CAPÍTULO 1

87 4 0
                                    

Tan pronto como dieron las doce, el señor Fugaku Uchiha, presidente de industrias Uchiha, cerró la carpeta sobre su mesa, dando por finalizada la reunión en la que había estado durante más de dos horas. Se puso en pie elegantemente, se colocó bien la americana del traje y se ajustó la corbata al cuello.

_Bien, señores. Nos vemos el próximo mes _dijo. Tendió la mano al hombre que tenía más cerca _. Recuerden traer el balance de los ingresos por las ventas de las acciones.

_Descuide señor Uchiha. Hasta el mes próximo _respondió cada uno de ellos a medida que se despedían de él.

Cuando todos salieron del enorme despacho, Fugaku indicó con la mano a sus dos ayudantes que salieran. Ambos obedecieron de inmediato. Los tres hombres se dirigieron al ascensor, en el que aún esperaba la mitad de los empresarios con los que se había reunido.

_Fugaku, mi hija se casa en octubre. Dicen que de una boda siempre sale otra. ¿Por qué no le dices a tu hijo que venga?

_Me temo que no querrá ir. Además, hace algo más de un año que sale con una chica, una modelo... _explicó a su colega.

_ ¿Una modelo? _preguntó. Su amigo asintió_. Esas chicas siempre son demasiado raras.

_Supongo que por todo lo que tienen que pasar hasta llegar donde quieren llegar. Ya sabes que en ese mundo son sólo marionetas a las que manejan a su antojo. No obstante, Ino es buena chica. Sólo la he visto un par de veces, pero no hay nada que desapruebe de ella.

_Me parece bien. Pero, ya sabes, si quieres... _Se vio interrumpido por la llegada del ascensor_ Dile, si te parece, que se pase, que venga con su novia, si le apetece...

_Descuida, se lo diré.

Los seis hombres entraron en el ascensor. Permanecieron en silencio hasta que este llegó a la planta baja y cada uno se dirigió a su destino. El señor Fugaku caminó hacia su vehículo, dónde esperaba con paciencia el chofer. Mientras el coche le llevaba al edificio B, donde tenía su oficina principal, el hombre fue revisando detenidamente la documentación. La contabilidad de sus empresas daba cada vez mejores resultados y eso le hacía tremendamente feliz. Podría subir el sueldo a los empleados más eficaces y quizás comprar un par de edificios más en alguna de las nuevas zonas residenciales de lujo. Al llegar al aparcamiento dejó la documentación en el asiento para que uno de sus dos ayudantes la cogiera. Bajó del coche. Cuando llegó a la puerta con los dos chicos detrás no vio a Sakura, una empleada de otro de sus edificios que venía a traerle cierta documentación que el directivo le enviaba.

_ ¡Oh! Lo siento. Disculpe. Lo lamento muchísimo _murmuraba la muchacha, completamente avergonzada, mientras recogía del suelo el montón de papeles que el choque entre ellos había dejado desperdigados por el suelo.

_No importa. Sólo ten más cuidado la próxima vez.

_Lo lamento de verdad, señor Uchiha. En realidad, estos papeles son para usted... _dijo, ofreciéndole las distintas carpetas mientras se colocaba bien las gafas con la ayuda de su brazo derecho.

_ ¡Chicos! _Fugaku miró hacia atrás, como pidiendo a sus acompañantes que hicieran algo. Los muchachos estiraron las manos y cogieron las carpetas que la chica le ofrecía al mayor.

_Gracias _dijo ella con una media reverencia a modo de saludo.

El presidente la miró de reojo conteniendo una sonrisa. Aquella chica le resultó graciosa pese a su lamentable aspecto. Entonces ella salió a toda prisa, a través de las puertas de cristal por las que se accedía al edificio, y se dirigió al ascensor que le llevaría a su despacho, una oficina mediana, muy bien decorada, situada en el piso más alto.

Sakura Haruno siempre fue una chica corriente, con unos padres y unos hermanos normales. Su padre siempre quiso que estudiara medicina, porque amaba la idea de tener una hija médico. Pero ella nunca se interesó por la sangre. No le gustaban las enfermedades, ni las heridas. No soportaba las medicinas ni los hospitales, por lo que decidió que los ahorros de toda su vida y la beca que le habían ofrecido por sus buenas notas las usaría en otra carrera, en una que realmente le interesaba: empresariales. El primer curso pudo sacarlo sin que su padre se enterase de qué había decidido estudiar realmente. Sin embargo, cuando llegó el segundo curso, las sospechas empezaron a hacer peligrar su secreto. Al tercer curso, su padre se enteró de lo que había estado haciendo a escondidas, de la mentira sobre su carrera. En medio de una discusión, echaron a Sakura de casa. Su padre no quería verla porque se sentía traicionado.

_Hasta que no seas médico no quiero volver a verte _le dijo justo antes de cerrar la puerta y dejarla en la calle con su maleta. Sakura no tenía a dónde ir. Había estado siempre tan obcecada con sus estudios que había olvidado hacer amigos. Ahora se encontraba completamente sola, sin tener a nadie a quien recurrir. Por suerte para ella, los exámenes finales estaban ya ahí. En un mes sus estudios concluyeron con un excelente final, unas notas que muy pocos habían conseguido y con un puesto de trabajo en prácticas en una empresa en expansión. Pasaron un par de años y la empresa había crecido tanto que empezó a fusionarse con otras empresas importantes. Hasta que llegó a Industrias Uchiha. Todo iba genial. Cobraba poco, pero estaba feliz. Trabajaba de secretaria de uno de los directivos y jamás se había metido en líos.

Tan pronto como sus pequeños ahorros se agotaron, se vio en la obligación de buscar alojamiento en un lugar un poco más asequible. Vivir en un hotel era bastante caro y sus ganancias empezaron a ser insuficientes para subsistir. Preguntó a sus compañeros por algún lugar económico donde quedarse, pero nadie supo ayudarla. Sin un lugar donde ir, entró en un callejón sin salida que parecía tranquilo, con la intención de dormir una noche allí. Tras una persiana metálica encontró un pequeño almacén aparentemente abandonado. Estaba sucio y lleno de basura, pero, con los días y haciendo a un lado su asco, consiguió adecuarlo, hacerlo un lugar habitable e incluso acogedor, pese a donde estaba. Además, quedaba cerca de su trabajo, por lo que era el lugar ideal. Sin alquileres, sin gastos y sin desplazamientos diarios. Algo que le permitiría incluso ahorrar.

Cuando Sakura llegó al Edificio B, esperó más de una hora al señor Uchiha. Su jefe le había dado orden expresa de entregarle a él la documentación. Ni en recepción, ni a la secretaria. Única y exclusivamente a Fugaku Uchiha. Por eso tuvo que esperar. Después de tanto rato decidió que mejor volvería en otro momento. Saludó a la secretaria y bajó para marcharse, con tan mala pata que, al ir por el vestíbulo y, dado al montón de carpetas que llevaba, no vio al hombre que se acercaba y chocó con él. Dejó caer el montón de carpetas al suelo casi sin poder evitarlo. Se disculpó efusiva y exageradamente. Casi parecía que hubiera atropellado a alguien. Entonces se dio cuenta de que el hombre con el que se había «accidentado» era el destinatario del montón de papeles que portaba. Así que aprovechó para ofrecérselos y marcharse pronto de allí.

Cuando Fugaku llegó a su despacho no pudo evitar preguntar a sus ayudantes por esa chica.

_Pues verá _empezó uno de ellos_. Ella es secretaria de uno de los ejecutivos del Edificio A. Me atrevería a decir que es la más pobre de todo el conglomerado.

_Debe serlo _interrumpió el otro muchacho_. Aparte de ser la que menos cobra, vive en un almacén.

_ ¿En un almacén, dices? _preguntó el hombre con el ceño fruncido.

_Sí. Eso dicen. Bueno, además está su ropa, esos trapos con los que viste... _El muchacho contuvo la risa.

_Podéis salir. Volved al trabajo _ordenó el hombre con tono firme. Realmente la impresión que esa chica le había dado no era de la secretaria de ningún ejecutivo, pero al menos era educada y amable.

Una cenicienta en la oficina (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora