Sexo y Fuego

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Con el reciente incidente dejado atrás, en el pasado con tres vándalos ya haciendo noqueados en el suelo votando espuma por la boca, llegaron a la moto estacionada

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Con el reciente incidente dejado atrás, en el pasado con tres vándalos ya haciendo noqueados en el suelo votando espuma por la boca, llegaron a la moto estacionada. Ymir seguía algo exaltada con respecto al enfrentamiento, insatisfecha y queriendo más, tenía la respiración ligeramente acelerada y una expresión de pocos amigos marcada en el rostro. La cual expresaba todo menos serenidad, no había que ser un genio para deducirlo, mucho menos que los ojos gozaran de muy buena luz en medio de la noche para darse cuenta de ello, del hambre de un animal, o simplemente ella conocía tanto a Ymir que le era fácil saberlo.

Cualquiera que fuera el caso, igualmente la morena se tomó un momento para mirarla más detalladamente, preguntarle qué tal estaba ella, si se encontraba bien, si no habían alcanzado a hacerle algún daño. Como si hasta ese momento fuera que por fin saliera de su trance, cayera en sí misma y su cavernícola cerebro le permitiera pensar en otra cosa que no fuera pelear, combatir por su vida y por la de la persona que se suponía que estaba bajo su protección, o sea ella.

Si claro, como si ella necesitara protección, como si ella no pudiera defenderse por sí misma de ser necesario. Lo cual en la mayoría de los casos podía hacer, muchos años de su vida había entrenado para eso. No obstante, que Ymir sintiera que la protegía le agradaba más que ensuciarse las manos por sí misma. Darle de comer al ego de la morena le era más satisfactorio. De vuelta al presente, contesto a las preguntas de Ymir con un corto y plano si, estaba bien, se montaron en la moto y dejaron el lugar. Todo el camino a casa sentada tras la morena ella aprovecho para acariciar su ancha espalda, y apoyarse en ella. Haciéndolo parecer más un intento de terminar de dispersar el enojo que todavía habitaba en el cuerpo de Ymir, que una demandante ansia de querer tocarla.

Fuera de todo esa había sido una buena noche, una muy diferente a como pudo haberla pasado estando sola. Eso la obligo a querer dar gratitud a la morena, en silencio halagarla con caricias. Lo cual, ojala fuera capaz de hacer no solo tan superficialmente. Pero no, así no era como estaban las cosas. Ella suspiro, acepto la realidad y se despegó de Ymir dejando de lado su actitud melosa y prefirió concentrarse en el camino, en evitar que la morena chocara en plena autopista o se quedara dormida al volante.

Cuando finalmente llegaron a casa, se quitaron y dejaron los zapatos embarrados cerca de la puerta principal para no ensuciar el suelo o las alfombras de la sala y así evitar que a Ymir le diera un infarto, dado a que la morena era demasiado quisquillosa con ese tipo de cosas. Pasaron al interior del hogar, siempre cálido y acogedor, Ymir tomo un vaso de la cocina y paso al refrigerador para llenarlo de agua, bebió de él y luego ella lo tomo para beber del mismo, pidiéndole a la morena que se lo llenara de agua, llevándoselo a la boca por la misma orilla por donde Ymir había tomado. Un beso indirecto. Después, la morena dejo la cocina y siguió al cuarto quitándose la camiseta para entrar al baño de una vez.

Ymir sentía que olía a rayos y centellas, que necesitaba un baño lo antes posible y que fuera mínimo de una hora. Si, ella era también quisquillosa con su higiene personal al igual como con el de su casa. Entretanto, Leonhardt imitando a la morena empezó a quitarse la ropa y se sentó en una orilla de la cama, tontio un momento, reviso su teléfono otro, soltó y desenredo su cabello pacientemente, hasta que dejando escapar otro suspiro decidió que había sido suficiente de esperar por Ymir, optando por pasar al baño sin pedir permiso, contemplando la alta figura de la morena tras los vidrios ahumados de la ducha al hacerlo. Acto seguido, se quitó lo que le quedaba de ropa, camino hacia la regadera y entro en ella.

El Titán y la ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora