corriendo mi mirada.

-Ya sé que no, yo soy igual.- Me dijo y soltó una risa irónica.- Solo quiero decirte que no estás solo, no dejes que la oscuridad te atrape y te convierta en algo que no sos, como lo hizo conmigo.- Finalizo y se fue, dejándome sin palabras.

La noche había llegado y yo no podía ni cerrar los ojos, las palabras de Ámbar y su calidez que tanto extrañaba estaban en mi cabeza en contratante repetición.

Con los chicos de la Roller Band nos estábamos quedando en la mansión, por lo tanto tenía a Ámbar a unas habitaciones de distancia lo cual me enloquecía. Necesitaba ir a preguntarle por qué de repente me trataba así, cuando yo claramente la había lastimado y mucho. Quería preguntarle si seguía sintiéndose en soledad, si necesitaba hablar con alguien.

Sin dudarlo un minuto más me pare y recorrí la mansión en silencio, cruzando los dedos para no verme con nadie. Para mi suerte así fue, y allí estaba, después de dos años en frente a la puerta de su habitación. Sin dudarlo más, golpee dos veces, esperando a que saliera.

-¿Matteo?- Abrió la puerta un poco despeinada y desconcertada, lo cual me llenaba de ternura.

-¿Es muy tarde para hablar?- Pregunte esperanzado y ella sonrió, haciéndose a un lado para que entrara a la habitación.

Mire a mi al rededor sin poder creer lo que veía, estaba todo tan distinto. Por un momento la culpa invadió mi cuerpo, yo era gran culpable del cambio de Ámbar. Yo la había lastimado más que nadie.

-Perdón, Ámbar.- Murmuré arrepentido mirándola y ella alzó su ceja, sin entenderme.

-¿De que hablamos?- Me preguntó y soltó una risita.

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