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Apoye mejor el celular entre mi hombro y oreja mientras en una mano tenía una lata media vacía de cerveza y en la otra el control remoto del televisor.

¿Estás escuchandome? —Preguntó irritado y tan segura de que me llamo Soul Stone estaba haciendo aquella mueca de fastidio que solo y especialmente iba dirigida a mí.

— Lo siento, ¿decías? —Conteste sonriendo como tonta para después borrarla al ser consciente de lo ridícula que me he de ver.

— ¿En serio no podrás venir con nosotros, almita? —Murmuró con dulzura como si hace un momento no me haya hablado con impaciencia.

Honestamente, no sabía exactamente quién era el más bipolar en nuestra amistad, JungKook o yo.

No me llames así. —me quejé escuchando su risa de fondo.

Ya, es de cariño.

"Is di ciriñi" puse los ojos en blanco tratando de controlar el sonrojo en mi rostro y los repentinos latidos desenfrenado de mi corazón. Así de mal me tiene JungKook. Solo una pequeña frase, palabra, el más sutil movimiento, un pequeño roce o que simplemente abriera la boca hacía alterar todo en mí.

Pero volviendo al motivo de mi llamada. ¿Vas a ir verdad?

Reprimí el gran impulso de cortar la llamada e ignorar a JungKook.

¿No te cansas? —Inquirir irritada levantándome del sofá para caminar a la cocina por otra cerveza.

Neh, me conoces. Además... de que es divertido. —nuevamente puse los ojos en blancos, sabiendo que no me podía ver, me apoye en la encimera de la cocina— Y como me conoces taaan bién deberías saber que no voy a detenerme hasta que consiga lo que quiero.

¿Y eso es? —Pregunté bostezando.

A ti. —mi boca se seco y los latidos de mi corazón los podía escuchar con fuerza en mis oídos— Que vayas conmigo. —continuó, como si nada. Como si yo no supiera que respuestas como esas hacían que mi pulso incrementarán, me falte el aliento y que probablemente muera de un infarto.

Yo era tan malditamente estúpida y él tan jodidamente manipulador y terco pero lo amo como tonta.

— T-te puedo colgar. —tartamudee luego de unos minutos tratando de hallar mi voz.

Bufé negando y me acerqué al refrigerador sabiendo que era una excusa para calmar el torbellino en mí. Lo abrí para después volverlo a cerrar cuando me di cuenta que estaba más vacío que mi vida amorosa. Bueno, por lo menos este tenía una botella de jugo de limón. Hice una mueca. ¿Por qué me humilló yo misma?

— Tal vez ya sea un don. —susurre mientras sacaba el jugo y lo dejaba en el mesón a un lado de mí.

¿Tú? ¿Colgarme? Bueno, puedes pero sé que no lo vas hacer, cariño. —sonó engreído y sinceramente me hizo sentir patética.

PJM ¦ SECOND OPTIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora