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[AIDEN]

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[AIDEN]

Nunca fui tan feliz al regresar a Londres. Todo volvió a encajar a la normalidad. Bueno, casi todo. Maddie se hallaba más pensativa y callada que nunca. Greg estaba casado. Pierce salía con dos mujeres a la vez. Y Owen hizo que me quedase idiota...

—¡Acelera! ¡Aiden! ¡Acelera!

Miré al asiento del copiloto con todo el odio en mi interior. Tener un almuerzo casual con Owen Hicks, fue el peor de mis errores. Todo iba excelente, y con eso me refiero que no estaba soltando palabra de mi relación con Madison, como si él fuese su padre al que debo rendirle cuentas. Sin embargo, un simple mensaje de texto lo puso en este estado.

—Está en el jodido rojo, Owen, cálmate... Cristo...

Volví mi atención hacia el semáforo. Ni con toda la meditación del mundo, Owen lograría cambiarlo a verde. El tipo estaba que se deshacía de la exasperación en el asiento de mi auto. Seguía mirando la pantalla de su móvil, su reloj, su móvil, su reloj. Era un vaivén de ansiedad que me tenía loco.

—Tal vez no sea algo tan serio —empecé a decirle, suspirando con pesadez.

Mala idea. Me asesinó con sus oscuros ojos.

—¡Está en labor, idiota! ¡Andrea está dando a luz justo ahora! ¡Y yo estoy atascado en el tráfico!

—Oh mira, ya está en verde —lo ignoré.

Su secretaria era la que cargaba la mayor responsabilidad, traer un bebé al mundo. Pero sentía que Owen tenía los complejos del padre primerizo. Cuando no lo es. Y tampoco es el padre de este niño.

—Dios... —balbuceó, con las manos cubriendo su rostro— No puedo creer que esto esté pasando...

—Hombre, el tráfico no está tan mal, llegaremos pronto.

—¡Eso no! —espetó hastiado, volteando a ver hacia la ventana— No puedo creer que Andrea vaya a tener al bebé.

Incómodo. Así me siento. No sé mucho de su rara "convivencia" con Andrea Moon, su secretaria. Suena a cuento pervertido, salir con la asistente. Pero a Owen le funcionó bien, supongo. Me refiero que, ¿qué jefe se pondría tan emocional por un bebé de una empleada?

Miré a Owen de reojo, pasaba una mano por su cabello. A punto de la exasperación. Exhalé un resoplido, girando en la siguiente calle para acortar el camino hacia el hospital. El jefe de mi chica, estaba demasiado ocupado revisando su móvil para agradecerme la idea.

—Así que... este bebé de Andrea... —murmuré vacilante, callando hasta que Owen alzó su rostro— ¿Es tuyo?

Nos quedamos en silencio.

—No lo sé.

—¿Qué? —jadeé incrédulo.

Owen sacudió su cabeza antes de encoger sus hombros. Tenía todas las señales del hombre que metió la pata, y ahora no sabía cómo explicarse.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora