Valentía

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Sus pies se removían sin fin debajo de la mesa, sus dedos se retorcían con nerviosismo. ¡Por los Dioses! Si no era capaz de mirar a los ojos al Demonio que desayunaba con toda la tranquilidad del mundo. 

Esperaba, rogaba, para que no hubiese notado su nerviosismo, pero sabía que eso era imposible. Lo más probable era que Kurama, se estuviese divirtiendo con sus muecas y movimientos constantes. 

- ¿Me vas a decir de una vez qué te pasa? - Le preguntó sin apartar la mirada atenta del niño.

Suspiró con todas sus fuerzas y decidió hacerlo. Ahora o nunca, pensó. 

- ¿Quién es Naruto? - El demonio dejó caer los palillos en un estruendo insonoro. Sus pupilas se dilataron y, por primera vez en toda su vida, Shin temió por su vida. 

- ¿Cómo sabes ese nombre? - Las palabras se deslizaron lentas y perezosas en el ambiente. 

- Y-yo... - Shin vaciló. ¿Qué estaba pasando? - Es muy largo de contar.

Aclaró tras valorar sus opciones, pero el demonio no se dió por aludido. 

- Tengo tiempo. - Tras esas palabras, un escalofrío recorrió la espalda del adolescente, trató de dejar de temblar y le contó todas las apariciones del fantasma. 

Kurama, por unos instantes, le miró con los ojos afilados de un depredador. A medida que avanzaba en su experiencia con... Naruto, su expresión cambiaba. En un instante, abrió los ojos como platos, apretó los labios en una fina línea carnosa y sus manos se hicieron puños. 

También le desveló que, la noche que su hermana y él habían oído esos ruidos en la habitación de su maestro e habían acudido en su ayuda, se encontraron con aquél antiguo guardián. Cuidando los sueños de Kurama. Velando por él. 

- Oh, Naruto... - Suspiró enterrando la feroz expresión de su rostro debajo de sus manos. - Sigues siendo un idiota sentimental. 

Shin no sabía que hacer, la confusión era clara ante su Maestro, la melancolía le había mantenido en un estado de ensueño durante muchos años. Pero era hora de despertar. No podía seguir ignorando todo aquello que ocurría a su alrededor, en la espera eterna de que él volviera. 

- Buena suerte en el examen, Shin. - El pupilo se levantó despacio de la vieja silla de madera, sin hacer ni un solo ruido. Temía que la calma dentro del Demonio se transformase en una tormenta. 

Pero sus palaabras eran una despedida. Y obedeció, con los nervios a flor de piel, inseguro, asustado y, quizás, más perdido de lo que estaba. 

Llegó a la entrada del área prohibida de la Aldea de la Hoja. Dónde entrenaban los Anbu y se hacía la segunda parte del examen. Rin le recibió con una colleja sonora, quejándose de su nula puntualidad, su ausencia y más argumentos que le entraron por un oído y salieron por el otro. Naoshi se mantuvo en silencio, cuando su hermana mayor terminó, se acercó al rubio y, para la sorpresa de todos los presentes, le abrazó. 

- Gracias por venir... - Susurró en su oído. 

Shin se sintió mal, no debería darle las gracias, debería echarle la bronca como había hecho su hermana. Entonces, acudieron a él todas las palabras del ayer que nunca dijo en voz alta. Y se arrepintió de haber tan siquiera considerado que, estar en el equipo de Nao, era mejor que estar en el de Naoshi.

Llevó las manos a su melena rubia, a medida que Nao se separaba, y tiró. No quería sentirse así, no debía. Pero tampoco podía poner remedio. Era hora de empezar a ser responsable de sus acciones. Sai, que no había dicho palabra des de que el hermano menor apareció, les deseó buena suerte en la segunda parte del examen. 

De nuevo, Shin no prestó atención a las instrucciones de la mujer que llevaba la segunda parte. Pero Rin y Naoshi se encargaron de memorizar los detalles para poder explicarselos más tarde. Les entregaron un rollo de papel a cada equipo, Shin fue el encragado de custodiarlo, y dio comienzo el examen. 

- Shin, - Prestó atención a Naoshi al oir su nombre. - recuerda, tenemos que encontar el otro pergamino, he descubierto que el equipo 2 tiene el que nos falta y creo que ellos también saben que nosotros tenemos el suyo... 

- Están siguiéndonos. - Naoshi le observó con estupefacción, ¿por qué no se lo había dicho antes? 

- ¿Des de cuando? - Entonces, la chica se fijó que los ojos del hermano pequeño ya no eran azules. Rojos como la sangre, ocultaban alguna habilidad que ella no había visto antes. Y se alegró que estuviese en su equipo. Por qué... ¿Quién sabe qué más podría hacer? 

- Des de que hemos salido. - Naoshi se preguntó por qué no lo había dicho antes. 

- ¿Puedes localizarles? 


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⏰ Última actualización: Nov 30, 2019 ⏰

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