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Miradas coquetas, risas tontas, mejillas sonrojadas y ojos bailarines. Alexis se enrosca un mechón anaranjado entre los dedos y no deja de reírse a carcajadas, con los ojos cerrados y la cabeza echada para atrás, de todo lo que le dice el mejor amigo de Nik. Aunque estoy segura que ser gracioso no es su principal atributo. Renny, por su parte, parece haber olvidado que es el anfitrión de la fiesta y su campo de visión no van más allá de la estilizada chica de piel nívea y ojos cetrinos que tiene parada enfrente. No puedo dejar de percatarme como Alexis lo supera en estatura de pie sobre sus zapatos de plataforma mientras los observo a poca distancia, apoyada contra una columna y con un vaso de plástico rojo repleto de jugo de naranja artificial en la mano.

No sé si me hace sentir más ridícula el estar nuevamente en este lugar sola o el hecho de que a Alexis no le haya tomado más de dos minutos dejar embobado al moreno cuyos bíceps marcados saltan a la vista bajo su apretado polo blanco. Definitivamente debería sentirme más tonta por estar aquí mirándolos como si no tuviera nada más interesante que hacer o con quién hablar, así que dejo el vaso sobre la mesa de tragos y decido salir a tomar aire. De igual modo no puedo dejar la casa si no es con ella y no parece tener intención de irse en un largo rato.

Para mi mala suerte hay un grupo también reunido afuera de la casa, cerca del descampado, y entre ellos se encuentra Nik, a quién llevaba un buen rato sin ver. Cuando Kara se da cuenta de mi presencia, no pierde el tiempo antes de colocar una mano sobre su pecho y hablarle muy cerca al oído, cosa que a él no parece molestarle en lo absoluto. Suspiro y estoy a punto de volver a respirar el ambiente cargado a humo de cigarrillo que se ha hecho dueño de la casa, cuando sus ojos azules me encuentran, y me hace una señal con la cabeza para que me una al grupo. Kara nota el gesto e inmediatamente deja caer la mano que aún tiene apoyada contra su cuerpo. Su expresión denota fastidió y tengo la impresión de estar observando a un depredador acechar a su presa en plena sabana africana. Niego con la cabeza en dirección al chico, estoy segura que no lo hace más que por un gesto de falsa cordialidad y puedo asegurar que Kara no es la única que no disfruta de mi compañía. El sentimiento es mutuo y no tengo ningún interés en entrar en su absurda competencia por ganar la atención de Nik.

Me doy la vuelta para volver a entrar y, para sorpresa de ambas, él me sigue. Hay casi la misma cantidad de gente dentro y fuera de la casa, así que esta vez no hay donde hablar sin por lo menos un curioso al acecho. A menos claro que seas Alexis y Renny, quienes continúan absortos el uno en el otro como si el mundo a su alrededor no existiera.

-Empiezo a pensar que no te gustan las fiestas -me dice cuando me alcanza y esta vez él también repara en la absorbente conversación que mantienen nuestros mejores amigos.

-Supongo que no me integro tan bien como Alexis -digo con la vista puesta en la pareja.

-Me agrada tu amiga.

-Parece que a Renny también le agrada -Nik suelta una carcajada y en seguida un incómodo silencio vuelve a reinar entre nosotros.

-Perdón por lo que dije el otro día -masculla, como si le costara pronunciar aquellas las palabras.

-Dijiste lo que pensabas -le respondo sin volverme a mirarlo.

-Sí, pero estaba molesto supongo y no tendría que haberme descargado contigo.

-No importa.

-No estaba listo para hablar de lo que paso en ese momento, pero creo que tienes derecho a saberlo.

-Solo si tú quieres que lo sepa.

Sus ojos evocan un océano por su profundidad y por la vasta cantidad de secretos que ocultan. Un mar enfurecido que camufla con olas salvajes su verdadera naturaleza pacífica, tan similar a una mirada dura que esconde tras ella, cual fondo submarino, un sinfín de recuerdos vivos y dolorosos. Pero al mismo tiempo, una mirada sincera que me habla sin necesidad de palabras y en la que podría naufragar fácilmente.

DesadaptadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora