Capítulo 1: Sonidos estridentes

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Otra vez esa condenada música a todo volumen, me tapé la cabeza con la almohada en un intento de silenciarla pero, como siempre, fue en vano. Los atronadores acordes de una guitarra eléctrica seguían taladrándome los tímpanos una y otra vez. Lancé un gruñido de exasperación y me levanté malhumorada.

-¡Pero si son las cuatro de la madrugada!-exclamé al ver las parpadeantes lucecitas de mi reloj digital.

¿Acaso ese crío no tenía padres o qué? o si los tenía ¿estaban tan atiborrados de somníferos como los míos? Pero... ¿y el resto del edificio? ¿soy la única vecina a la que le molesta la música a estas horas o qué?

Salí de la habitación decidida a cantarle las cuarenta a mi vecino; cogí una sudadera y me la puse sobre el piama, aunque estuviese cabreada no era plan de presentarme en su casa con unos shorts grisáceos y una camiseta ancha de manga corta que ponía ''Good night TV''.

Salí de casa procurando hacer el menor ruido posible, aunque estaba segura de que si el resto de la familia se despertaba no sería por mi culpa. Aún no lograba entender cómo podía dormir Connor con semejante ruido, solo tenía cinco años pero dormía como un adolescente que acaba de llegar a casa después de una borrachera.

Llamé a su timbre varias veces antes de que me abriese intentando mantener la calma para no gritarle en cuanto me abriese.

-¿Algún problema?-preguntó apoyándose en la puerta con aires de superioridad mientras me sometía a una revisión de Rayos X.

Decidí hacer lo mismo y paseé la mirada de pies a cabeza; iba descalzo y con unos vaqueros negros austados, la tela estaba rota a la altura de las rodillas dejando ver parte de la piel y por encima de sus pantalones se veía el elástico azul marino de su ropa interior; quitando eso no llevaba más ropa. Mis ojos se detuvieron, inconscientemente, más tiempo del necesario en su torso desnudo ¿acaso iba al gimnasio? mi atención se desvió inevitablemente al tatuaje de su brazo, no era más que una frase, tres palabras negras escritas con unas cuantas florituras que decían ''to the moon'' nada en especial, pero en ese momento me pareció un tatuaje precioso. Mis ojos siguieron subiendo, labios carnosos entreabiertos a causa de su acelerada respiración, sus ojos mantenían la vista fija en mí, tenía las pupilas dilatadas y apenas se veía el iris, seguí subiendo; pelo, esta vez de color violeta, totalmente revuelto y ligermanete sudado. ¿Que extraña obsesión tiene este chico para teñirse el pelo de miles de colores?¿es daltónico o intenta ser un arcoiris humano?

-Para empezar tú y tu puñetera música-me crucé de brazos, no estaba dispuesta a dejarme intimidar por alguien de su calaña.

-Vaya vaya, parece que hoy alguien no ha dormido bien ¿eh?-una estúpida media sonrisa empezó a dibujarse en su cara.

-Te hace gracia, ¿verdad?-empezaba a crisparme los nervios.

-Mucha-su voz bajó varios tonos.

-Pues a mí no, así que ya estás bajando el volumen y si no te gusta te vas a tocar a otra parte, pero aquí molestas.

-¿Y si no lo hago?-preguntó enarcando una ceja y acercándose más a mí hasta casi rozarme con su cuerpo.

Noté como un ligero rubor subía a mis mejillas con su cercanía, tragué saliva y me mantuve firme.

-Te reventaré a hostias-dije vocalizando perfectamente cada palabra.

Michael soltó una carcajada, al parecer yo debía de ser un payaso de feria porque todo esto parecía divertirle enormemente.

-¿Debería empezar a correr o es mejor que llame a un guardaespaldas para que me proteja?-preguntó en tono burlón.

Eso acabó por sacarme de mis casillas, le empujé hacia dentro, haciendo que se separase de la puerta para que yo pudiese pasar y fui directa a su habitación sin pararme. Sabía perfectamente dónde dormía ya que lo único que separaba mi habitación de la suya, para mi desgracia, era un tabique.

-¡Eh, tú!-le oí protestar detrás de mí mientras apuraba el paso para alcanzarme.

Entré en su habitación sin girarme ni una sola vez, vi los altavoces en una esquina y me acerqué a ellos, no me molesté ni en apagarlos, simplemente tiré del cable para desenchufarlo.

-¡¿Pero qué haces?! Estás loca-dijo arrebatándome el cable de las manos.

-No te quejes, la próxima vez los tiraré por la ventana-le fulminé con la mirada.

-¡Joder, Khia! no hacía falta que te pusieses así. 

Ahora el que parecía molesto era él, pero no me dio pena, no pensaba ablandarme solo porque le jodiese que desconectara sus preciados altavoces sin ningún miramiento.Me dí la vuelta ignorándole dispuesta a salir de su casa, pero su mano me agarró por el brazo sujntándome con una fuerza que no era necesaria, Michael me obligó a girarme y quedar de nuevo frente a él y su intensa mirada.

-Suéltame-siseé sin apartar la vista de sus ojos.

Pero lejos de hacer lo que le pedía, hizo más presión sobre mi brazo.

-Si te crees muy guay por ir jodiendo a la gente ya te digo yo que no lo eres, niñata.

-Aquí el único que jode a los demás eres tú, y pobre de ti que me vuelvas a llamar niñata-sacudí el brazo para deshacerme de su agarre y salí de su casa cerrando la puerta con un sonoro golpe.

Volví a mi habitación y me tumbé boca arriba con la vista fija en el techo, me quedaban dos horas escasas para intentar conciliar de nuevo el sueño antes de irme a entrenar, pero por más que intentaba dormirme, mi enfado me impedía hacerlo.

-¡Será gilipollas!-exclamé pegándole un puñetazo a mi colchón con frustración, estas iban a ser unas dos horas muy largas.

Niñata...¿pero quién mierda se creía para llamarme así? Creo que eso me había molestado más de lo que me gustaría admitir, nunca aguanté que me dijesen ese tipo de cosas, y menos si la persona de las que venían era alguien como él.

Los primeros rayos de sol se colaron entre las rendijas de mi persiana, iluminando ténuamente mi habitación. Seguía con la vista fija en el techo cuando mi despertador comenzó a sonar, me levanté a regañadientes y me puse el bañador y el resto de la ropa, cogí mi bolsa de deporte y salí de casa mordisqueando de mala gana una galleta de chocolate.

No pude evitar fijarme en la puerta del Michael cuando salí de casa, el muy cabrón ahora estaría sobando sin importarle haberme molestado esta noche, seguramente hasta se sentía bien consigo mismo.

Las calles estaban desiertas, exceptuando a unos barrenderos que apuraban su trabajo y las panaderías de las que se escapa un suave olorcillo a pan recién hecho que hizo que mi estómago empezase a rugir recordándome que una galleta al desayuno no me llegaba para nada.

Llegué a la piscina municipal y me coloqué el gorro y las gafas antes de meterme en el agua, solo estaba el bedel que me abrió la puerta, lo cuál me dejaba toda la piscina para mí sola. Empecé  a andar dejando que mis problemas desapareciesen entre brazada y brazada. Cuando estaba en el agua no existía ni el colegio, ni padres, ni vecinos irritantes, ni tan siquiera yo misma, me convertía en un pez de colores que nadaba tranquilamente.

To the moon (Michael Clifford 5SOS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora