Hilaria sonrió débil ante lo amarga que era esa decisión, y aunque deseara siempre tenerlo a su lado, sencillamente acarició su mano, acunó su rostro en el pecho de su amor, y tras sus lágrimas fugitivas, le aseguró miles de promesas que, con el tiempo, irían muriendo. Lo perdió para toda la eternidad, pero nunca lo olvidó, ya que, como cada noche, él aún continuaba siendo su principal inspiración. Siendo después de aquella hora, donde sus pensamientos más crueles hacían acto de presencia, usando como voz, su añoranza.
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Después de las 8:00 p.m
Genel KurguMicrorrelato para el concurso "Maravillas ocultas"