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Peter le contemplo, repaso con la mirada cada parte de su cuerpo, notando grandes cambios en aquella niña convertida en mujer.

No era la primera vez que la veía, pero no podía evitar sorprenderse con su cambio cada vez que la miraba.

Ahora había una diferencia de altura de por lo menos 10 cm, su cabello dorado como los atardeceres caía libremente más allá de la cintura esbelta de la joven, su piel antes blanca, ahora estaba bronceada por el sol del mar, adornada con algunas cicatrices de peleas y recuerdos invisibles de noches apasionadas, y sus ojos, aquellos zafiros que adornaban su rostro, casi podía jurar que eran tan brillantes y azules como el mar bañado en luz de luna.

Pan analizo con la mirada a aquella que se encontraba a solo unos pasos, busco algún atisbo de esa dulce niña que había conocido muchos años atrás, en el cuarto de una modesta casa en Inglaterra, indago y busco algo que le indicara que Wendy Darling aun no era totalmente asesinada por aquella extrañamente hermosa mujer frente a él, "Jill".

-Hace poco vi a Jon y Michael- La joven mujer hablo con parsimonia mientras daba aquella noticia a su viejo amigo ahora rival.

-Crecieron-

-Así es... se volvieron adultos, con familias y profesiones-

-tú pudiste tener eso Wendy, hijos, esposo, un hogar...-

Pan sintió una punzada en su corazón mientras movía sus labios pronunciando aquello.

-Aun puedes tenerlo...-

Le hubiera gustado que esa dulce chica se quedase a su lado, contando cuentos, volando y jugando juntos a ser la madre y el padre de los niños perdidos.

Pero la cruda y triste realidad es que no era así, y antes de verla convertida en lo que es hoy, hubiera preferido miles de veces que ella regresara a Londres y creciera como debió haber sido.

Pero más que nada en el mundo, a Peter le dolió enormemente ver la burla plasmada en los labios de Wendy al escuchar sus palabras, mofándose de lo que deseaba para ella.

-¿Acaso Peter Pan, "el eterno niño" me está incitando a crecer?... Es algo irónico-, los rojizos labios de la mujer se curvaron en una sonrisa ladina, divertida, extasiada con aquella situación. -He cambiado Peter, a mi manera pero lo he hecho, he dejado de relatar cuentos de fantasía para poder vivirlos en carne propia-.

No iba a negarlo, Darling lucia tan hermosa como el recuerdo fantasmal de la niña de hace años, podía incluso atreverse a decir que lucía mucho más bella que antes, como una linda rosa que acababa de florecer, una linda flor que decidió crecer entre espinas hirientes y venenosas.

Siempre vio en ella a alguien inteligente, demasiado lista para caer de su cuna, pero verla ahí, ahora, en ese momento, y habiendo tomado esas decisiones, ponía en duda aquel pensamiento que Peter guardaba sobre ella.

Y le dolía, le dolía saber cómo había terminado aquella joven, el recuerdo viviente de ese día en el Jolly Roger aún seguía grabado a fuego en su memoria, verla al lado de su peor enemigo le supo cómo la traición más amarga y el dolor más profundo.

Al final el golpe más duro del capitán James Hook no fue tomar la vida de Peter, si no tomar de su lado a aquella dulce niña y contaminarla con su amor, amarla como el mismo no se atrevió a hacerlo.

-Wendy...-

-No, Pan, Wendy Darling ya no está aquí, Ya no más, la asesinaron, la asesine yo y la asesinaste tú, la asesinamos juntos Peter-

Él se atrevió a verla directo a los ojos una última vez, busco alguna señal de auxilio en ella, algo que le dijera "Por favor Peter, ¡Sálvame!, no quiero esto" pero en lugar de eso su mirada solo mostraba confianza, aquellos bellos ojos azules solo le observaban expectantes, con clara determinación absoluta.

Pero además, su mirada transmitía amor, un amor puro, que por más que quisiera no era para él.

Y ahí se dio cuenta de lo que ella tanto le había dicho y él tanto se había negado a creer, después de todo Peter aún era un niño, un niño caprichoso que odiaba saber que le habían arrebatado algo de sumo valor. Pero ahora la realidad le hacía frente, golpeándole en la cara con el aire gélido de la realidad.

