5: Es hora de vivir.

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Es hora de vivir.


Habían días en los que Lana se había sumergido tanto en un libro que nada, absolutamente nada, lograba sacarla de su mundo. 


Ese era uno de esos días. 


Gracias al mal trago que había pasado con el molesto, estúpido, descerebrado, imbécil... y todos los demás adjetivos que encajarían perfecto con él, por ese mal momento, ahora no podía - ni quería - apartar la mirada de su libro. Como era costumbre cada vez que algo le desagradaba en su vida. Sabía que estaba mal no afrontar las cosas, que era cobardía la que camuflaba entre las páginas de Peligro Inminente, pero aún con eso, no podía evitar utilizar los libros como escudos. Y más cuando su casa era un campo de batallas tan nocivas que, aunque amará los mundos de Agatha Christie, sus palabras no podían protegerla del todo. Los silenciosos pasos de Lana dentro de la mansión Clayton apenas se escuchaban, y ese era su objetivo diario, pasar desapercibida. Sus padres no necesitaban saber que estaba ahí. Pero eso se vio abruptamente estropeado cuando la figura estilizada y alargada de su madre se plantó frente a ella. 


Jane Clayton. Una mujer hermosa sin duda, pero que ahora no era más que la sombra de aquella carismática y amorosa madre que algún día fue.  La señora Clayton, como le gustaba que se refirieran a ella, si era posible, con un cierto titubeo al pronunciarlo, alzó una ceja ante la presencia de su hija. Lana no le temía a su madre, porque al fin y al cabo era su progenitora, pero sí le temía a las palabras que podían escapar de esos labios pintados de carmesí. 


- Llegaste un poco temprano. - Lana bajó la mirada, escondiendo el libro de Agatha Christie detrás de su espalda. Su madre siguió hablando. - Eso no es raro, tomando en cuenta que lo único que haces es estorbar. No me sorprendería que le estorbaras hasta a tus profesores. - Las manos de Lana sujetaron el libro con más fuerza, tragó el nudo en su garganta en un intento de que las lágrimas no le ganaran. - Sólo estorbas en nuestras vidas. Debiste ser tú. - Sí, esa era su madre. Una mujer de palabras filosas que ahora no hacía más que buscar romper a su hija mucho más de lo que estaba ella. Lana levantó el rostro y la miró directamente a los ojos azules que eran idénticos a los suyos propios. Una pregunta estaba plasmada en su mirada azulada, una pregunta que muchas veces salió entre gritos de ambas mujeres. 


¿Por qué? 


Ese por qué tenía tantas versiones que se quedaba sin respuestas. Jane Clayton, por su parte, podía decir muchas cosas hirientes, pero nunca tendría la respuesta a esa pregunta. Y Lana, siempre escondida en las páginas de un libro, buscaba la respuesta como si no hubiera fin. 


La chica de cabellera oscura siguió su camino hacia la habitación, pasando por un lado a la mujer que desconocía desde hace unos años atrás. 


Lana entendió ese día, encerrada en su habitación, llorando y ahogando sus gritos en la almohada, que su vida debía cambiar. Ya nada podía seguir así. Esa ya no podía ser su existencia. Así que, la chica con el libro de Agatha Christie, se limpió las lágrimas, tomó todos los libros de su escritora favorita y los guardó en una caja escondida dentro de su armario. 


Estaba decidida a vivir esas historias, ya no le bastaba con leerlas. 








La Chica con El Libro de Agatha ChristieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora