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No había sido necesario convencer a Alexis para que hablara con Nik y le pidiera que venga a verme, él mismo lo había hecho. Eso significaba que no estaba molesto conmigo o que al menos su enojo no era tan importante como para dejar de preocuparse por mí. De igual forma, Alexis había tenido que distraer a su familia y a mis abuelos para que Nik pudiera colarse en mi habitación y poder hablar con él aunque sea unos pocos minutos. Verlo cruzar esa puerta fue lo mejor que me pasó desde que abrí los ojos y me encontré prisionera en estas cuatro paredes. Traía puesto uno de sus clásicos polos negros y el pelo revuelto, tal como se lo dejaba el casco.

-¿Cómo te sientes? -pronuncia con voz queda a pocos pasos de la puerta, que se ha cerrado detrás de él. No luce molesto, pero tampoco podría asegurar que su seriedad se debe a la preocupación.

-Estoy bien -le aseguro. Nik asiente, parece que le costara acercarse a mí.

-¿Debo asumir que tus abuelos ya te dieron el sermón sobre el consumo de drogas y la mierda que estás haciendo con tu cuerpo? -suspiro.

- Las iba a dejar Nik -digo sinceramente-. era solo...

-Hasta el concurso -termina la oración por mí-. ¿Y creías que iba a ser tan simple dejarlas? ¿Qué tu cuerpo no te las iba a volver a pedir? Y que ibas a ser lo suficientemente fuerte para negárselas.

-Yo solo...

-¿Tu solo que Liv? ¿En que estabas pensando? -se pasa las manos por el pelo al tiempo que resopla exasperado-. ¿Por qué no confiaste en mí?

-No era tan sencillo -mis lágrimas me vuelven a traicionar.

-Tú misma me dijiste cuánto odiabas que tu madre fuera una adicta, cuanto odiabas ver como se destruía a sí misma, verla acabar con su vida de esa manera. Me contaste lo enfadada que estabas con ella por haberte dejado, por haber preferido continuar con su adicción antes que continuar a tu lado. Y que, si no fuera por las malditas drogas, ella estaría ahora aquí, contigo -su voz, fría, me atraviesa el alma incluso más que sus palabras.

-Nik -exhalo en un hilo de voz.

-Soy un idiota ¿Cómo pude no darme cuenta? -tiene la mirada puesta en el suelo y sacude la cabeza como si se estuviera reprochando a sí mismo por mis acciones. Pero toda la culpa es mía y también era mi culpa que él se sintiera de esa manera.

-No hagas esto, tú no tienes la culpa de nada -sollozo.

-Claro que la tengo, pude haber hecho algo, pude haber evitado que te hicieras esto. Pero como siempre, fui demasiado egoísta para darme cuenta.

Quisiera poder acercarme a él, quisiera que estuviera más cerca para poder abrazarlo, contenerlo como si yo no necesitara que alguien me contuviera a mí.

-No llores -por fin me mira a los ojos y sé que debo estar hecha un desastre, pero no me importa. Sus ojos están también vidriosos y me odio a mí misma por hacerlo sufrir, cuando lo único que había querido evitar desde el principio era eso.

Nik se toma la cara con ambas manos y resopla nuevamente antes de caminar hasta mí y sentarse a un extremo de mi cama, junto a mi cuerpo. Me seco el rostro empapado por las lágrimas y veo como sus ojos lucen aún más cristalinos a través de las suyas. Él contempla mi rostro y me mira con ternura antes de posar una mano en mi cabeza y acariciar mi pelo. Ni siquiera he tenido tiempo de pasarme un peine -pienso.

-Prométeme que no vas a volver a hacer una estupidez como esta -No sabía si era capaz de cumplir aquella promesa, pero en ese momento lo único que me importaba era que él estuviera bien.

-Lo prometo -deja caer su cuerpo sobre el mío en una especie de abrazo y puedo sentir como aspira profundamente con la cara sumergida en mi cuello, sobre mi pelo-. Te amo -susurra contra mi piel y mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho-. Por un momento pensé que podía pasarte algo.

DesadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora