Capítulo 2: Tortura

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― ¡Steider! ― Conseguía oír levemente la exclamación de una voz de alguien mayor, característica voz rasposa ― ¡Despierte maldito cabronazo!

Repentinamente sentí un impacto en mi rostro. Comencé a reaccionar abriendo lentamente mis ojos para solamente percibir colores difuminados. En ese momento me sentía como si me encontrara por los cielos. El tacto de las nubes contra mi piel, recorriendo lo alto felizmente, ausente cualquier tipo de conflicto, como si todo fuera completamente perfecto. El lindo momento fue sorpresivamente interrumpido nuevamente por otro impacto. El cual fue mas fuerte aun lo que causó el poder recobrar mis sentidos.

― ¡S-s-sargento! ― Exclamé con un tono de impresión.

El sargento quien tenía un aspecto del típico hombre veterano y valiente. Con su boina y uniforme militar color rojo carmesí. Se encontraba de rodillas a mi lado mirándome. Colocó su mano en mi pecho y comenzó a sonreír y soltar una carcajada.

― ¡Jaja! ― Reía el sargento ― Casi perdemos a este cabronazo.

― ¡L-lo siento sa-sa-sarge-ge-ge-ento! Me he de-de-dejado tumba-bar...

― Si un soldado puede tomar su arma y comenzar a patear el culo de esos farios, nunca estará muerto, Steider.

― C-compre-e-endo sargento ¿Qu-que me ha pas-s-s-sado?

― Tienes suerte, ningún otro cabrón hubiera salido ileso a la explosión de una granada.

― ¿¡Granada!?

― Si que te golpeaste con fuerza ¿eh? ― Bromeó el sargento mientras me ayudaba a levantarme ― Más le vale poder su rifle y comience a cazar esas ratas. Si no, no seré yo el que tenga cargar su cadáver de vuelta a casa.

Seguido de que el sargento me ayudara, me dio unos suaves golpes en mi espalda y se alejó. Siempre apoyando a otros soldados sin importarle lo mínimo que pueda ser el problema que estén teniendo, como siempre fue el sargento. Recuperé la compostura, tomé mi arma y algo de munición para reincorporarme a la batalla. No admiro las medidas tomadas para la solución de conflictos en esta situación. Estar aquí no es para nada sencillo. Mis manos tiemblan del miedo a lo que sea que pueda ocurrir. No quiero morir atrapado en un fuerte con el único motivo de proteger el país de los invasores o fracasar y caer en el intento.

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Me reagrupé con los demás integrantes de mi pelotón. Entre estos estaban dos amigos que conseguí durante la época del entrenamiento.

― ¡Steider, estas vivo! ― Exclamó Rudolf animadamente seguido de un cariñoso abrazo cual me hizo ligeramente sonrojar. Rudolf una de mis mejores amistades, mantenía un carisma alegre y siempre fue un gran apoyo para mí. Era alguien el cual logras apreciar fácilmente. Por otro lado, su físico era bastante simple. Un hombre de alta estatura, cabello castaño, contextura delgada. Como sería un brétano común.

― Pensé que estarías descansando todo el día ― Mencionó Ross, el segundo y último de mis amigos. Posee un carácter más serio y depresivo la mayor parte del tiempo. Aunque igualmente suele ser bastante simpático, es un aficionado a las armas ¿Quizás por eso terminó aquí? Aunque su cuerpo es más robusto que el de la mayoría de los del pelotón.

― No-n-no es mi culp-p-pa ― Respondí con un tono exhausto.

― Igualmente no te perdiste de mucho ― Comentó Ross mientras desarmaba e inspeccionaba una pistola ― Los malditos farios no han podido adentrarse en la fortaleza, pero no paran de aparecer y están logrando avanzar poco a poco. No hace falta mucho tiempo hasta que logren llegar donde nosotros.

― Tranquilo, si eso llega a pasar lograremos sobrevivir ― Animó Rudolf.

― No es lo más probable, moriremos, así otros brétanos de los fuertes al sur tomarán nuestro lugar y tratarán de contener a esos monstruos.

― ¿No-no-no tien-nes mie-e-e-edo? ― Le cuestioné con un tono de leve desanimo.

― Hace tiempo perdí el miedo a la muerte... ― Confesó Ross más serio de lo habitual.

Un silencio levemente incomodo sumergió la escena, Rudolf y yo mirábamos a Ross con expresiones de desaire y desanimo, mientras este seguía manipulando las piezas de su pistola. Ross demostraba ser una persona bastante depresiva, siempre ha preferido sufrir en silencio a tratar de buscar soluciones para sus problemas. Tampoco es que sea una mala persona.

Rompiendo el silencio el sargento apareció, caminaba por la sala inspeccionando a los soldados, como era habitual de su parte.

― ¡Esto es una guerra, no un museo! ― Se dirigió el sargento hacia Ross ― Esas armas se usan para matar farios, no para jugar con ellas.

―S-s-sarg-gento ¿Q-q-q-que de-debería-a-amos hacer? ― Pregunté.

― ¿Usted qué cree que se hace en una guerra? Tomen sus armas y acaben rápidamente con esos hijos de puta antes que ellos nos acaben a nosotros.

Hicimos caso a las órdenes del sargento. Tomamos nuestras armas y nos posicionamos en unas ventanas del fuerte. El resto del pelotón ya se encontraban sumergidos en la batalla, rasgos de concentración y determinación, su vista centrada en sus miras. Presionaban el gatillo para disparar una bala en busca de acabar con otra vida. Siempre con la desesperante posibilidad de ser el siguiente brétano en conocer la muerte. Su incentivo, matar a la mayor cantidad de farios antes de que una bala enemiga les cause la muerte a ellos mismos.

Me posicioné junto a mis compañeros cuales eran bastante torpes para el manejo de armas. Es lo que mas me logra sorprender de parte de Ross, quien a pesar de su fascinación y conocimiento por las armas sigue sin aprender a disparar correctamente. Tomé mi rifle y apunté al campo de batalla, había farios dispersos por el terreno, abriendo fuego y movilizándose de un lado a otro, concentré mi mirada para poder apuntar a algún enemigo, mientras mas me concentraba, mis manos comenzaban a temblar más aún lo que me dificultaba las cosas, sentía una increíble tensión, el entrenamiento era bastante distinto y más sencillo que esto.

De repente mientras seguía dando tiros fallidos e intentando apuntar al vacío. Sentí una increíble sorpresa, seguido de un potente miedo y desesperación. Una bala, cual únicamente logré percibir por el rabillo de mi ojo. Pasó fugazmente a un lado de mi cráneo. Lo cual me dejó completamente perplejo. Sentía como si mi corazón se hubiera detenido por un par de segundos, como si toda mi vida hubiera pasado frente a mis ojos, la muerta, tan cerca de mí.

Bajé mi cabeza y me oculté rápidamente. Me encontraba bastante agitado, mi corazón latía velozmente, respiraba de forma desesperada con una expresión traumatizada sobre mi rostro. Rudolf se percató de mi situación y corrió hacia mí.

― ¡Steider! ― Exclamó mientras me miraba muy preocupado ― ¡Sargento, venga rápido!

― ¿Qué ocurre? ― Preguntó el sargento al llegar inmediatamente a nuestro lado.

― Es Steider, mírele.

El sargento me observó unos segundos para luego sujetarme de mi brazo, levantándome y así darme cinco golpes en mi rostro cuales me hicieron reponer mi compostura.

― ¡Déjese de traumas y comience a disparar maldito cabrón! ― Me regaño tomando mi arma y dándome un ligero golpe en mi pecho con el cuerpo de ella.

― S-s-si... ― Respondí recibiendo mi arma.

El sargento se apartó y luego se fue sin emitir otro comentario. Seguido de él fue Rudolf haciéndome una expresión con su mano, la empuño y levanto su pulgar como si dijera "Esta todo bien"

Me sentía terriblemente mal, soy un fracaso y una decepción. Mi siquiera debí haber venido a esta guerra, pero no pude siquiera elegir mi destino. Quisiera ser un buen soldado y lograr cumplir mi cometido, pero no es así. Soy un cobarde ¿Por qué no puedo ser como el resto de mis compañeros? Necesito mejorar si no quiero terminar muerto a manos farias o inclusive por las manos de mi propio equipo.

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⏰ Last updated: Sep 08, 2018 ⏰

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