Solos

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Busqué a mi alrededor esperando encontrar algún rastro de mi hermano o mis amigos, pero no encontré nada, pero después de un rato me arrodille en la arena y grite.

—¡Gracias Señor por cuidarme!—

Hacia mi izquierda descubrí una gran parte de la lancha encallada en unas rocas, estaba algo inclinada y parecía que se podía mover, así que pensé en buscar ahí, tal vez mis amigos estén ahí, o por lo menos la comida se hubiera mantenido seca, tenía hambre.

Trepe por las rocas y me encarame a la cubierta, la madera se mojo, pero aún se podía usar, bajé las escaleras y encontré algunos restos de comida, me los comí rápidamente, mientras buscaba agua para beber, accidentalmente tumbe una mesita de noche, la cual se fue al fondo del yate, el cuál se inclinó un poco.

Con más precaución seguí explorando la lancha, abrí un camarote, encontré ropa, me cambie y seguí buscando, encontré el camarote del capitán (Iván), lo abrí y encontré a Javier, estaba desmayado.

—¡Javier! ¡Javier! ¡Javier!—le grito a Javier—¡Despierta!—Le doy un par de cachetadas y empieza a reaccionar—

—¿Ah?—Dice Javier muy confundido—Hola mamá—

—¿Qué?—Respondí sorprendido—Soy Alejandro no tu madre—

—A... ¿Alejandro?—Dice el—¿Qué pasó?—

—La lancha naufragó, estamos en una isla, creo—le contesté—

—¿Y los demás?—Preguntó el con preocupación—¿Solo estás tu?—

—No lo sé, no he encontrado a nadie más—le respondí con algo de tristeza—Ven levantate—

—¡No puedo!—respondió con mucho dolor—¡Creo que tengo la pierna rota!—

—Yo te ayudaré—

Con mucha dificultad logre incorporar a Javier, y haciendo que se apoyara en mi, lo saque de la lancha y lo deje tendido en la playa bajo una palmera, luego volví a dicha lancha y la registré de arriba a abajo en busca del botiquín de primeros auxilios.

No lo encontré, así que volví a la playa, tome unos palos y un hilo y fui con Javier.

—¿Que vas a hacer con eso?—Preguntó el, riendo—

—Voy a hacer un inmovilizador—le respondí—Para que no puedas mover la pierna y se recuperé con facilidad—

—No estoy seguro de eso—dijo mientras se seguía riendo—

Al cabo de un rato había hecho el inmovilizador, el cuál era dos palos amarrados a la pierna, algo completamente inútil.

—Puedo mover la pierna todavía, Alejandro—se burló Javier—

Le quite el aparato y vi como el cielo se volvía a oscurecer, un rayo lo iluminó repentinamente y el trueno rugió con toda su furia, comenzó a llover.

Exploré la zona y muy cerca de donde estábamos había una pequeña gruta en la que podíamos refugiarnos, solo que con el problema que Javier debe tener la pierna extendida, así que yo no cabía en la gruta, Javier entendió y después de que el entró, tapé la entrada con hojas y ramas, por si venían animales salvajes, yo por mi parte, trepe a un árbol, me coloque sobre una rama un poco gruesa que estaba a ras del suelo e intente dormir un poco.

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