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A la semana siguiente ya estoy por llegar a los cuarenta y cinco kilos, había perdido dos kilos en tan solo una semana y diez desde que empecé a bajar de peso. Sin embargo, la mueca de confusión en el rostro de Alicia no parecía de felicitación.

-Livia, estas muy baja de peso. ¿Sientes que te falta energía? -arrugo el ceño-. ¿Cuándo fue la última vez que te vino la menstruación? -intento recordarlo-. Temo que no te estés alimentando bien, te veo pálida y estás ojerosa. Ten en cuenta que cuando hacemos dietas muy estrictas y no consumimos un mínimo de calorías, en realidad lo que estamos haciendo es quemar el músculo. Con todo el desgaste físico que haces, podrías incluso estar desnutrida -era absurdo-. Necesitas ganar algo de peso para la semana que viene.

-Voy a tratar.

-Con eso me basta -sonríe.

Por supuesto, no pensaba hacerlo. No estaba dispuesta a sabotearme a mí misma de esa manera, no a estas alturas, no después de tanto esfuerzo. Y no estaba loca, sabía perfectamente lo que hacía, era consciente de lo que necesitaba, necesitaba ganar el concurso y para eso debía estar delgada. ¿Qué había de malo en querer ser delgada? ¿En querer verme bien?

Estábamos a menos de una semana del concurso y lo último que quería era escuchar a alguien decirme lo delgada que estaba. Yo no lo veía así. Había perdido tres kilos más de lo que Gerda me había pedido para poder concursar, pero no sentía que estuviera mal y ella tampoco lo había mencionado en ninguno de mis ensayos. Es más, sabía que podía seguir bajando de peso y quería seguir haciéndolo. De repente, ninguna meta parecía suficiente.

Al principio, no pensé que realmente iba a tener la fuerza de voluntad para poder lograrlo, pero una vez que te mentalizas todo se vuelve más sencillo. Yo había tomado la decisión de ser delgada y de que nunca más en mi vida alguien volvería a juzgarme por mi peso. Nadie volvería a llamarme 'gorda'.

Una vez que ganara el concurso estatal y obtuviera el pase libre para el concurso internacional, tendría un mes más para prepararme. Un mes más para enfrentarme a las mejores bailarinas de todo Sudamérica y el mundo, y tenía que estar al nivel. Estar delgada se había vuelto más que una necesidad, era un pensamiento que rondaba mi cabeza las veinticuatro horas del día. Cada vez que alcanzaba mi meta, me ponía una nueva y no existía nada que me detuviera. No había nada más importante.

El vestuario que usaría consistía en un corset ajustado y un tutú, ambos completamente blancos con algunos detalles en color plata, así como una especie de tiara con una piedra traslucida que cae delicadamente sobre mi frente. Y sabía que el día del concurso estaría expuesta bajo las luces también blancas del enorme auditorio, puestas especialmente para poder apreciar cualquier error o imperfección en las bailarinas. No entendía por qué de repente me volvía a invadir el miedo, me había sentido tan bien cuando empecé a perder peso, casi como si la confianza y el autoestima que jamás había tenido me hubieran llegado de golpe, pero ahora que estaba tan cerca de lograr lo que tanto quería, volvían a abandonarme.

No podía evitar continuar sintiéndome insegura cuando veía a las demás chicas ensayar sus piezas enfundadas en sus vistosos trajes y luego mirarme a mí misma en el espejo y sentirme inconforme con lo que veía. No lo había logrado aún. Todas se veían tan lindas, tan largas, tan delgadas. Y yo no era capaz de ver nada de eso en mí.

Los últimos días me dedico a ensayar, aprovecho la hora de almuerzo y las madrugadas para apropiarme del salón, y pierdo la noción del tiempo entre gotas de sudor y mi reflejo intermitente en el espejo. El agotamiento aumenta, pero la obsesión por verme bien, por ser perfecta, por ser la mejor, no me permite detenerme para descansar. No había más aliento que tomar, solo seguir entrenando hasta el último día y dar lo mejor de mí en el escenario. Cada pequeño esfuerzo adicional que hiciera era una caloría perdida, y eso me repito a mí misma para poder continuar. Quería demostrarles a todas que podía ganar y no solo por mi talento, sino también por mi belleza.

DesadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora