Pasó un tiempito desde que pasamos por el juego de arrojar pelotas, ahora estábamos haciendo fila para un juego mecánico, los carritos chocones, varios carritos motorizados se hallaban dentro de una arena cercada de metal, donde todos se chocaban para así apagar el motor del otro jugador, es divertido y seguro.
Sé que valdrá totalmente la pena entrar a ese juego, lo sé por dos razones: la primera, Polar y yo lo señalamos al mismo tiempo el mismo instante en que lo vimos; la segunda razón... porque la fila es tan, pero tan, pero taaan larga, que tengo tiempo de contar cuántas hormigas pasan por un desierto, apuesto a que llegaría a 100 y la fila seguiría igual de larga. Mucha gente quiere entrar.
No fue aburrido del todo, esperamos como media hora, pero cada cinco minutos uno de los dos salía de la fila para explorar mientras que el otro guardaba el sitio, Polar era el que más se quedaba y yo el que más salía.
Cabe destacar que las veces que salía Polar era para traer algo de comer, manzana con caramelo, palomitas, alguna bebida de frutas; yo salía porque quería ir al baño... suerte que él no lo sabe y hasta ahora cree que piensa que iba a ver qué otros juegos tenían la fila más corta.
La última vez que salí y volví, Polar se hallaba ya a unas cinco personas restantes para entrar. Esperamos unos diez minutos y los cinco último entraron.
– ¡Ya casi nos toca! —"grité" en voz baja sacudiendo los brazos pegados a mi pecho.
La emoción recorría mi cuerpo al ver como cada carro chocaba el uno con el otro, las personas reían y se geitaban entre ellas lo mucho que se iban a destruir, niños también chocaban contra otros y las risas eran lo más abundante en aquel entonces.
“Siguiente”, se escuchó la voz del boletero, quien nos abrió la puerta y pasamos directo al centro de la arena, nos aconsejó abrocharnos los cinturones una vez elegido nuestro carrito.
Yo escogí uno de color verde, era mi color favorito, además que tenía un sello rosado que combinaba a la perfección con la gama de colores. Polar escogió un vehículo anaranjado pastel con decoraciones celestes pálidas. Cuatro personas más entraron y escogieron sus carritos: rojo con amarillo, negro con violeta, uno gris con puntos azules, y una violeta mezclada con verde y una "W" como etiqueta.
La cuenta regresiva comenzó, desde el diez hasta el gritado cero, sonó una campana dos veces y los carritos se movieron rápidamente.
– ¡Ganaré esta ronda! —gritó un niño en su carrito del primer diseño a su padre, quien se hallaba en el del segundo diseño.
Cada jugador tomó una pareja para luchar. Yo luchaba contra una niña que poseía el diseño del violeta y negro, ella era buena, demasiado buena, me chocaba de espaldas, daba vueltas, era toda una profesional; claro, yo podría hacer lo mismo... ¡Si supiera cómo arrancar esta chatarra!
– ¡Señor, pise el pedal derecho para arrancar y el izquierdo para frenar! —gritó la niña sonriente, sus coletas marrones del cabello se movían a la vez que chocaba mi vehículo.
Obedecí, pisé el derecho y el carrito arrancó, llevándome lejos de la niña hacia otra pareja que luchaba. Por accidente, pasé por en medio de ambos y sus motores se apagaron. Dos eliminados por mí, sin querer, pero si lo hice pues ya está.
Quedábamos cuatro en la arena. Polar continuaba peleando con el del carro gris y ahora yo con la niña que me ayudó. Pasó un buen rato y ninguno era derrotado, hasta que la niña me dio un choque por el lateral izquierdo del carrito que me hizo alejarme, chocando con el carrito de Polar.
– ¡P-Perdón! Esta batalla es muy dura, ¿no? —reí para animar las cosas, la emoción me llenó más de lo que esperaba, a pesar de no ser amante de mucha acción, esta sí me encantaba.
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SEÑAL - [ Polar × Panda ]
Romance¿No te ha pasado que quieres enviarle indirectas amorosas a esa personita que tanto amas en secreto, pero él o ella no las capta? Bueno, eso es algo que le va a ocurrir a nuestro querido osito bicolor, Panda, quien tratará de enviar mil y un señale...