Connor notó que Hank ya no iba a aquel puesto de comidas que tanto le gustaba, ahora solo comía algo en la cafetería de la estación para no morir de hambre y el androide necesitaba una buena razón para ello.
— Hank, ¿Qué le ocurre? — Preguntó al cerrar la puerta y ser recibido por un amoroso San Bernardo.
— ¿A qué te refieres? — Replicó calmado, aún tras un arduo día de trabajo el can lograba “bajarle los humos” al peligris.
— Hace tres semanas ya no se dirige al camión de hamburguesas, ahora solo va a la cafetería de la estación a comer algo por necesidad.— Argumentó el androide mientras acariciaba el suave pelaje de Sumo.
— ¿Qué te preocupa tanto? Hombre solo no he sentido apetito.— Respondio sorprendentemente bien, tenía una sonrisa en su rostro al hablar.
— Nada, olvidelo.— Finalizó Connor, supo que no llegaría a una respuesta clara por lo que decidió ignorar la conversación.
Sabía que Hank no respondería con sinceridad.
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