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Una hora. Esa era la diferencia horaria que me separaba de Londres. No se me hizo extraño abrir mis ojos faltando unos minutos para las cinco de la mañana. El clima era el mismo que un desierto, frío por la noche y demasiado caluroso por el día. Pero a esta hora, se sentía perfecto.

—Hey... —me llamó Joe, alejándose de sus amigos cuando me vio escabullirme de mi carpa— ¿A dónde crees que vas sola?

Señalé el espacio abierto sobre mi hombro.

—Dos años atrás jamás pensé que diría esto, pero necesito correr —le aclaré desesperada—. En estas últimas semanas apenas he podido hacerlo, y en serio necesito distraerme.

Si alguien me hubiese dicho que estaría de acuerdo con las palabras de Natalie, sobre "terminas acostumbrándote a correr, después lo necesitarás" me hubiese reído en su cara. Pero la tejana tenía razón, ahora lo necesitaba, mi organismo se había acostumbrado al esfuerzo matutino. Estaba por decírselo al marine, cuando este cabeceó con suavidad.

—No digas más, te entiendo.

No había una sola pizca de burla en la expresión solemne del soldado. Se quitó el pesado chaleco donde cargaba sus municiones, y se deshizo del rifle, dejándolo a manos de Wes, su segundo al mando. Joe conservó la pistola que llevaba sujeta en una funda al muslo, y entonces me señaló el paisaje.

—Vamos a dar una vuelta, seguiré tu paso.

Lo miré con desconcierto.

—No es necesario que me sigas, en serio, Joe.

Él sonrió y sacudió su cabeza.

—Todo lo contrario, es demasiado necesario. No conoces este sitio, puede aparecerte un animal salvaje de la nada, o un tipo loco con un arma, y prefiero ser el único tipo loco con un arma que te persiga.

—Eso no le da paz interior a mi alma —me burlé, sin sonreír.

Joe rió entre dientes, moviendo su barbilla con un suave gesto.

—Andando, Aldridge.

***

Una hora después estábamos de regreso en el campamento. Jamás sudé tanto en mi vida, ni siquiera en el gimnasio con el cardio intensivo de Ethan. Es culpa del clima, tan caliente y seco que cada gota salada perdida, me acercaba a la severa deshidratación. Este sitio es de locos.

—Tengo miedo a preguntar —dije entre jadeos—, pero ¿cómo se toma una ducha aquí?

Joe se carcajeó, pasando un fuerte antebrazo por su frente, quitándose el exceso de sudor. Su camisa blanca se pegaba a sus pectorales y al abdomen macizo que tenía. Él parecía que acababa de tomar una ducha.

—Pues como ves, Tadeu no ha regresado. Fue a conseguir agua con dos hombres de mi equipo. Tratarán de traer lo suficiente en barriles para que todos podamos mantener la higiene.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora