CAPÍTULO 7

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Cuando llegó al Edificio B lo hizo como Sasuke le había pedido, vestida con una elegante y ceñida falda de color negro que hacía juego con la americana ajustada.

Saludó a su jefe al entrar, pero lo hizo con un tono de voz tenso, y él tampoco fue lo extrañamente amistoso que había sido con ella fuera de la oficina, su tono de voz también sonaba grave.

Sasuke había salido con muchas chicas en su vida, era un tipo rico, guapo y simpático, la combinación perfecta para ser un potente imán para las mujeres. El momento de impulso que le había llevado a meterse en el cambiador donde estaba su asistente para que no la mirase el empleado de la tienda era algo que no había experimentado nunca, a sus veintisiete años, tampoco podía explicar qué le había llevado a hacerlo. Sakura no le gustaba, no le atraía, pensaba que era bonita, pero eso mismo pensaría cualquiera que tuviera un par de ojos en la cara.

Al llegar a casa se había sentido más extraño e incómodo que nunca y estaba seguro de que era por ella. Estaba dispuesto a cambiar aquella situación.

Cuando se levantase por la mañana sería un Sasuke nuevo; no, mejor dicho, sería el Sasuke de días atrás, el Sasuke que rechazaba cualquier tipo de ayuda, ni la de un asistente, ni la de un secretario, ni la de nada por el estilo.

Él era el director, era autosuficiente y esa chica estaba de más, esa mañana se había levantado dispuesto a llevar a rajatabla su propósito de echarla. Observaría cuidadosamente cualquier movimiento de la asistente y, a la mínima, la despediría sin miramientos.

Cuando ella atravesó las puertas de cristal, lo primero que hizo, casi instintivamente, fue fijarse en sus piernas, en esas bonitas piernas que había visto desnudas unas horas atrás, en cambio, reaccionó rápidamente y la saludó, como se suponía que debía hacer. A la hora de comer Sakura se quedó ordenando documentos, algo por lo que no podía reprenderla aunque quisiera. Cuando Sasuke volvió de la comida ella estaba hablando por teléfono con Terrence Monroe, con quien había tenido una reunión un par de horas después.

—Perfecto, señor Monroe. Queda anotado entonces. No se preocupe... Espero que se mejore pronto —Sonrió mientras se despedía. Esto le hizo de nuevo recordar sus piernas— Señor Uchiha, ¿me ha oído? —preguntó la muchacha moviendo la mano frente a su cara— ¿Se encuentra bien?

— ¿Eh? Sí, sí. Claro que te he oído. No soy sordo. Sólo estaba pensando —respondió rudo—. ¿Te ha dicho algo de la reunión?

—No me ha escuchado, ¿verdad? —Sonrió— El señor Monroe está hospitalizado por un cólico nefrítico. La llamada era para aplazar la cita hasta después de la operación...

—Bien —cortó tajante con un enfado sin sentido.

La tarde pasó entre miradas furtivas e incómodos silencios. Al fin llegó la hora de la salida y Sasuke no tardó en huir.

El día siguiente sería igual de desagradable para él, pero por suerte el fin de semana ya estaba ahí. Tras otras horas en las que sólo podía pensar en las piernas desnudas de su asistente, llegó el momento de salir de la oficina.

Para Sasuke no terminaba su semana, pues todavía le quedaba una cena con Kakashi Hatake, un inversor con el que tenían él y su padre más de un negocio.

Al llegar a Black Diamond esperó encontrar a Gaara en recepción, pero quien estaba era un señor mayor.

—Discúlpeme, señorita. No puedo dejarla pasar —le dijo colocándose frente a ella para bloquearle el paso. — ¿Hay... Hay algún problema con el apartamento? —preguntó asustada.

— ¿Qué apartamento?

—El treinta y dos... vivo allí. ¿Hay algún problema?

— ¿En el treinta y dos?

Una cenicienta en la oficina (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora