Un Refugio

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Dejamos a Javier encima de la "camilla" y volvimos a la pequeña gruta y nos dispusimos a trasladar todas las cosas, en eso tardamos dos días, cuando terminamos Miguel tomó una rama pequeña y comenzó a marcar un cuadrado en el suelo.

—¿Que haces hermano?—le pregunté a Miguel—

—Debe de estar fastidiado—comentó Javier—

—Estoy marcando un cuadrado en el suelo para saber hasta donde pondremos madera—contestó Miguel—

—¿Estás hablando de construir una casa?—preguntó Javier—

—En el futuro tal vez si—contestó el—Pero por ahora solo será el suelo, me rehuso a seguir durmiendo en el suelo—

—Yo también estoy cansado de dormir en las piedras, pero no veo diferencia entre las piedras y la madera—le dije con sinceridad—

—Ingenuo hermano, aunque es igual de incomodo, al menos si te mueves mucho no te vas a golpear con una roca en la cabeza—Dijo el—

A la mañana siguiente colocamos el suelo, no fue difícil, excavamos aproximadamente ocho centímetros del suelo y lo cubrimos con madera, porque si simplemente colocábamos la madera, podría moverse con facilidad, desbaratando todo lo que habíamos hecho.

Al principio fue incomodisimo, pero con el tiempo nos acostumbramos a el.

Pasó una semana y nos despertó un sonido extraño, pero a la vez muy familiar, era una oveja, que estaba brincando encima de mi.

—Una oveja, dos ovejas tres ovejas, que sueño me da—dijo Javier mientras veía el divertido espectáculo—

—¡Ya callate y ayuda!—le conteste—

—Creo que es hora de levantar las paredes—comento Miguel—

Saliendo un poco del tema, ustedes se estarán preguntando que comíamos y bebíamos mientras narraba nuestras aventuras, bueno, en la costa donde naufragabamos habían palmeras de coco y un poco más tierra adentro habían matas de mango, a mi no me gustaba el mango y el coco era muy difícil de abrir, así que bueno, era lo que había, y en cuanto al agua, un pequeño arroyo fluía desde un lago aparentemente limpio y antes de tomarla la pasábamos por nuestro filtro improvisado (una media) para quitarle algunos residuos.

Regresando al tema, lo que hicimos fue talar arboles delgados, pelarlos con una piedra, afilarlos en la punta y clavarlos en el suelo, en una semana y media habíamos terminado.

Para el techo lo que hicimos fue coger ramas largas y colocarlas de la misma manera que los aborígenes, el único problema era que cuando llovía habían muchas goteras

—Después de mucho trabajo, al fin lo hemos logrado—dijo Miguel, felicitándonos—

—Al fin—Conteste yo—

—Me maté trabajando en la casa - dijo Javier—

—¡Si claro! Hace dos días que puedes caminar y no haces nada—le replicamos mi hermano y yo—

—Es que... Es por si acaso—nos contestó—

Pasaron los días y se nos ocurrió tomar unas piedras lisas y colocarlas en la playa, pusimos las piedras de tal forma que desde lejos se veía la palabra SOS, aunque en los siguientes días no sucedió nada, este simple esfuerzo nos motivo bastante por el resto de nuestra estancia en la isla.

Durante un mes o dos no llovió y el arroyo del cual tomábamos el agua estaba casi seco y temíamos que se secase, porque si se secaba no sabíamos de donde tomaríamos agua y moriríamos de sed...

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