Wendy Darling había quedado atrás, ya no quedaba sombra alguna de ella, había muerto muchos años atrás siendo sepultada por una mujer nueva.

Ni siquiera el recuerdo de ella quedaba, solo un débil fantasma de lo que alguna vez fue bailaba en la memoria de quienes la conocieron, y ahora comenzaba a desaparecer, a extinguirse por completo, a apagarse como una vela en un ventarrón.

Ahora solo vivía "Cara larga Jill", aquella pirata intrépida, conocida y temida en todo Neverland, aquella bella flor que surcaba los mares acompañada de su amado Capitán Hook, quien atesoraba y amaba a aquella chica mucho más que a cualquier riqueza que obtuvo durante todos sus viajes saqueando barcos y tesoros.

Con un nudo en la garganta el niño tuvo que dar media vuelta para evitar llorar ahí mismo, llorar como cada vez que en su mente evocaba el recuerdo de la primera vez que sintió algo parecido al amor.

Wendy no dijo nada, solo siguió con la mirada al chico hasta perderlo de vista, aun conservando aquella curvatura en las comisuras de sus labios, por un momento, mientras veía el lugar donde Peter había estado hace tan solo unos segundos, en su mente se formó la imagen de sí misma, ataviada en una bonito y elegante vestido como los que su madre solía usar en esas cenas importantes, con un hombre a su lado, un esposo que trabajara y la mantuviera mientras ella se quedaba en casa cuidando de los niños y tejiendo.

Jill desecho esa idea de su mente, burlándose de sus propios pensamientos, aquella vida no era para ella.

Su existencia plena llena de juventud se iba entre peleas con espadas, viajes a los más recónditos lugares, robos de sumo valor, aventuras en paisajes maravillosos y noches de amor vehemente en alta mar al ritmo de las olas. Por la mente de Jill apenas y quedaba un vago recuerdo de lo que alguna vez fue su vida en aquel mundo, una chica amable y tranquila, infantil y cariñosa, una niña que había añorado obtener el amor del niño negado a crecer, amor que nunca fue entregado a la joven creyente de fantasías, pero ahora eso carecía de valor alguno, cada noche mientras estaba envuelta entre sabanas, acurrucada en los brazos de James, poco le importaba aquellos detalles de años pasados.

Y el sentimiento era mutuo, pues él amaba muchas cosas de aquel tesoro en carne y hueso que era la bella joven, adoraba hasta los más pequeños detalles de la muchacha, le encantaba el verla dormir a su lado en las frescas noches de alta mar, oírle tararear leves melodías al viento mientras hacía labores, la manera en que sus manos acariciaban su piel y sus labios murmuraban su nombre, sin cohibiciones ni miedo alguno.

Amaba saber que aquella joven nunca temió a él, Wendy nunca sintió miedo de su persona, solo curiosidad, curiosidad por saber cómo sería en el interior aquel frio pirata sediento de venganza, curiosidad por sus ojos enigmáticos, curiosidad al tacto de sus cabellos negros.

James podía inspirarle muchos sentimientos a la joven, miedo no era uno de ellos, pero el amor sí.

.

Su cabello áureo ondeaba en el viento, podía sentir al mar en sus labios, dejándole un gusto salado en la boca, la puesta del sol le brindaba un tono aloque a su figura, fue entonces que se permitió dejar salir un suspiro, maravillada por aquella hermosa vista.

Unos brazos se envolvieron en su cintura, pegando su espalda al pecho ajeno, casi pudiendo escuchar el corazón contrario, el aroma varonil de aquel pirata llego a Jill, haciéndole ensanchar su sonrisa.

-¿Dónde estuviste?- aquella voz que tanto amaba llego a sus oídos, acariciándole como una melodía.

La respuesta de Jill no llego inmediatamente, la joven mujer tardó unos segundos mientras procesaba su respuesta.

Volteo su cuerpo quedando frente a su capitán, abrazándole del cuello, pegando su mentón contra la clavícula del más alto y finalmente con el tono más dulce que pudo emularle a su yo del pasado, dejo salir las palabras.

-Fui a visitar a un viejo amigo-.

The Second LoveWhere stories live. Discover now