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Leo Casals - Cupido 34

Gemí nuevamente cuando retrocedí mi cuerpo tratando de sacar al chico de aquel interior, Alec jadeó adolorido y me miró con sus ojos cristalizados.
De acuerdo todo esto podía parecer completamente extraño, en estos momentos, pero tal vez debamos retroceder un poco el tiempo.

👉🏼 Dos horas antes 👈🏼

Había despertado a las siete de la mañana y salí de la habitación diciéndole a William que iría a mis clases cuando en realidad saldría a correr un poco alrededor del campus, tan solo para ambientarme un poco más al lugar.

-¡Hey! -alguien gritó tras de mí-.

Comencé a disminuir mi carrera y me giré para ver a Alec Johnson correr hacia mí con rapidez, al parecer no había notado que yo había dejado mi andar y él aceleró su paso, cuando finalmente se dió cuenta de su error ya había sido tarde y su cuerpo se estampó contra el mío con tanta fuerza que me hizo trastabillar y salir del camino cayendo junto a él por una pequeña bajada y caer al parecer en un pozo que jamás, en mi estadía en aquella universidad, había notado.

-Auch -se quejó el chico levantándose levemente-.
-No siento mis piernas -gruñí de dolor-.
-Lo siento -me miró-. Es mi culpa
-¿Por qué corrías de esa manera? -fruncí el ceño-.
-Quería alcanzarte -sus mejillas se sonrojaron-. Corres algo rápido
-Dímelo a mí -suspiré y miré hacia arriba-. Este pozo no es profundo -dije algo aliviado-. Subiré primero y luego de ayudaré a salir
-De acuerdo

Me levanté algo adolorido y comencé a escalar las rocas que conformaban el pequeño pozo vacío hasta que logré salir de él, miré hacia abajo y noté como Alec tenía problemas en su pierna, al parecer se le había roto. Joder.

👉🏼 Actualidad 👈🏼

Alec volvió a quejarse cuando jalé de sus brazos nuevamente, suponía que el dolor en su pierna era insoportable pero si él no ponía de su apoyo tal vez volvería a caer al pozo. Maldita sea, me quejé al oír mi celular sonar en el tono de llamada de Sesenta y Nueve.

Contesté la llamada como pude y cuando oí a mi amigo quejarse de lo vulgar que podía ser, un grito por parte de Alec me hizo volver a la realidad cortando por fin la llamada. Esto sería más fácil si tuviera mis alas.

Si, mis alas. ¡Joder, mis alas!. Sonreí orgulloso por mi pensamiento y miré a Alec.

-Necesito que cierres los ojos -miré hacia todos lados notando que estábamos solos-. 
-¿Por qué? -se quejó adolorido-.
-Confía en mi -susurré-.

Alec cerró sus ojos con fuerza y pude sentir mis alas desprenderse de su escondite en mi espalda, se abrieron con violencia y de un salto pude ayudar al chico a salir de ahí, de verdad que extrañaba mis hermosas alas blancas.

-¿Ya puedo abrir mis ojos? -preguntó-.
-Si, claro -mis alas volvieron a esconderse-. ¿Te sientes bien?
-Me duele la pierna, demasiado
-Creo que está rota -la miré-. Debemos de ir a la enfermería

 Debemos de ir a la enfermería

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