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El Señor Sexo escaló muy rápido en las noticias. O mejor dicho las chicas que estaban prendadas de él lo hicieron. Pasó del "prostituto que desearías tener" a "posible padre de cinco hijos de madres diferentes".

Y la nueva primicia: posible abuso sexual de una desconocida, que en realidad sonreía a la cámara y contaba lo que sonaba para las personas comunes y con cerebro, el significado de una cita más que consensuada.

Claro que el clan de mujeres feministas detrás de ella, aseguraban lo contrario. Aiden estaba metido en tantos aprietos, que el diablo había renunciado para cederle su puesto en el infierno. Ya que todos lo miraban así, como un demonio.

Es un demonio.

—¿Crees que el Papa lo excomulgue? —murmuró Owen, mirando la pantalla de mi plasma en mi oficina.

—Dudo siquiera que el Papa lo crea un hijo de Dios, Owen...

Ambos nos hallábamos de pie, en mitad del lugar, absortos en las noticias. Las finanzas de Quest Enterprise, iban a sufrir un rápido descenso, si la imagen de su CEO no mejoraba, o al menos que la prensa dejase de crucificarlo.

—Creo que llegó la hora de mover unos cables, Maddie. Hazme el favor de llamar a Q.E, intenta que Talbot y Quest estén aquí antes del almuerzo. Sé que eres amiga del primero, así que te resultará cosa de nada.

Miré a mi jefe con recelo, esos ojos verdes tramaban algo. Podía adivinarlo por la forma que sus dedos acariciaban su barbilla con la sombra de una barba oscura.

—¿Qué piensas hacer, Owen?

—Ayudar —sonrió como si nada—. Para eso existimos.

No dijo más, y se retiró. Cerré mis ojos, apagué el televisor estirando mi brazo con el control remoto apuntando hacia la pantalla. Oh, esto no era bueno. La última vez que "ayudamos" a alguien a salir de la prensa amarillista, yo terminé con un corazón magullado y mi confianza rozando el subsuelo marítimo...

***

Como Owen sospechó, Greg aceptó vernos de inmediato. Estaban hundiéndose muy rápido, perdiendo su valía como empresa y sobre todo futuros contratos multimillonarios. Quizá Aiden fuese el hombre más deseado del Reino Unido, pero en el mundo de las finanzas, él era un riesgo que nadie quería correr.

—¿Así que quieres ayudarnos? —murmuró Greg, mirando a Owen con cierta curiosidad.

Sus oscuras cejas se hallaban juntas en un ceño fruncido. Lucía confundido, y guapo, entendí la fascinación de Nina por contemplar a su novio en su móvil. Sin embargo, mi atención se desvió al rubio de mirada conflictiva, que no dejaba de observarme con recelo. Me arrepentí de no haber rozado sus labios en la oscuridad de mi habitación.

Ambos hombres llegaron hace unos minutos, y nos hallábamos en la pequeña sala de juntas, con la mesa circular. Los chicos de un lado, y Owen y yo del otro.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora