Inocente

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1000 sentadillas, 500 flexiones de codo y 1000 abdominales, 4 series de 250 y 125 repeticiones, era lo que acostumbraba hacer cada vez que entrenaba en la universidad y ya había estado lo suficientemente vaga del Dojo como para pedirse menos.

Ella se estaba tratando de concentrar, estaba mal pensar en otra cosa que no fuera el entrenamiento durante el entrenamiento, y aunque por momentos había podido lograrlo, allí estaba otra vez pensando en cierta rubia mientras realizaba su cuarta serie de ejercicios, la sentadilla número 800.

Sinceramente no sabía si estar feliz o decepcionada de sí misma. Metida en la cama de Krista, abrazándola y brindándole de su calor y abrigo como un pequeño consuelo a todo lo sucedido en la clínica el día lunes, antes de dormirse acomodada en su pecho Reiss le había ofrecido seguir.

Es decir, continuar compartiendo una relación sexual pero para nada sentimental y mucho menos, romántica. Todo eso mientras Krista seguía haciendo de novia de Jaeger. En descarados terminos, ser el jugador en el banco que debes en cuando iba a reemplazar al titular. Por supuesto Reiss lo había planteado con mejores términos. Con bien pensado tacto.

Adormilada la rubia se había aferrado a ella, acercándose a su punto débil en la oreja para decirle "Por favor no quiero que esto acabe, no todavía. Quiero experimentar más cosas contigo" Eso la había dejado en blanco, luego llenado de mil reclamos que decir a la desfachatez del ofrecimiento. Pero, Krista le había agarrado con la guardia baja, acertado como hacer el ofrecimiento y salir ilesa, pues ella no sabía cómo ser cruel con una mujer vulnerable, mucho menos con una que queria "No me respondas todavía, piensalo" Agregó, luego Reiss se había vuelto a acomodar entre su hombro y pecho, dejándose dormir.

Posteriormente, cuando la Reina cayó en el sueño profundo, ella la miró por un tiempo, se prohibió peinar su rubio cabello, besar sus rosados y delicados labios, amarla más de lo que debía. El momento de irse había llegado. Cambiarse de ropa y esperar a Frieda, no en la sala de esa casa como anteriormente lo había planeado, sino fuera del departamento, lo más lejos como fuera posible de Krista para no tentar más a su frágil convicción.

Pero, desde entonces ella no había parado de pensar en dicho ofrecimiento. Ymir Fritz, que desde el orígen de los tiempos se había negado a compartir los labios de cualquier mujer que estuviera con ella con alguien más, mucho menos con un hombre, y mucho más que menos, con alguien como Eren. Sin embargo, allí estaba ella por repetida vez en el dia, considerando el ofrecimiento. ¡Era una idiota!, que viniera una nave espacial y terminará siendo abducida para que los alienígenas estudiarán su estúpido cerebro.

Una gota de sudor cayó dentro de su ojo y lo hizo arder. Ya había acabo con las sentadillas hacía rato, pero continuaba bajando y subiendo haciendo quemar los músculos de sus piernas. Se detuvo, respiró unos segundos, miro al techo, tomó algo de agua y tiró al suelo, ahora tocaba las flexiones de codo restantes. Ojala su voluntad contra Krista fuera tan fuerte como sus brazos.

¿Que iba a suceder si ella decía que si? Aceptaba renovar su contrato de amantes con Reiss. Pues, gozar de las mieles de todo lo que aquello significaba, pero arriesgarse a perder una batalla y caer en una terrible derrota, o negarse e igualmente terminar sufriendo. El desafío también era otra cosa que le animaba, arriesgarse y demostrar que ella podía superar y controlar el desastre que ya hacía perturbando su corazón, ocupando su mente, inquietando su conciencia.

Presto de nuevo atención a lo que hacía, tomando otro descanso, y luego terminando con las últimas 125 flexiones por hacer para las 250 de 500. Venían los últimos 250 abdominales para concluir también con las 1000 repeticiones de ese ejercicio y con su entrada en calor para pasar a subir la cuerda de 10 metros que guindaba del techo de la parte más baja del Domo deportivo unas 150 veces, tres series de 50.

El Titán y la ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora