CORAZONES AFINES
Rowan Speedwell
RESÚMEN
El encantador granuja Tristan Northwood parece tenerlo todo: un nombre con solera, una herencia noble, una encantadora mujer y un hijo al que adora. Las mujeres le aman y parece que no hay nada que no pueda hacer, tanto si es seducir a una mujer de la alta sociedad como si se trata de ganar una carrera de carruajes. Poco se imaginan los que le conocen que el nombre no significa nada para él, que la fortuna está en las firmes manos de su padre y que no siente pasión por su esposa, a la que sólo le une una cordial amistad. La sociedad le aburre y acepta desafíos porque sólo se siente vivo cuando vive al límite... Hasta que el hermano de su mujer vuelve a casa desde el campo de batalla.
El comandante Charles Mountjoy, héroe condecorado de la guerra, saca a Tristan de su desesperación inspirando en él sentimientos de pasión que nunca sospechó que fuera capaz de tener. Casi tan terroríficos como esos sentimientos por Charles, son los indicios de que su cuñado puede que corresponda a su afecto... O incluso peor, que Charles ve al hombre que Tristan ha intentado tan valientemente esconder del mundo.
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El mayordomo le estaba esperando cuando Tristan entró al volver de su club un borrascoso día a principios de enero.—El hermano de la señora Northwood ha llegado y está con ella en el salón. La señora Northwood ha pedido que se reuniera con ellos cuando volviera.
—¡Maldita sea!
¿Qué querría ahora Daniel? Había venido a la ciudad dos veces en los últimos seis meses y en las dos ocasiones había hecho notar que acudía a ver a su hermana. Sólo hablaba con Tristan cuando quería que le dejara dinero.
Tristan le entregó el sombrero y el bastón al mayordomo, se alisó el pelo y figurativamente, se ciñó los lomos para la petición y la inevitable discusión. No era que le importara prestarle a Daniel un poco de dinero alguna vez, pero cuando venía en busca de una cantidad importante para invertir en uno de sus alocados proyectos, empezaban las batallas; Daniel rara vez aceptaba un no como repuesta y por su parte, Tristan no tenía ninguna intención de dilapidar fondos que estaban mejor gastados en planear el futuro de su familia.
Oyó la grave y musical risa de Charlotte y esperó oír la distintiva risotada de Daniel, pero lo que alcanzó sus oídos fue una versión más profunda de la de ella, un suave y sordo tono barítono. Frunció el ceño perplejo, abrió la puerta del salón y por un momento se quedó paralizado.
El hombre sentado frente a su esposa era alguien que no conocía pero de alguna manera no un extraño; el pelo era del mismo color pero de un tono más brillante que el de ella, con mechas más claras por el sol; los mismos ojos marrones pero bajo espesas cejas; los romos e insípidos rasgos de su esposa pero en un rostro moreno, más masculino y alegre. Llevaba un uniforme de caballería azul oscuro aunque con un pañuelo de cuello de seda negra en lugar de blanco, que era el habitual. Se levantó al entrar Tristan y alargó la mano.
—¿Señor Northwood? —dijo con una voz que hacía juego con su risa: suave, potente, sonora; y que producía escalofríos en el súbitamente tenso cuerpo de Tristan—. Soy Charles Montjoy, el hermano de Lottie. Encantado de poder conocerle al fin. —Sonrío amistosamente.
Esa sonrisa le dejó mudo de asombro, le rompió los esquemas como se hace pedazos con un golpe una campana enfriada demasiado deprisa en el molde. Como en un sueño, tomó la mano de aquel hombre que se cerró cálida, grande y firme en la suya.
—Comandante Mountjoy —consiguió decir. Se dio cuenta de que todavía sostenía la mano y la soltó rápidamente. Sus perfeccionadas dotes sociales se activaron justo a tiempo—. Bienvenido. Lottie mencionó que regresaba a casa. ¿Vuelve para quedarse definitivamente o sólo por cambio de destino?
—Me temo que para siempre —bromeó Charles con una risa—. No estoy hecho para la vida diplomática, así que me han enviado a casa deshonrado.
—Tonterías —intervino Charlotte—. Estás haciendo el tonto.
—En realidad sí que vuelvo, aunque no en desgracia. El Duque tiene consejeros mucho más adecuados que yo para la diplomacia. Fue un honor ser su edecán en la Península, pero eso fue básicamente por mis habilidades como traductor de alemán. Su Excelencia habla muy poco alemán y casi todos los de la Legión Real, muy poco inglés. Por la misma razón, fui transferido a lord Castlereagh cuando al Duque le nombraron embajador en Francia y por eso fui a Viena. Pero ahora Castlereagh ha vuelto a casa y Wellington está en Viena en su lugar. Allí hay suficiente personal bilingüe, así que he decidido que doce años de jugar a los soldados son suficientes. Temporalmente estoy destinado en los Horse Guards mientras mi regimiento está fuera. Hasta que venda mi comisión.
—Y mientras tanto no quiero oír nada más sobre quedarte en otro sitio que no sea aquí —declaró Charlotte, aparentemente siguiendo con la conversación que Tristan había interrumpido—. Tenemos mucho espacio y sería una tontería que te gastaras la paga en aposentos cuando estamos tan cerca de tu cuartel general. Además, estoy segura de que no tendrás fondos hasta que se produzca la venta.
—Tengo bastante en el bolsillo —dijo Charles con esa profunda risa que tenía—, a pesar de los gastos por las exigencias sartoriales de Viena. Además, a no ser que Daniel haya conseguido tocar mi dinero, debo de tener fondos en Barclay's.
—Los tienes. Daniel está muy enojado por no poder tocarlos —dijo Charlotte complacida—. Está siempre pidiéndole dinero a Tristan. Las cejas de Charles se fruncieron bruscamente.
—¿Lo hace? Usted no le presta, ¿verdad Northwood?
Tristan hizo un movimiento brusco con la cabeza. ¿Qué le había preguntado? Oh. Sí. Daniel.
—Casi nunca, y en esas ocasiones sólo algunas guineas. El juicio de Daniel en asuntos monetarios es lamentable.
Sonrió brevemente y se encontró con los cálidos y oscuros ojos del comandante que sostuvieron la mirada un momento y relucieron débilmente mientras sus bien formados labios se curvaban hacia arriba en respuesta a la expresión de Tristan. Sintió de nuevo esa extraña sensación que le había invadido al entrar. Confuso, movió la cabeza rompiendo la conexión. ¿Cuándo demonios había empezado a fijarse en la forma de la boca de un hombre o en la cordialidad de sus ojos?
Cuando entró en el salón.
—¿Estás bien, querido? —preguntó Charlotte plácidamente.
—Sí, por supuesto —mintió Tristan—. Me duele un poco la cabeza, eso es todo.
—Quizás deberías dar una cabezada antes de la cena —sugirió Charlotte—. Charles, cenarás con nosotros, ¿verdad?
En la mente de Tristan apareció de repente una visión en la que estaba tumbado en el lecho con aquella alta y poderosa figura a su lado, despojado de su uniforme azul, con aquella piel bronceada y el pelo brillando dorado a la luz del fuego. Movió de nuevo la cabeza, tragó saliva y dijo con voz profunda:
—Disculpadme. Debo...
Y con eso, se dio la vuelta y salió casi corriendo de la sala.
NOTA: Al inicio la historia parece un poco sosa, solo en al inicio. Pero se las recomiendo, en lo personal, la introducción y algunos capítulos mas, me desanimaron, pero no hay que guiarse por las primeras paginas, tiene un buen trama, es graciosa, romántica y erótica, como a mi me gusta, por lo tanto no descarten este libro.
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