9

5.7K 286 9
                                    

Sonia está pintándose las uñas largas y puntiagudas como las de un gato de un color rosado chicle, cuando paso por la recepción el día sábado por la noche. Y está tan concentrada en el proceso que no nota mi presencia en lo absoluto. Agradezco no tener que inventar una nueva excusa y me apresuro en escurrirme por la puerta para dejar la escuela. Camino largo rato por las calles oscuras antes de sumergirme en el bar y en todo ese mundo nocturno al que yo no pertenezco. Robin me mira a penas cruzo la puerta de entrada, mi corazón da un vuelco y me esfuerzo por conservar mi expresión inalterable. Lo veo dejar a un lado el trago que está preparando, se deshace de un tiro del mandil que lleva atado a la cintura y camina directamente hacia mí. No tiene caso intentar evadirlo.

-¿Estás saliendo con ese delincuente? -me pregunta mientras yo continúo mi camino en dirección a los camerinos, donde espero refugiarme de todo este bullicio hasta que sea la hora de meterme en la piel de mi personaje.

-No estoy saliendo con nadie Robin, déjame en paz -Robin me sujeta con brusquedad del brazo y me obliga a detenerme para mirarlo directamente a los ojos cuando casi hemos alcanzado la puerta de entrada a los camerinos.

-Ese tipo no te conviene -pronuncia lentamente.

-Suéltame -siento como aumenta la presión en mi brazo y le sostengo la mirada desafiante hasta que finalmente decide liberarme.

-No quiero volver a verte cerca de él -me dice esforzándose por mantener la calma.

-¿Y se puede saber quién te dio a ti el poder de decidir con quién puedo salir y con quién no?

-Solo intento cuidarte Liv. Ese tipo es una mierda, yo sé por qué te lo digo -sus palabras brotan con ira y desesperación.

-No necesito que nadie me cuide Robin y menos que lo hagas tú -le digo mirándolo de frente. Tiene la mirada inyectada, y sus ojos marrones y penetrantes destilan una rabia que no logro comprender.

Me doy la vuelta para cruzar la puerta negra que aguarda a mis espaldas, dejándolo ahí de pie. Robin me observa inflexible hasta que esta se vuelve a cerrar detrás de mí. Esa noche me extraña mucho no ver a Nik cuando salgo al escenario, tampoco consigo reconocer a ninguno de sus amigos, aunque si veo a la rubia con otro par de chicas en la misma mesa ubicada a un extremo del bar cerca de la barra, donde suelen estar con todo el grupo de motociclistas. A la salida pienso en acercarme a ellas, pero no parece ser una buena idea luego de analizarlo por un par de segundos. Por suerte, Robin no vuelve a intentar acercarse a mí, pese a que su turno aún no ha terminado. Aún así, lo veo mirarme, aunque con cierta frialdad, en más de una oportunidad antes de finalmente dejar el bar.

Me demoro veinte minutos a pie hasta que me encuentro frente a la escuela y me sorprende encontrar las luces prendidas en el interior, veo una patrulla de policía estacionada frente al edificio y me apresuro a entrar. No creo que hayan sido capaces de llamar a la policía en caso hubieran descubierto mi ausencia. Apenas cruzo la puerta veo agentes de policía que inspeccionan las aulas e inmediatamente después reconozco a Sonia por el sonido que hace al arrastrar las pantuflas contra el suelo cada vez que se dirige al baño en mitad de la noche. Lleva puestos los ruleros y una bata polar color rosa pastel que hace juego con la montura de sus anteojos cat eye.

-¡Liv! -exclama en cuanto me ve y avanza torpemente hasta donde estoy-. ¿De dónde vienes? -me escanea de pies a cabeza.

-Salí, ¿no te acuerdas? -intento sonar convincente.

-Eh... sí, sí. Lo siento, con todo esto del robo no sé dónde tengo la cabeza- dice evidentemente aturdida.

-¿Robo? -pregunto sorprendida, jamás había entrado nadie a robar a la escuela.

-¡Se metieron a los cuartos Liv! Al parecer un grupo de pandilleros, casi me muero del susto cuando me abrieron la puerta. Si no fuera porque tengo el sueño ligero ya nos hubieran desmantelado. Por suerte no están las chicas, pero ya me imagino cómo se van a poner cuando regresen -mis ojos se abren como platos de la impresión, yo no tengo demasiadas cosas de valor, pero sé que muchas de mis compañeras sí-. Mejor vuelve a tu cuarto, Gerda esta histérica porque se llevaron casi toda su estantería de premios, así que es mejor que no te vea -la obedezco y me apresuro en subir las escaleras.

Me cruzo con un par de policías más que inspeccionan las habitaciones en el camino, veo las puertas abiertas a mi paso y todo está hecho un desastre: cajones fuera de los muebles, prendas repartidas por el suelo, camas deshechas e incluso han sacado algunos de los colchones de su lugar. ¿Realmente alguien guarda dinero bajo su colchón? Empujo levemente la puerta de mi cuarto, que se halla entre abierta, temiendo lo que voy a encontrar en el interior. Sin embargo, me sorprende ver que está casi intacto en comparación con el resto. Reviso entre mis cosas y veo que no me falta nada. El lado de Alexis está un poco más desordenado que el mío, pero aún así no me parece que se hubieran llevado nada tampoco, pese a que muchas de sus prendas son de marca y mucho más costosas que las mías.

La inspección se prolonga por lo menos una hora más hasta que finalmente, todo vuelve a quedar en silencio y la escuela recupera su calma habitual. Escucho los autos de policía alejarse por la calle hasta que la distancia ya no me permite oírlos más. Al poco rato, ya estoy acostada y las luces del pasadizo se han vuelto a apagar. Unos pies arrastrándose sigilosamente hasta mi puerta rompen con aquella quietud y consigo vislumbrar una tenue luz, como la de una linterna, filtrándose por la ranura del suelo. Siento mi corazón latir aceleradamente bajo las sábanas hasta que, de repente, la puerta se abre y Sonia asoma la cabeza a través de la ranura.

-Ya se fue la policía -me avisa-. No pudieron encontrar nada, pero mañana van a verificar las cámaras de seguridad de la calle. ¿Todo bien? -mis ojos bajan hasta la altura de sus pies y veo que no trae puestas las pantuflas, probablemente intenta no alterar a Gerda más de la cuenta.

-Sí, es extraño, pero parece que no se llevaron nada mío o de Alexis -susurro.

-Seguro no les dio tiempo. Es increíble, ni siquiera tuvieron que forzar la entrada ¡malditos rufianes! -dice encolerizada-. Te dejo para que descanses. Yo también necesito dormir, a ver si consigo pegar un ojo -me dice antes de volver a cerrar la puerta y dejarme nuevamente en penumbra mientras la oigo volver a tientas por el pasillo.

DesadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora