La Chica con El Libro de Agatha Christie

6: Y Lana quiso morir

Y Lana quiso morir

Cuando buscas cambiar aspectos de tu vida, normalmente, no sabes por dónde comenzar. Es complicado decidir de un día para el otro dejar de despertar del lado izquierdo de la cama para comenzar a hacerlo del lado derecho, y acostumbrarte para no equivocarte camino al baño. Hacerte un peinado diferente, sonreír o llevar una mueca de haberte chupado un limón. Conflictos así, al momento de hacer un cambio en tu vida, al momento de comenzar a vivir tu vida, pueden hacer una gran diferencia. 

Excepto si eres Lana. 

Lana, en cambio, no necesitó levantarse de un lado o otro lado de la cama, ni peinarse distinto, ni sonreír -que tampoco era algo que le gustara mucho-, sólo tuvo que despertar y seguir su rutina diaria, como si la decisión que había tomado el día anterior no hubiera sido nada más que palabras. Y sí, se le había olvidado la meta que se había impuesto, pero bastó meter la mano en su bolso y tantear un poco para recordar. Su indispensable libro de Agatha Christie no estaba. 

Sin su libro, no había escudo y sin un escudo tendría que mirar a los ojos de las demás personas. Tendría que enfrentar todo tipos de miradas, y eso, le aterraba. Estaba tan acostumbrada a mantener su vista fija en los libros que el sólo hecho de tener que ver las expresiones de las personas hacía que sus nervios afloraran. 

Cuando sus pasos llegaron finalmente a las puertas del instituto y vio como los pasillos estaban completamente vacíos sintió alivio, un alivio que luego se transformó en más temor al darse cuenta que llegaría tarde a clases. 

- ¡Justo cuando no quiero llamar la atención se me ocurre llegar tarde! Seré tonta de verdad. - Aunque insultarse no serviría de mucho, sí que le sirvió para descargar un poco de ese nerviosismo que le corría por las venas. 

Como muchas otras veces, al llegar a la puerta del salón, el profesor de Geografía le abrió con toda amabilidad, invitándola a pasar. Lana se topó con las miradas de todos sus compañeros fijas en ella, muchos de esos rostros ni los conocía, y muchos otros no quería conocerlos. Pero a pesar de todo, siguió su camino hasta su asiento, justo en las filas del medio, se sentó y sacó de su mochila el cuaderno de dicha asignatura. No sin antes escuchar al profesor decir en un tono afable;

- Señorita Clayton, la veré en detención al final del día. 

Y Lana quiso morir.